RACING
Un apellido registrado con letras de oro en los 99 años de la "Escuelita".
En estos días Racing Club ha celebrado sus 99 años. Pocos lo saben, pero la institución de Sayago tiene lo que quizás sea un récord. Cinco hermanos vistieron su camiseta albiverde en las décadas de los años 50 y 60 y todos salieron campeones con ella, ya sea en primera o en las inferiores. Esta es la historia de Mario (Mariolo), Alberto Daniel, Ignacio, Ernesto y Enrique Bergara de Medina.
Criados en Rocha y Montevideo, desde chiquitos los hermanos tuvieron un don para la pelota y así lo demostraron en las canchas ubicadas atrás del Colegio Pío en Villa Colón, en el que estudiaban. Su madre, María Elena (Maruja), había vivido en la década del 40 en la casona de avenida Millán y Sayago, al lado del parque Roberto, y de ahí venía su vinculación con el club.
En 1958 el club salió campeón de la B y ascendió en una temporada muy recordada porque con Mariolo e Ignacio como titulares le sacó 11 puntos de ventaja a su perseguidor. Ignacio era lateral y Mariolo un jugador cerebral y exquisito que convertía mucho y al que los viejos racinguistas recuerdan como uno de los más grandes que pasaron por el club. También Alberto ya mostraba su calidad. Había llegado a jugar en la reserva con 14 años en 1956. Cuando llegó de short al Centenario, el portero no lo quería dejar pasar porque pensó que era un niño, no un jugador...
Ese mismo año Ignacio salió campeón sudamericano juvenil con Uruguay, oportunidad en la que se dio un episodio insólito. Maruja fue a Chile y en ocasión de un partido, en el que el juez aparentemente no había tenido la debida ecuanimidad, irrumpió con otra señora en la cancha y al grito de “juez chorro” la emprendió a carterazos contra el infortunado. Todo terminó bien. Uruguay salió campeón y toda la delegación tomó champagne para festejar.
En 1959 Racing salió tercero en la “A” y Mariolo se consagró con la celeste. Ese año se disputó en Guayaquil un Sudamericano “extra”. Sin jugadores de Peñarol, Uruguay se lució, salió campeón y le propinó a Argentina la mayor goleada de la historia: 5 a 0. Mariolo, con cuatro goles, incluido uno a Argentina, fue el goleador uruguayo.
En 1960 se hablaba de su pase a River argentino aunque finalmente fue a Nacional, que era su secreto deseo. Si bien tuvo que lidiar con quizás el mejor Peñarol de la historia, salió campeón con Nacional en 1963 y cortó lo que hubiese sido un sexenio aurinegro, lo mismo que lograría su sobrino Federico en 1998. Antes había defendido a Uruguay en el mundial de Chile 1962.
El 6 de agosto de 1964 Nacional enfrentó en el Centenario a Independiente de Argentina en su primera final de la Copa Libertadores. Más de una vez, Mariolo me contó de qué forma el árbitro holandés Leo Horn le anuló un gol por un offside que él creía que nunca existió. “Jamás podrán convencerme de que fue ilícito, pero lo anuló. Claro que ese mismo juez debió salir una vez disfrazado de policía de un estadio de Londres porque la hinchada le aguardaba por algunos fallos peculiares”, le dijo a El Diario en 1977. En la revancha, el rojo de Avellaneda ganó con un golazo de Mario Rodríguez y consiguió la primera de sus Libertadores. A Nacional le había faltado José Sanfilippo, el excéntrico goleador argentino que estaba lesionado.
En 1962 se había dado un hecho increíble. Alberto e Ignacio, defendiendo a Racing, se enfrentaron a Mariolo, que estaba en Nacional. Tres hermanos en el campo del Centenario. Pero no fue todo, porque Ernesto también jugó ese día en el Estadio en las inferiores racinguistas. Enrique, por su parte, salió campeón ese año con la Quinta de Racing. Fue la primera vez que las inferiores de un cuadro chico ganaban un Uruguayo.
En 1962, con solamente 20 años, Alberto, quien también era volante y goleador, y ya llevaba más de 50 partidos en primera, fue vendido al Mallorca. Como Maruja lo veía muy joven pidió y logró que el equipo balear también comprase a Ignacio. Comenzó así la etapa española de los hermanos. Alberto brillaría en el Mallorca primero y luego en el Sevilla al que llegó en 1967. Fue “Pichichi” de su equipo, convirtió decenas de goles, incluido uno, que él recordaba especialmente, en 1969 con el que su equipo venció al Real Madrid 1 a 0 en el Sánchez Pizjuán.
Alberto pasó al Tenerife, en el que también se lució pero una lesión lo tuvo a mal traer y debió retirarse relativamente temprano. Se había casado con una inglesa, Jane, y se instaló en Sheffield, una importante ciudad industrial del norte de Inglaterra, donde se fundó en 1857 el que se considera el club de fútbol más antiguo del mundo, el Sheffield FC. Un apasionado del fútbol, una persona intensa que enfatizaba la importancia del entrenamiento físico, Alberto se reinventó como técnico y dirigió, en un momento en que los técnicos extranjeros eran poco comunes en el Reino Unido, a Luton Town, Derby County, Sheffield FC, Middlesbrough, Sheffield United, Rochdale, Stockport County, Sheffield Wednesday y Darlington, entre otros. Pero también se involucró con selecciones. Fue ayudante de la dirección técnica de la selección juvenil inglesa en 1981 y en 1984 dirigió a la selección de ¡Brunei!. Siempre contaba que el sultán le permitió una vida de lujos esos meses…..
En todos lados fue querido y admirado y el Stockport County, cuando falleció en 2007, bautizó a la tribuna principal de su Edgeley Park “Danny Bergara”. En todos sus encuentros flamea una bandera uruguaya en la tribuna…. Su peripecia está recogida en el libro “The Man from Uruguay”, de Phil Brennan.
Su hermano Ignacio había pasado al Espanyol de Barcelona en el que fue compañero del enorme Alfredo di Stéfano. También fue técnico: ascendió al Albacete a primera en 1984 y dirigió al San Andrés de Barcelona.
Mientras tanto, Mariolo había vuelto a Racing con el que salió tercero en el Uruguayo de 1966 y luego culminaría su carrera en Wanderers. En 1967, en Segunda, se enfrentaría a su hermano Enrique, entonces en River Plate. Ernesto, por su parte había sido campeón con Racing en reserva y había jugado en el Porongos de Trinidad. Un palco del Gran Parque Central lleva al nombre de Mariolo Bergara, quien siempre fue un tricolor apasionado, pese a que defendió con profesionalismo a otros clubes.
Pero la historia futbolística de los Bergara no termina aquí. Federico Bergara, hijo de Enrique, comenzó en Racing como defensa. Una vez como arquero improvisado, por expulsión del titular, atajó un penal. Peñarol se lo llevó ( aunque su corazón es “bolso”. Salió campeón uruguayo en 1993. Se peleó con Gregorio Pérez y luego, para su alegría y de la familia, recaló en Nacional con el que salió campeón en 1998. Defendió también él a la celeste y seguiría su carrera en Racing de nuevo, Estudiantes de La Plata y en China.
Estas líneas, de un tricolor apasionado, son un homenaje a los cinco hijos “cracks” de Maruja, la queridísima bisabuela de mis hijos, quien a sus noventa y tantos, cada fin de semana busca saber a través de la radio, cómo le fue a Racing.