Habló el día que llegó y la noche en que se fue. Jugó (salvo por un caso) desde el primer hasta el último partido. Y sacrificó plata en Europa por darse el gusto de volver a Nacional,a las raíces.
Gastón Pereiro no tenía un pie en Uruguay cuando un puñado de periodistas ya lo había encimado. Periodistas que, con su presencia en el Aeropuerto de Carrasco, terminaron siendo testigos de un jugador visiblemente conmocionado, que, apenas abrió la boca, se dejó llevar por la emoción y terminó declarando entre lágrimas.
Era enero, pleno verano, y en La Blanqueada se respiraba un clima de antipatía por dos factores: la promesa incumplida de la directiva de mantener la base del equipo campeón uruguayo en 2022 y las contrataciones que Peñarol anunciaba un día tras otro en simultáneo.
A diferencia de otros futbolistas, que desafían los límites de la cautela con respuestas conservadoras, Pereiro mostró una imagen transparente desde el día uno. Tanto así que volvió a quebrar en llanto horas más tarde en conferencia de prensa cuando quien escribe le preguntó si volver a Uruguay era una oportunidad de “revancha” o más bien un “retroceso” en su carrera.
Seis meses después de aquella respuesta inconclusa al ser, otra vez, vencido por la emoción, el mediapunta completó su ciclo a préstamo desde Cagliari y, 25 partidos después, es hora de poder sacar conclusiones.
¿Cumplió? ¿Pudo dar más? ¿Se equivocó al volver? Son todas interrogantes que admiten más de una respuesta. Así lo contestó el propio jugador: “Algunos opinan a favor y otros en contra, pero yo estoy muy tranquilo. Lo disfruté mucho y ahora con la clasificación (a octavos de final de la Libertadores) y el Parque lleno, más todavía. (...) Capaz que en algún partido no se dio, pero la pasé muy bien”.
El balance del ciclo de Pereiro
A Pereiro pueden lloverle una infinidad de críticas (justificadas) por su nivel -muy distante de lo que se espera de un jugador de 28 años, asentado en Europa, que regresa a Uruguay-. Por su falta de agresividad -dejó perder un sinfín de pelotas divididas-. Quizás por su rendimiento en el clásico del Apertura contra Peñarol o bien por el debe de goles producidos que dejó en su corto pasaje -hizo tres en apenas seis meses-.
Pero donde no entran dudas de que estuvo a la altura es al evaluar su presencia en cancha. Aún con cambio de entrenador en el medio (se fue Ricardo Zielinski y asumió Álvaro Gutiérrez en marzo) el mediapunta siempre fue un nombre puesto entre los 11 titulares, con 25 presencias de 26 posibles (entre oficiales y amistosos).
La chapa europea no fue lo único que le dio crédito; ambos técnicos notaron en él una capacidad superlativa para crear juego con pases filtrados en los tramos finales del terreno y eso hizo que en muchas ocasiones le ganara la pulseada a jugadores como Franco Fagúndez o Alfonso Trezza. Lo llamativo del caso, eso sí, es que ni el propio Gutiérrez, quien dijo conocerlo desde las formativas, lo pudo enderezar para que alcanzara ese rendimiento explosivo que tuvo en su primer pasaje por Nacional y que le dio un boleto directo a la élite del fútbol en Europa.
De hecho, el tiempo le demostró al DT que estaba equivocado cuando dijo que, por su calidad, Pereiro era un jugador compatible para jugar junto a Fagúndez. En el tercer partido que dirigió, el 20 no ingresó y luego la tendencia se revirtió con el 10 sentado varios partidos en el banco de los suplentes.
En números, el ciclo cerró con 25 encuentros (20 como titular) y apenas tres goles (dos contra Cerro y uno ante Independiente Medellín). A eso le sumó una asistencia.
La del miércoles, ante Metropolitanos, fue la última exhibición del jugador en el bolso y reflejó, en buena medida, lo que fue su vuelta: hubo chispazos de lucidez, pero mucha irregularidad que el hincha igual le valoró con aplausos de despedida.