Redacción El País
La octava fecha del Torneo Clausura era presagio de una final anticipada. Peñarol, campeón del Apertura y primero en el Clausura y la Tabla Anual recibía en el Estadio Campeón del Siglo a Liverpool, campeón del Intermedio y en ese entonces escolta del líder. El resto es historia: fue un golpe al mentón carbonero que, aunque se levantó y siguió peleando, valió por nocaut.

Eso fue el 5 de noviembre. Peñarol perdió 1-0 y la punta del Clausura. Después llegó el clásico en el Gran Parque Central, donde rescató un punto agónico que lo mantuvo, aunque tambaleante, en la cima de la Anual.

En pleno clima electoral que todo lo magnificaba, dejó dos puntos más ante Cerro Largo (1-1) y se quedó sin técnico: el presidente Ignacio Ruglio cesó a Darío Rodríguez con cuatro meses en el cargo a tres días de las elecciones, y anunció un acuerdo de palabra con Marcelo Broli, en la que muchos catalogaron como una jugada electoral.

Foto: Gianni Schiaffarino.

Asimismo, para el siguiente partido dirigió Juan Manuel Olivera (igual que tras la salida de Alfredo Arias) y perdió 2-1 con Danubio en otro golpazo que desbordó de dudas a todo el mundo Peñarol.

Hasta que apareció una vieja esperanza: finalmente el que tomó las riendas del equipo fue nada menos que Diego Aguirre, y con su mística ganadora le renovó la ilusión al hincha. Sin embargo, en su debut empató 0-0 con un Plaza Colonia casi descendido y el equipo hilvanó cinco partidos sin ganar.

Con la Anual prácticamente perdida a tres fechas del final, el mensaje de la Fiera fue “pensar en las finales”.

En la semifinal, la chapa de Aguirre bastó: lo ganó a los 120’ y con dientes apretados, a lo Peñarol. Pero en las otras dos finales, Liverpool –el mejor del campeonato– expuso las falencias de un equipo sin identidad.