DE VOLEA
La explicación de que los entrenadores de los grandes se mantengan en sus cargos es que ha sido tan malo lo de ambos que los clubes no tuvieron la necesidad de tocarlos.
Las cosas son como son. Nacional y Peñarol están últimos en sus grupos de Copa Libertadores, con la diferencia de que el tricolor todavía aspira a avanzar a octavos de final (no depende de sí mismo) y el aurinegro ya no tiene chance de seguir en el principal torneo y pelea por clasificar tercero para ir a la Copa Sudamericana.
Duele, por supuesto, porque que los grandes de Uruguay estén en el sótano del fútbol continental habla del nivel que tiene la liga uruguaya, en la cual Nacional está tercero y Peñarol cuarto. Las campañas de ambos en este semestre son malas. Apenas superan el 50% en puntos ganados sobre disputados y en juego están más abajo de lo que muestra la tabla. El tricolor en este aspecto está un poco más arriba, pero tiene como contrapeso que perdió el clásico.
Con todo este panorama luego de 17 partidos disputados en la temporada por parte de Nacional y 18 del lado de Peñarol (tiene uno más porque jugó la Supercopa Uruguaya) parece un milagro que los técnicos sean los mismos que comenzaron el año.
La explicación es una sola: Pablo Repetto y Mauricio Larriera —sin quererlo— se han cuidado mutuamente las espaldas. Ha sido tan malo lo de ambos equipos que ninguno tuvo la necesidad de cesar a su entrenador. Si uno de ellos estuviera cinco puntos por encima del otro, seguramente ese otro ya no ocuparía su cargo.