Se terminaba mayo, empezaba junio, y Luis Suárez no tenía la certeza sobre si sería citado a la Copa América y la duda lo carcomía por dentro. Quería estar a toda costa, no se quería perder el torneo para lo que tanto se había preparado desde que Uruguay quedó eliminado inesperadamente del Mundial de Qatar 2022. Pretendía revertir esa imagen desconsolado en el banco de suplentes por el desenlace de la Celeste.

Todo se transformó en euforia cuando recibió, finalmente, el llamado de la gerencia deportiva de la selección para sumarse a la concentración de Uruguay en Palm Beach, cerca de Miami. Fue recibido como le ocurre a aquellas personas que dejan huellas imborrables en cualquier oficio, como aquel individuo que es aplaudido el último día de trabajo antes de la jubilación, o como esos alumnos que despiden a su docente de Secundaria con un efusivo saludo por la marca que dejó en sus estudiantes. Eso, y más, mucho más, es Luis Suárez, el mismo que anoche anunció su retiro de la selección uruguaya el viernes.

Foto: Estefanía Leal | El País

Luis Suárez es el mismo que fue levantado en andas por sus compañeros una vez finalizado el partido por el tercer puesto contra Canadá en Charlotte, en ese gesto que parecía el final de una historia de amor con la selección uruguaya.

Luis Suárez es el mismo que respaldó a Darwin Núñez una y otra vez públicamente -y con gestos- ante el mar de críticas que recibió el artiguense por los goles que no podía concretar. Porque alguna vez también le pasó a él, y porque alguna vez estuvo en los zapatos de ese mar de sensaciones que provocan impotencia y frustración.

Mismas sensaciones que sintió cuando mordió a Giorgio Chiellini en el Mundial de Brasil, o cuando puso inevitablemente sus manos para evitar una derrota contra Ghana en Sudáfrica 2010, que seguramente hubiera desencadenado otra historia del proceso Tabárez. Justo, cómo no estar agradecido al maestro, cómo no decir que fue el gran responsable de su estupenda carrera en la selección, esa misma que la comenzó como un niño y que hoy la culmina como una leyenda, utilizando las mismas palabras que empleó el nacido en Salto hace 37 años.

Luis evitó hablar del retiro de la selección uruguaya hasta no tener certezas en su ser interno. Sabía que no iba a ser en aquel enero de 2023, cuando el bajón por la Copa del Mundo seguía latente, cuando un mar de gente en Porto Alegre lo esperaba como lo que es: un crack mundial. No se podía ir así de la Celeste, pese a que en alguna ráfaga de pensamientos se le pasó por la cabeza.

Llegó Gremio, la rompió en una pierna -literal-, los rumores fuera de tiempo se empezaron a esparcir y demostró estar a la altura en la mejor liga del continente. Hizo los goles que quiso, de la forma que quiso, metió al tricolor gaúcho en la puja inesperada por el Brasileirao y ayudó a clasificarlo a la Copa Libertadores viniendo de Segunda. Porque eso es Luis y siempre lo fue: el de los milagros, el de las cosas inesperadas, el de los enojos, el de la humildad, el de hacer que los uruguayos se identificaran con su forma de ser como pocos lo pueden lograr, en un país que está partido desde lo futbolístico, en lo político y hasta en lo social.

Foto: Estefanía Leal | El País

El Inter Miami le dio la posibilidad de afirmarse, de olvidar sus dolores, de jugar más espaciado y de disfrutar del fútbol. Por eso para Suárez era tan importante jugar la Copa América en Estados Unidos, donde se sentía capacitado para aportar su experiencia, para llenar de buenas vibras a un vestuario que lo necesitaba y que gritaba por él. En algún momento se le pasó por la cabeza retirarse de la selección una vez terminado el certamen continental, pero no terminó siendo opción por el simple motivo de que faltaba algo: los hinchas que hoy lo idolatran.

“Estoy reservado, pero no sé qué voy a hacer”, le respondió tajante a Ovación anticipando que algo especial podía suceder en setiembre. La idea de retirarse ya dejaba de ser algo utópico y estaba cada vez más fuerte rondando en la cabeza del Pistolero, como rondó aquella idea de llegar en óptimas condiciones al Mundial de 2014 cuando un rebelde menisco lo quería dejar sin jugar esa competencia. Pocos días después estaba señalando a Walter Ferreira por un doblete contra Inglaterra. ¡Cómo olvidarlo!

“Venía pensando en la decisión, se acercaba el momento y justo llega la reserva de setiembre y ahí es cuando me pongo a analizar. ‘Seguís contando para el entrenador y toca decidir. Si ahora, después o continuar como si nada’. Ahí comencé el proceso de decir: ‘No. Llegó el momento’. Hablé con mi mujer y me dijo que hiciera lo que quisiera. Un día me levanté y pensé que era algo que quería cerrarlo. Me pidió el corazón cerrar esta etapa”, comentó un Suárez que se emocionó varias veces al hablar, mucho más cuando hizo referencia a Delfina, Benjamín y Lautaro, sus hijos.

Si serás grande, Luis, que ni siquiera hablamos de tus marcas en la selección. El viernes tendrás la fiesta en la que todo Uruguay quiere estar. Disfrutala. Sos leyenda.

Foto: Estefanía Leal | El País