Redacción El País.
Para cambiar la historia, Uruguay buscará ganarle este jueves 16 de noviembre a Argentina en un estadio donde nunca le ganó y donde Argentina hace 46 años que no pierde. La Bombonera, ese escenario tan exigente para los visitantes, desafía este momento de la Celeste, tras empatar de visitante con Colombia y vencer a Brasil en el Estadio Centenario.
El escollo que significan Messi y los suyos se suma al embrujo del estadio de Boca, cuya presión se ha convertido en leyenda. Los gritos de los hinchas parten desde muy cerca de los futbolistas, rebotan en la tribuna de enfrente y parecen volver aún con más decibeles.
Desde hace años circulan proyectos para construir un nuevo estadio para Boca, pero todas las ideas chocan con un doble problema: los hinchas no quieren salir del barrio ni derribar la Bombonera. Su leyenda está asegurándole la supervivencia, pese a que es un escenario demasiado chico para la gran demanda de entradas que recibe su propietario, incómodo en numerosas localidades e inadecuado para los requerimientos del fútbol como espectáculo. Todo eso es secundario frente a su embrujo: es el baluarte de Boca, un destino turístico de Buenos Aires, un símbolo de un barrio también muy particular y según una nota de 2015 de la revista inglesa Four Four Two, es “el mejor estadio del mundo”.
Es improbable que sus diseñadores, el italiano de origen croata Viktor Sulcic y el ingeniero civil argentino José Luis Delpini, hayan planificado eso cuando hicieron los bocetos. Su misión casi imposible era encajar un gran estadio de hormigón en el reducido espacio que ocupaba hasta mediados de la década de 1930 el pequeño estadio de madera del club. Por tres costados había calles (todavía están) y del otro corrían las vías del ferrocarril. La única alternativa era levantar bien hacia arriba tres tribunas. El espacio restante, uno de los laterales, apenas alcanzó para un edificio de palcos con balcones, que fue reemplazado por una estructura más moderna en 1996, cuando el titular del club era Mauricio Macri.
La forma recordó de inmediato una caja de bombones, de ahí su nombre no oficial pero más conocido que el actual “Alberto J. Armando” y el anterior “Camilo Cichero”, ambos expresidentes del club. Al ser ocupado por la entusiasta hinchada boquense se comprobó que el estadio funcionaba como una caja de resonancia de lo que allí se cantara o gritara. Por eso se dice que la Bombonera ayuda a que Boca gane partidos, agrandando al local y achicando al visitante.
Y cuando la selección argentina comenzó a disputar Eliminatorias para la Copa del Mundo, fue el estadio elegido con preferencia, hasta que la remodelación del estadio Monumental de River, con su mayor capacidad y funcionalidad, lo desplazó. De los 34 partidos disputados en La Boca por la albiceleste en cualquier competencia, solamente perdió dos amistosos: uno contra Francia en 1971 y otro contra Alemania en 1977. Pero tampoco es un talismán invencible: el embrujo no alcanzó en las Eliminatorias para México 1970: Argentina necesitaba vencer a Perú para clasificarse, pero solo empató en la hora y quedó afuera, la mayor frustración de su seleccionado en las últimas décadas.
Uruguay jugó allí solo cuatro encuentros, todos amistosos: empató el primero (2-2 en 1956) y después perdió 1-0 en 1970, por el mismo resultado en 1971 y 3-0 en 1978.
El eslogan dice que la Bombonera no tiembla, late. La realidad es que cuando está llena, lo que ocurre casi siempre, y los hinchas saltan, la estructura registra algunas leves oscilaciones. En Internet se pueden encontrar videos que lo muestran. Estos movimientos también responden a algunas rajaduras derivadas de su antigüedad (fue inaugurada en 1940), aunque cada tanto se realizan algunas refacciones. Todavía no ocurrió nada grave. Los defensores del estadio aseguran que esa flexibilidad del hormigón le permite soportar el peso y los saltos de la multitud. Y prolongar su vida útil más allá de todos los proyectos de mudanza.
La aventura de visitar La Boca en un día de partido
Se agotaron muy rápido las 1.800 localidades cedidas por Argentina para los uruguayos que desean viajar a Buenos Aires para ver el clásico rioplatense. La mayor parte fueron destinadas a personas vinculadas al ambiente del fútbol. Si le toca ir a alguien que nunca haya visitado la Bombonera, debe saber que será toda una experiencia digna de destacar.
Lo más probable es que vaya hasta La Boca en taxi, aprovechando que para quien viaja desde aquí el viaje será barato, bajándose en la avenida Almirante Brown, la principal del barrio. También se puede llegar por Regimiento de Patricios. Luego deberá caminar un trecho por las angostas calles de esta zona tan característica de Buenos Aires. Cuando juega Boca, el alboroto alcanza a todos los vecinos. Entre las varias vallas de control que establece la Policía hay vendedores ambulantes de todo tipo, una marea humana vestida en amarillo y azul, “La 12” ensaya sus cantos y los pobladores salen a la puerta de la casa a ver el espectáculo. No es difícil imaginar que todo eso se repetirá cuando juegue la selección argentina, cambiando los colores a blanco y celeste.
Por lo general los hinchas visitantes van a la tercera bandeja, detrás de uno de los arcos. No es un lugar para quienes sufran de vértigo. Las tribunas son tan empinadas y tan cercanas a la cancha que en las jugadas más cercanas en buena medida lo que se ve son las cabezas de los futbolistas. Desde la segunda bandeja la visión es mucho mejor, debido la cercanía con el campo de juego, aunque el espectador no evitará tener que subir escaleras estrechas y empinadas, porque bajo las tribunas no sobra espacio: deporte aventura. Es recomendable el Museo de la Pasión Boquense, ubicado bajo las tribunas, aunque debe confirmarse si estará abierto el día del partido.
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