Enviados a Kansas City - Estados Unidos
Carlos llega caminando al picnic de uruguayos en Kansas City y se presenta. Habla con la típica entonación del español de un descendiente de latinos crecido en Estados Unidos. Tiene puesta una camiseta de Peñarol y pide fotos frente a una bandera de la selección.
Es uno más de los fanáticos uruguayos que siguen a la Celeste en esta Copa América. Pero Carlos camina unos pasos y un grupo de hinchas le pide una foto. Accede, charla un rato. Sigue caminando hacia la parrilla para comer un choripan pero en el trayecto le vuelven a pedir un par de fotos. Es que Carlos es Carlos Eduardo Espina, un creador de contenidos uruguayo que triunfa en Estados Unidos. Habla de inmigración, tiene más de 10 millones de seguidores y hace pocos días Joe Biden lo invitó a la Casa Blanca y charló con él por más de 20 minutos para conocer su opinión.
Pero Carlos además es hijo de un uruguayo fanático de Peñarol, a tal punto que le consiguió una prueba de una semana para jugar en inferiores. La semana se convirtió en un mes y pudo haber seguido, aunque Carlos prefirió volver a Estados Unidos. Compartió equipo con Darwin Núñez y conoció a Diego Forlán e incluso a Federico Valverde.
“En 5 minutos bajo”, dice. En cinco minutos llega a la entrevista con una camiseta de Alcides Gigghia, un gorro de “La Banda Celeste” y un par de remeras en las manos.
Su padre es uruguayo y su madre es mexicana. Nació en Uruguay, país en el que vivió hasta los cinco años y luego se mudó a Estados Unidos.
“Mediante el fútbol conecté con Uruguay, Mi papá siendo uruguayo seguía mucho a la selección y Peñarol, a mi mamá no le importaba mucho el fútbol”, cuenta.
¿Cómo hizo un uruguayo para ser referencia de los inmigrantes en Estados Unidos? Con información, constancia y también por una sucesión de hechos inesperados. Carlos recuerda el día en que lo sacaron de la escuela porque su madre iba a participar de un hecho importante: la ceremonia de naturalización. En 2014 finalmente ella recibió la ciudadanía estadounidense y esa jornada lo marcó. “Era chico pero ver a la gente llorando y mi mamá muy emocionada me marcó. En Texas hay muchos inmigrantes y creciendo ahí uno ve muchas situaciones, redadas migratorias, deportación de conocidos. Empecé a crecer, ver la historia de mi familia y que yo tuviera origen de dos países me hizo que me apasionara por el tema”, cuenta.
¿Y cómo llegó a las redes? Carlos jugaba al fútbol, era el capitán del equipo. En un momento a Texas empezaron a llegar muchos inmigrantes centroamericanos que querían jugar pero no podían integrar el cuadro porque debían aprobar materias y no podían por no saber el idioma. El entrenador lo incitó a ayudarlos y Carlos empezó como voluntario en una organización.
Se vinculó y fue generando nexos en esa temática. Empezó a estudiar ciencias políticas y tenía planeado trabajar en una organización de ayuda a inmigrantes, pero a poco de recibirse llegó la pandemia. La organización no pudo sostener los fondos y cerró. Carlos quedó sin trabajo. El aislamiento hizo que comenzara a ayudar con el idioma de forma online. Lo empezó haciendo en Facebook pero alguien le sugirió hacerse una cuenta de TikTok. Tomó el consejo, subió un video sobre los requisitos para obtener la ciudadanía y se acostó. Al otro día agarró el celular, tenía 100.000 vistas, 1.000 seguidores, vio la oportunidad y se dedicó a crear contenido de forma constante. Hoy está a punto de alcanzar los 10 millones de seguidores.
Su relevancia es tal que un día lo contactaron de la Casa Blanca. La administración de Joe Biden quería conocerlo. Se reunió con el área de inmigración, luego con la vicepresidenta Kamala Harris, posteriormente con Jill Biden y un día lo citaron para participar de un anuncio de una batería de medidas del presidente.
“Yo quería reunirme pero no solo para generar contenido para redes, tengo conocimiento para hablar con autoridad sobre inmigración”, cuenta que puso como condición. Lo aceptaron y lo citaron el día del anuncio 30’ antes de la hora del evento para conocer al presidente Biden. “Pensé que iba a ser algo rápido, al momento es algo surreal ya que tienes, objetivamente, a la persona más poderosa del mundo”, cuenta. Entró, grabaron un video y estaba pronto para irse pero Biden lo sorprendió. “Apagaron las cámaras y empezamos a charlar, me contó la historia de la inmigración de su familia y la importancia que tienen. Incluso tras el anuncio, al bajar del escenario, me dio un abrazo y me dijo que era una gran persona y el futuro de este país”.
Carlos se reunió con Biden y su historia parece irreal. Pero esa no es la única historia de su vida que parece que fuera mentira. Es fanático de Peñarol porque su padre se emocionaba contándole sobre el gol de Diego Aguirre e historias de la Copa Libertadores. Tan fanático era su padre que un día le consiguió una prueba. Viajó a Uruguay, se probó y podía haber seguido. En ese cuadro jugaba Darwin Núñez.
Vivió en la casita de juveniles, vio que todos sus compañeros tenían tatuajes y él no, y se hizo uno. “Garra charrúa”, estampó en su brazo. Practicó un mes, quería ir a la universidad y no dedicar su vida al fútbol por lo que se volvió. “Aquí uno juega al fútbol no por una necesidad y en Uruguay existía un hambre por salir adelante. Ahí se ve por qué es tan exitoso en fútbol”, dice.
Carlos, tiene 10 millones de seguidores, un fanatismo por Uruguay y una camiseta de Peñarol que atesora con cariño. “Miren, acá está la firma”, dice. Levanta la casaca y se ve el nombre Darwin Núñez escrito en mayúsculas. Carlos ayer cumplió un sueño y no fue jugar en Peñarol ni conocer al presidente de Estados Unidos. Fue ver un partido oficial de Uruguay desde la tribuna.
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