Son las 00:24 de este jueves y es difícil empezar este comentario. La duda surge por sí sola: ¿Qué parte del vaso mirar? ¿El vaso medio vacío o el vaso medio lleno? ¿Con qué quedarse? Por el presente del fútbol uruguayo, por la diferencia abismal de presupuesto que hay entre los equipos brasileños y los uruguayos, por lo que le cuesta a nuestros equipos llegar a estar entre los cuatro mejores del continente. Por todas esas razones es que, es sensato quedarse con lo positivo que hizo Peñarol en esta Copa Libertadores, de la que quedó afuera anoche después de vencer 3-1 a Botafogo, y pagando caro el 0-5 de la ida en Río de Janeiro, provocando un global de 3-6.
La serie contra el Fogão tuvo todo tipo de condimentos, que la hicieron una llave particular con graves incidentes con hinchas en la ida, con un ómnibus que llegó más tarde de lo previsto después de estar dos horas dando vueltas antes de llegar al estadio y con todo lo acontecido para la vuelta, con el cambio de escenario -del Campeón del Siglo al Centenario- debido a la decisión de Conmebol y del Ministerio del Interior. Al final, por poco más de 500 hinchas que llegaron a Montevideo y que tenían un ambiente más familiar que de conflicto. No en vano colocaron una bandera en la solitaria tribuna Colombes en la que una pancarta rezaba “paz”.
El contrapunto
Peñarol acababa de quedar eliminado, pero sin embargo los hinchas no dejaban de cantar. Mientras tanto, los fanáticos coreaban el nombre de su prócer, Diego Aguirre. El entrenador, de igual manera que cuando entró a la cancha, miraba atónito lo que estaba sucediendo, con su pose característica, disfrutando del momento. Inconscientemente, todos sabían lo complejo de levantar el 0-5 del encuentro de ida. Pero si había una manera de despedirse, era la de anoche, yendo siempre al frente, imponiendo condiciones, no achicándose a pesar de quedar con 10 jugadores para el complemento y dejando bien parado el escudo del club, después de una goleada que caló hondo en los hinchas.
El contrapunto fue muy grande. Los hinchas de Botafogo se abrazaban y a la distancia generaban un canto al unísono con los futbolistas en la cancha, en tanto que los Mirasoles tomaron la bandera de los hinchas que estaban en la Ámsterdam y la recorrieron por la cancha pidiendo “libertad para los pibes”, haciendo referencia a los 21 detenidos que siguen en Río de Janeiro tras los incidentes acontecidos previo al partido en el Estadio Olímpico Nilton Santos.
El partidazo de Peñarol
Peñarol salió a jugar el duelo fiel a lo que había hecho en la Libertadores y con el orgullo de demostrar el por qué el equipo había llegado a esta instancia de la competencia, a la que no llegaba desde el 2011 y tras un año que había quedado en el puesto 63 entre los 64 equipos que disputaron la Libertadores y Sudamericana de la temporada pasada.
A la media hora de juego, los aurinegros ya habían tenido siete intentos de remate, aunque la visita había sido más peligroso con un tiro libre de Telles y un remate de Savarino. Rodrigo Pérez se comió la mitad de la cancha, jugando con el corazón, ese mismo corazón al que había puesto a prueba justamente en ese 2011, cuando junto a su hermano Sebastián disfrutó de esa campaña, pero en la tribuna.
Leo Fernández tomó las riendas del equipo, esas riendas que tanto se le cuestiona en “partidos importantes” por “no aparecer”. Jaime Báez marcó la diferencia y Javier Méndez demostró, una vez más, por qué es un referente. Báez puso el 1-0 con un golazo y Peñarol estuvo a nada de poner el 2-0 con un cabezazo de Pérez que dio de lleno en el vertical.
Una tontería de Aguerre una vez terminado el primer tiempo -le dio un pisotón a su colega Jhon y luego lo increpó adelante de los árbitros- dejó a Peñarol con 10 y obligó al equipo a quedar desamparado ante la salida forzada de Damián García.
Penal para Botafogo, que al final Maza desestimó tras ver la mano de Guzmán Rodríguez en el VAR (se apuró el chileno, porque Botafogo anotaba si dejaba seguir la jugada). Ese hecho levantó todavía más a los hinchas, más aún con otro golazo de Báez y la tonta roja del uruguayo Mateo Ponte. Thiago Almada descontó y Facundo Batista colocó al final el 3-1. Partidazo de Peñarol, que no hay que desmerecerlo porque el rival haya jugado con mayoría de suplentes, o porque no le haya dado valor a la vuelta por el resultado holgado del primer partido.
Botafogo jugará la final contra Atlético Mineiro. Otra vez un brasileño será el campeón de América, como en las últimas cinco ediciones. Peñarol eliminado, de igual forma que 24 horas quedó afuera River Plate. La brecha con los equipos brasileños es cada vez más grande desde todo punto de vista. Mientras los uruguayos esperan por el “descarte” de los equipos más poderosos, los clubes del país vecino salen a comprar futbolistas de Europa por 20 millones, y hasta son suplentes, como Carlos Alcaraz (Flamengo) que quedó en el banco ante el Mirasol.
Son las 00:50 y la conclusión es una: hay que quedarse con lo positivo de Peñarol en esta Copa Libertadores. Le devolvió la ilusión al hincha, le hizo creer que era posible “ganar la sexta”. Por eso, es más que válido el final y la mancomunión entre hinchas y futbolistas.
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