FÚTBOL INTERNACIONAL
Siete de cada diez selecciones sudamericanas tienen un técnico de esa nacionalidad
Uno de los fenómenos del fútbol de hoy es la extendida presencia de entrenadores argentinos por todo el mundo. En América del Sur son por lejos los más buscados: siete de las diez selecciones son conducidas por técnicos de esa nacionalidad, mientras que en Europa tienen presencia y buena reputación.
Se estima que más de 60 profesionales de esa nacionalidad trabajan en 126 ligas profesionales en el planeta, superando a los españoles, los nuevos “gurúes” tras la consagración de Pep Guardiola. La revista británica Four Four Two, cuando en diciembre del año pasado publicó su lista de los 50 mejores entrenadores, colocó a cinco argentinos: Diego Simeone (7°), Mauricio Pochettino (10°), Marcelo Bielsa (18°), Lionel Scaloni (21°) y Marcelo Gallardo (34°).
La presencia de técnicos de este país en el exterior no significa algo nuevo. Por ejemplo, José Durand Laguna estuvo al frente de Paraguay en el Mundial de 1930. Y la costumbre de algunos seleccionados sudamericanos de recurrir a técnicos argentinos se mantuvo a través del tiempo. Ahora es casi la norma: Gustavo Alfaro en Ecuador (clasificado al Mundial), Guillermo Barros Schelotto en Paraguay, José Pekerman en Venezuela, Ricardo Gareca en Perú y los más nuevos Néstor Lorenzo en Colombia y Eduardo Berizzo en Chile, además por supuesto Scaloni en Argentina. En Bolivia el cargo está vacante. Solo Brasil, con Tite, y Uruguay, con Diego Alonso, escapan a esa tendencia.
Sin embargo, la propia selección uruguaya tuvo su técnico argentino, el excampeón mundial Daniel Passarella (1998 a 2000). Podría agregarse a Juan Eduardo Hohberg (1969-1970 y 1976-1977), aunque estaba nacionalizado uruguayo e incluso ya había jugado por la Celeste la Copa del Mundo de 1954.
Por los clubes uruguayos pasaron destacados técnicos argentinos, aunque en el presente solo está Héctor Braccamonte en Cerro Largo. En cambio, las ligas locales de la mayor parte de América del Sur, así como la de México, hay una numerosa presencia.
Otro clasificado a Qatar, México, tiene en su banco a Gerardo Martino. Y uno de los que quedó afuera en los repechajes, Emiratos Árabes, estaba dirigido por Rodolfo De Arruabarrena. En los mundiales es cada vez más frecuente que un argentino esté al frente de algún otro equipo. En 2006 fue Ricardo La Volpe en México; en 2010, Bielsa en Chile y Martino en Paraguay; en 2014, Jorge Sampaoli en Chile y Pekerman en Colombia; en 2018 Pekerman en Colombia, Gareca en Perú, Juan Pizzi en Arabia Saudita y Héctor Cúper en Egipto.
El fútbol europeo, en tanto, siempre representó un campo de ardua conquista para los técnicos sudamericanos, salvo para los que habían cumplido largas campañas en clubes del continente e incluso contaban con ciudadanía local, como los argentinos Helenio Herrera y Alfredo Di Stéfano o el uruguayo José Santamaría. Pero poco a poco los argentinos también “invadieron” Europa.
El caso más destacado hoy es el de Diego Simeone, de larga y exitosa campaña en Atlético de Madrid. En LaLiga española también está Eduardo Coudet (Celta de Vigo). Y un candidato a la presidencia del Athletic Bilbao puso en su plataforma electoral la recontratación de Marcelo Bielsa.
En Francia, Mauricio Pochettino se hizo cargo del PSG, luego de haber dirigido en Inglaterra al Tottenham, aunque todo indica que no seguirá. Jorge Sampaoli es el DT del Olympique de Marsella.
. Este auge tiene varias razones. En Buenos Aires reivindican el buen nivel de los cursos de de la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino (ATFA) y de la escuela de la AFA. Y agregan que muchos se inician en su profesión entre problemas de infraestructura y organización que los hacen más diestros cuando llegan a clubes con mayores medios.
Consultado sobre el punto hace algunos años por El País de Madrid, Mauricio Pellegrino, entonces al frente del Valencia, aseguró que el éxito de sus compatriotas se debía a un tema “cultural”. “Recuerdo que con ocho años jugábamos un partido a muerte en los diez minutos que duraba el recreo. ¡Volvíamos a clase desfigurados! El desprecio social que sientes cuando pierdes te hace pensar que perder está muy mal. El que no triunfa no es nadie. En Argentina perder es un drama, y ganar está bien solo porque implica que no has perdido. Importa más no perder que ganar. Esto es una diferencia cultural, que no sé si es positiva o negativa, pero que nos hace competitivos. La otra es que nos adaptamos a todas las circunstancias”, dijo.
En este último sentido, los técnicos argentinos (y los futbolistas también) saben cómo moverse en otros medios y se amoldan a sus particularidades, y exigencias, algo que es valorado por sus contratantes. Podría decirse que lo mismo ocurre con los uruguayos, aunque por una cuestión de población son muchos menos. En cambio, es menos frecuente con los brasileños, que aunque hayan sido cracks extraordinarios no suelen replicar esos aciertos del otro lado de la línea de cal.
Como los entrenadores casi siempre han sido antes futbolistas, es común que alguien que haya jugado en Chile, México o España luego inicie su actividad como DT en ese país, sobre todo si su campaña fue importante. Por ejemplo, Simeone, destacado en el Atlético también dentro de la cancha. Ya conocía el medio y el medio lo conocía a él.
Además, como algunos técnicos argentinos hicieron escuela, a través de la gestación de un estilo propio de juego o de preparación, es habitual que sus “discípulos” o “seguidores” sean valorados, sobre todo en los países donde aquellos trabajaron.
Por último, no debe despreciarse el papel que cumple la mayor difusión de los jugadores o entrenadores argentinos. En un tiempo la revista El Gráfico los hacía conocidos fuera de fronteras. Hoy se puede decir lo mismo de las cadenas televisivas con base en Buenos Aires, que ingresan en los cables de buena parte de América.
En Argentina los técnicos tienen poca estabilidad
La ironía del caso es que los entrenadores argentinos, tan reclamados en el mundo, no consiguen la estabilidad laboral en su propios país: según un relevamiento del periodista Marcelo Gantman en el diario La Nación, la duración promedio de los técnicos en su cargo, estimada en 160 días, está por debajo de la mayoría de los países.
En América del Sur la estabilidad promedio es de 303 días, mientras que en Europa alcanza los 506.