ENTREVISTA
"Tengo la llama viva porque soy un apasionado", dice el técnico que este año celebrará los 25 años del quinquenio que obtuvo al frente de Peñarol.
Hacía dos días que no se sentía bien; tenía dolores en los brazos, en el cuello y se agitaba. El tercer día se levantó para salir rumbo al entrenamiento de Universitario en Lima y no pudo. Lo llevaron al hospital, le hicieron un electrocardiograma y el resultado fue inesperado: “Usted está infartado”, le dijo uno de los tantos médicos que había a su alrededor. “Hacía dos días y medio que estaba infartando, pero no estaba para mí. Así que acá estoy, como digo yo: en dos cilindros”, dice hoy Gregorio Pérez, que no tira la toalla. “Me gustaría en un futuro acercarme a algo del fútbol, aunque no sea dirigiendo pero acompañando a alguien”, dice con una mezcla de nostalgia e ilusión.
El fútbol no es todo para él, pero es el fuego interno que lo alimenta desde hace casi 60 años. A los 74 (16 de enero de 1948, Gregorio Aznares, Maldonado) y cinco meses después del cimbronazo de la noticia el técnico ganador del segundo quinquenio en la historia de Peñarol está en una pausa obligada pero prácticamente definitiva en su carrera como entrenador. “No digo que no voy a trabajar más, sino que me tengo que seguir cuidando y que esto que tuve es un aviso. Soy consciente de eso. Ahora, si mañana se da alguna chance para acompañar a alguien, lo hago”, afirma.
Define que el cambio en su vida “fue radical” por estar alejado de la pelota. “No es que uno tenga pasión por el fútbol, sino que a mí me atrapó. Es un demonio que tengo adentro llamado fútbol. Tengo una linda familia, hijos, nietos, mi señora, todos bien; me ha ido bien, en una carrera muy prolongada, salí varias veces al exterior… Disfruto de todo, pero esa palabra fútbol es algo con lo que me despierto temprano y está en la cabeza. No dejo de reconocer que viví una situación difícil y que también tengo mis años y uno tiene que buscar otro camino para vivir con tranquilidad”.
Cambio de tarea
¿Y cuál es ese otro camino? Gregorio ya no se imagina tanto adentro de la cancha sino como una especie de manager. De hecho reveló que ya tenía en mente algo de eso. “Ahora estoy viviendo otra etapa de la vida, porque me sentía muy bien y este choque contra la pared, pah… Yo me había planteado a fin de año bajar los decibeles y seguir como manager, que me lo había ofrecido Universitario. Inclusive ahora me llamaron para ver si quiero ir a acompañarlos cuando esté bien. Me encariñé mucho con el club por cómo nos trataron a todo el cuerpo técnico. Conmigo estaban (Daniel) Curbelo y (Edgardo) Adinolfi. Nos brindaron todo y los resultados se dieron en un club muy grande, con muchos millones de hinchas, pero la realidad es la que vivo hoy”.
Ha cambiado la rutina porque se ejercita, tiene controles médicos, disfruta de sus nietos a los que lleva o trae del colegio y acompaña a las prácticas de baby fútbol, pero ese demonio interno le impide dejar de lado el fútbol. Mira todos los partidos “y a veces hasta tengo puestos dos al mismo tiempo, entonces viene mi hijo y me dice que pare, porque además yo me caliento”, dice entre risas. Pero además, como sabe que su función quizás cambie pero su carrera no, se sigue instruyendo. “Me levanto temprano, voy al gimnasio, miro fútbol, escucho la radio —porque soy hombre de radio—, trato de interiorizarme y me he marcado dos horas al día para leer, refrescar cosas y estar actualizado. Más allá de todo lo que pasó yo soy un hombre feliz porque gracias a Dios con mucho esfuerzo hice —para mi modesta opinión— una carrera extraordinaria que me dio cierta tranquilidad, porque vivo distinto a cuando empecé y mi familia está bien. Por mérito de ellos también, porque mis hijos tienen cada uno su familia, han forjado su futuro y trabajan, pero tengo la llama viva porque soy un apasionado. Me pongo a hablar de fútbol a veces con amigos y paso una hora igual. Les tengo que pedir disculpas por todo lo que hablo”.
Peñarol
Desde Peñarol lo invitaron tanto Ignacio Ruglio como Guillermo Varela para trabajar en el club en la campaña electoral, pero no en este último tiempo. Jamás lo dirá, porque Gregorio es un tipo humilde, derecho, con convicciones fuertes y unos principios de buena gente inalterables, pero espera con ansias un llamado para volver a sentirse pleno. En aquel momento se excusó, porque quería seguir dirigiendo “pero ahora no sé”, dice. “Todo el mundo sabe que soy hincha de Peñarol y que tengo a mis amigos ahí, pero por el momento está todo bien. Tengo que ser consciente de que debo tener paciencia, porque es mi salud”.
Lo que sí tiene claro es que cuando vuelva a trabajar lo hará para aportar algo desde lo futbolístico. “Yo no quiero ir para figurar, porque a mí no me gusta eso de ‘mirá, vino Gregorio’. No; me gustaría ir a algún lugar para poder transmitir cosas, vivencias. Por eso hoy me preocupo por estar vigente. Sigo todo y creo firmemente —y lo digo con total humildad— que no me quedé en el tiempo por más que han cambiado las épocas”.
25 años del quinquenio
A decir verdad, con Pablo Bengoechea y Gabriel Cedrés en la secretaría técnica, no habría mejor momento que este 2022 para que Peñarol le haga un lugar a Gregorio Pérez, porque se cumplen 25 años del quinquenio que inició él en 1993 y culminó en 1997, aunque con ausencia en 1996 cuando se fue a dirigir al exterior y asumió en su lugar Jorge Fossati.
“¡Qué historia!”, exclama cuando se le recuerda aquella conquista. “Se recuerda poco el aniversario; casi nada. El año pasado recibí una sola llamada”, se lamenta. “Es algo que hoy está en el gran recuerdo porque fue lo último histórico que quedó en el club. Incluso hay generaciones distintas que vienen a saludarme y a decirnos que con pocos años iban al estadio y hoy tienen 35, 40 años; y gente más veterana también”.
Se pone la mano en la barbilla, pierde la mirada en el techo y rememora: “Ese plantel tenía madurez, pero los jóvenes lo vivían también con unas expectativas bárbaras. Eran otras épocas en las que no habían redes sociales, computadoras ni nada de eso. A los jugadores los teníamos que correr de la cancha porque se quedaban haciendo pelota quieta, tirando penales. Y recuerdo que ellos mismos nos venían a pedir para concentrar un día antes cuando las cosas no salían. A veces estábamos 20 días metidos en Los Aromos”. Gregorio considera que “la gente le dio un gran valor a ese logro porque lamentablemente, por distintas circunstancias, el club no ha podido coronar con otra gesta importante”.
Lo entusiasma
Habla de la selección uruguaya de cara al Mundial y se sienta al borde del sillón porque el rendimiento de la Celeste lo entusiasma. “La veo bien a la selección. Uruguay tiene recambio, que ya lo venía haciendo en distintos sectores del terreno. Y la vi —hablando futbolísticamente— ser un equipo agresivo, tratando de recuperar en la zona alta el balón, ser muy práctico para jugar, salir rápido del fondo, tratando de que se juegue más directo, con un tránsito rápido en el medio, con buenas intenciones y con mucha llegada al área rival. Aparte, no solo con llegada ofensiva, sino que cuando se pierde la pelota hay mucho equilibrio porque bajan muchos y muy rápido. Estos días en Estados Unidos creo que le sirvieron mucho a Diego para trabajar todos esos detalles, que son importantes. Tenemos gente joven que juega en equipos muy importantes, con muchísimas exigencias y sus respuestas han sido muy positivas. Por eso veo a la selección con un futuro muy alentador”.
Tabárez: su salida de la selección y cómo la vive
Gregorio Pérez fue ayudante técnico de Oscar Tabárez en la Copa América de 1989 y el Mundial de 1990. Desde entonces mantienen una gran amistad. “Hablamos seguido por teléfono y el otro día estuve con él”, dice. ¿Cómo vive el maestro la era pos selección? “Lo está llevando bien. Él extraña, lógicamente, pero lo encontré muy fuerte, vital. Lo que está tratando de hacer es llenar los espacios, porque para los veteranos 24 horas es mucho en un día”. No le sorprendió el cese de Tabárez por parte de la AUF, aunque cree que “quizás no fue la forma adecuada porque fueron 15 años de trabajo. Yo creo que Uruguay igual hubiera clasificado al Mundial con el maestro, y lo digo con todo respeto a Diego Alonso”.
Asegura que Uruguay sigue siendo un caso único en el mundo fútbol. “A nosotros ya no nos sorprende tener jugadores tan talentosos, pero seguimos siendo un milagro. Incluso las buenas actuaciones nos ponen en un nivel de exigencia a nosotros como hinchas para Darwin Núñez, Facundo Pellistri, Federico Valverde, Rodrigo Bentancur, Ronald Araujo, en fin… La personalidad de Sergio Rochet también me sorprende. Y Godín va a estar bien. Él, Cavani, Suárez, Cáceres y Muslera son los que quedan de todo ese proceso y son muchachos que le aportan cosas importantes, porque transmiten su experiencia a los jóvenes, más allá de que jueguen o no”.
Diego Alonso
Gregorio conoce muy bien al técnico de la selección. “Lo llevé de Bella Vista a Gimnasia y Esgrima La Plata en 1999 y fue goleador. Ganamos un clásico 2-1 con gol suyo y luego de ir perdiendo 1-0. Empató Sava y ganamos con 10 hombres. La rompió en Gimnasia, porque hacía goles en todos los partidos y por eso se fue a Valencia. Era un loco bárbaro. Me hacía agarrar cada calenturas en las pelotas quietas… Pero era muy motivador; un guerrero”, lo recuerda de su época de futbolista. “Hicimos una gran amistad que la seguimos y por eso me da mucha alegría que le vaya bien. Confirma lo que ha demostrado durante su carrera, que no ha sido muy larga pero ha trabajado en mercados con exigencias como el mexicano y ha sido campeón. Es un apasionado por el fútbol”.