PASE PROFUNDO
De madre a hija y de abuela a nieta: el amor por el deporte se transmitió y hoy Laura cree que Tatiana y Lizeth lograron cumplir los sueños que a ella le quedaron truncos dentro de la cancha.
"Por supuesto que sí”, responde Laura cuando el fotógrafo la reta a hacer jueguitos. Con una pisada y un gesto digno de Neymar o de cualquier futbolista profesional, levantó la pelota. Laura Tecco hoy tiene 61 años, pero vive con la misma pasión, o tal vez con más, con la que corría por las calles de Punta de Rieles a los cinco o seis años jugando al fútbol con varones.
“Mis hermanos me llamaban a jugar y yo iba, pero en casa no les gustaba. Mi madre se enojaba conmigo porque no quería que jugara con ellos”, cuenta hoy en su casa ubicada en la Curva de Maroñas, donde vive con su familia.
Pero todo cambió cuando Laura se sumó a su primer equipo de fútbol femenino. Cambió, literalmente. Recibió la aprobación de la madre siempre y cuando fuera acompañada y descubrió un mundo en el que iba a transitar con pasión y sobre todo, mucho entusiasmo.
Un mundo con canchas que no estaban en las mejores condiciones, con jueces improvisados y en el que esquivar patadas era moneda corriente, pero en el que ella se sentía en plenitud.
“Yo tenía 13 años y se armó un cuadro allá en el barrio: el Roberto Ferrés. Eran todas mujeres grandes y me acuerdo de un partido con Villa Española donde se armó un lío grande porque me buscaban a mí para pegarme y yo jugaba con mis dos hermanas y me defendían”, recuerda Laura.
Pero en un fútbol en el que no existían los fichajes, era habitual jugar un tiempo en un cuadro y rápidamente cambiar de colores. Fue así que le llegó la chance del Atlanta de Pando, que quiso tanto contar con sus servicios que le ofreció una especie de “pago”: “Un día jugué un partido contra ellas y les gustó. Me llevaron a jugar con ellas. Hablaron con mi madre y había viático para mí y para mi acompañante y también comida. No lo dudé y allá fui”, agrega quien se movía en el mediocampo y jugaba de “5” o de “8”, aunque lo que más le gustaba era tener la pelota en sus pies. Pese a que ella se excusa de que no es para agrandarse afirma: “Para sacarme la pelota tenían que pegarme”.
El fútbol femeninoa mitad de los años 70 en Uruguay no estaba muy desarrollado y pese a que había muchas mujeres que se animaban a jugar, la discriminación también se tornaba algo con lo que se podía sufrir.
“Me decían ‘marimacho’ y yo más me enojaba, pero también me daba cuenta que jugar al fútbol era lo que a mí me gustaba y eso pesaba más”, reflexiona “La Tecco” como era conocida en el ambiente del fútbol por su apellido.
La carrera vertiginosa de Laura la llevó a tomar una decisión que, para ella, no fue difícil: jugar en Nacional.
Es que Laura es hincha fanática de Peñarol, pero cuando le llegó la chance de jugar en el conjunto tricolor lo tomó como uno más, en parte, “porque a mí lo que me gustaba era jugar, no importaba tanto dónde”.
De hecho, tiene muy buenos recuerdos de aquel equipo y no duda en asegurar que fue con el que más copas levantó durante sus años como futbolista y además que fue el único con el que entrenaba durante la semana: “Íbamos al Hipódromo, nos poníamos en un costadito y entrenábamos ahí. Siempre fui amateur, ojalá hubiera jugado profesional”.
Los años fueron pasando y los clubes también. Pese a que hay alguno que tal vez se le pueda escapar, Laura rememora que tuvo pasajes por un equipo de Toledo, San Lorenzo, Huracán Buceo y Cerro, de donde guarda buenos recuerdos.
Danubio, que es el cuadro que hoy identifica a su hija y a su nieta, estuvo cerca de recibirla, pero una jugada lo cambió todo: “Yo estaba en el Atlanta de Pando y Danubio quería que jugara con ellos. Mi madre no me dejaba porque veía un ambiente que no era el mejor en esa época. En el partido arranqué con la pelota en mitad de cancha, cuando llego al área siento al director técnico que le grita a una ‘ahora’ y se me tiró con las dos piernas. Pensé que me había quebrado. Me sacó mi hermano en andas y yo quería volver a entrar y no me dejaban porque sabían que yo era mala. Yo quería jugar al fútbol, pero si me pegaban...”, recuerda.
Esos años también la llevaron a crecer en lo personal y en lo familiar y consigo llegaron los hijos. “Vos te quedás sentadito y de ahí no te movés”, le decía Laura a Luis que la acompañaba seguido.
Richard, otro de sus hijos y que también la siguió por varias canchas, se asombró cuando entró a su hogar y se encontró con el periodista y el fotógrafo que hacían la entrevista, pero rápidamente se sumó a la charla y no hizo más que elogiar a su madre. “Tenía un misil en la pata. Yo me acuerdo en la cancha de Rampla, en el Olímpico, estaba toda llena de barro. Yo era chico, tendría 12 años, y agarró la pelota, se quitó a dos de arriba y sacó un misilazo. Dejó la marca del barro en el ángulo y la gente se agarraba la cabeza porque había sido un golazo y encima jugando en Cerro, en un clásico”, cuenta como si lo estuviera reviviendo varios años después.
“Un día la acompañamos a jugar al Chuy, no me olvido más. Le habían pegado un par de patadas y ella se levantaba y seguía. No había forma de pararla. Era terca. Era lindo verla jugar”, recuerda.
Pero así como llegó Richard, lo hizo Tatiana, la más chica de todas y la que siguió los pasos de su madre en el fútbol femenino, no sin antes vivir una situación particular.
“Cuando estaba embarazada, por supuesto, yo no jugaba y me cuidaba. Pero yo no estaba enterada que estaba esperando a Tatiana y seguí jugando por un tiempo. Cuando el retraso ya era evidente fui al médico y estaba embarazada de dos meses”, recuerda Laura.
El hecho de tener cinco hijos la llevó también a abandonar la actividad futbolística para ponerse a trabajar porque “primero estaba el trabajo”.
Tatiana, la gran heredera
Tatiana Stelmak tiene 24 años y actualmente defiende los colores de Danubio, pero al igual que su madre comenzó desde muy chica aunque en este caso ya lo hacía en baby fútbol.
“Tengo entendido que a ella la ataban a la cama para que no saliera a jugar al fútbol cuando era chica”, cuenta Tatiana dando a entender que su pasión por el fútbol efectivamente viene legada de su madre, pese a que ella nunca los obligó a jugar.
“Yo no tuve el honor de verla jugar, pero por lo que me contaron mis hermanos...”, agrega haciendo alusión a lo bien que se desempeñaba su madre dentro del campo de juego.
“Arranqué a los cinco años a jugar. Yo iba a la cancha a ver a mi hermano que jugaba en el Club Ciclista Fénix y supuestamente un día le pregunté: ‘Mamá, ¿yo puedo jugar al fútbol?’. Averiguamos y arranqué”, expresa Tatiana.
“Me gustaba mucho y era un poco más guerrero jugar con los varones”, recuerda y agrega: “A veces me peleaban un poco por ser nena, pero yo me defendía. Un día me le tiré arriba a uno y le apreté la cara”, cuenta entre risas, aunque también un poco avergonzada por el hecho.
A los 10 años le tocó la posibilidad de empezar a jugar fútbol femenino y es que en Alumni le abrieron las puertas y de ahí en adelante ese fue su camino.
A los 13 años debutó en un equipo AUF, ya que vistió los colores de Wanderers, pasó por River Plate, Racing y Peñarol, aunque lo que rescata es que siempre contó con el apoyo de su madre que la acompañó en cada uno de esos equipos. “Yo no iba solo a acompañarla, iba porque me gustaba verla y porque me gusta ver fútbol”, agrega Laura.
En 2013 tuvo la chance de participar por primera vez de la selección uruguaya en una preselección Sub 17 que era dirigida por Jorge Burgell, quien la consideró “una lateral zurda muy buena, de muy buen pie y sobre todo potente”.
Al igual que su madre, la pasión por el fútbol se daba en muchos aspectos y por eso también participó de varios torneos de Fútbol 5 en los que ingresó dos veces en una selección que hacían en el mismo torneo para viajar a Brasil y siempre acompañada por Laura.
Actualmente Tatiana se desempeña como lateral izquierda en el plantel principal de Danubio que en el actual Torneo Rexona de Primera División comenzará mañana la lucha por la permanencia.
Está disputando su segunda temporada en el equipo franjeado y en la primera ya dejó su huella porque formó parte del plantel que logró el ascenso a la Primera División en la que se encuentra en este momento.
Sus buenos rendimientos también le dieron la posibilidad de volver a la selección y es que el técnico Ariel Longo la citó para formar parte de un equipo de la selección mayor que actúa como sparring de la Sub 20 y que también empieza a preparar el plantel de cara a la Copa América que se disputará en 2022.
Pero mientras juega al fútbol, Tatiana no abandona los estudios y por eso asiste a la UTU José Pedro Figari de Artes y Artesanías. “Me gusta el dibujo, te enseñan pintura y todo lo que tenga que ver con eso. Arranqué este año y lo que hago por fuera del estudio son caricaturas como ‘trabajitos’ que te piden o te encargan. Y hago también pinturas o ilustraciones digitales en celular o tablet”.
Tstelmak.art es el Instagram en el que hoy se pueden observar varios de sus trabajos, donde además de hacer caricaturas de sus familiares o amigos hay muchos que tienen que ver con el fútbol con personajes como Ronaldinho, Maradona o hasta una de sus compañeras en Danubio: Pamela de Armas.
Lizeth, la Sub 16 que ya buscan en Primera
“Ojalá que los nietos que vengan sigan jugando”, comenta Laura luego de hacer referencia a Lizeth Stelmak, su nieta que es sobrina de Tatiana.
Precisamente el fútbol fue la que no le permitió estar presente en la entrevista, ya que en ese horario tenía que entrenar con la Sub 16 de Danubio.
Su camino en el fútbol fue bastante similar al de su tía y al de su abuela porque con cinco o seis años se inició en el baby fútbol defendiendo los colores del Policial, en Punta de Rieles, también con varones.
A los 10 años arrancó en el Club Ciclista Fénix, pero en este caso a jugar en fútbol femenino, pasó por La Luz pero no estuvo mucho tiempo y cuando Tatiana arrancó en Danubio, su sobrina también inició en el elenco franjeado.
“Yo iba los sábados a ver a Lizeth y los domingos a ver a Tatiana”, comenta Laura aunque la pandemia la obliga a estar atenta de otras maneras. “Apenas termina el partido te llama o te manda un mensaje”, agrega Tatiana, salvo los partidos que puede ver por el celular cuando son transmitidos por AUF TV.
Pese a defender a la categoría juvenil del equipo de la Curva de Maroñas, Lizeth ya fue citada en un par de ocasiones al plantel principal, lo que también marca el buen rendimiento de la joven de 16 años.
Richard también hizo referencia a su hermana y a su sobrina y expresó: “Las veces que la vi jugar me dejó sin palabras. Tiene que animarse más y avanzar más, pero tiene cualidades. Y mi sobrina también, lo que pasa que ella es muy tímida; si se suelta va a poder mostrar todo el potencial que tiene. El fútbol femenino está en auge y yo les digo que si siguen y se la juegan con todo, quién te dice que no puedan emigrar”.
La familia no está ausente en el masculino
La familia Stelmak-Tecco, el fútbol y Danubio también estuvieron relacionados a nivel masculino gracias a Luis, padre de Lizeth y hermano de Tatiana.
“Mi hijo no tuvo una banca”, comentó Laura y agregó: “Llegó a estar citado en Primera División de Danubio. Hizo todas las formativas, desde los 10 años y no faltó a ninguna práctica. Estaba en Tercera y lo vio Fossati, lo subió a Primera para jugar un amistoso e hizo un gol contra Huracán Buceo. Iba a jugar en lugar de Richard Núñez y él le hablaba, pero se fue Fossati, vino otro entrenador que lo tiró para abajo, se desmotivó y se desvinculó”. La carrera de Luis continuó en El Tanque Sisley, Basáñez y Huracán del Paso de la Arena.
Tatiana y Lizeth cumplen los sueños de Laura
Laura, Tatiana y Lizeth comparten casa, los genes, pero sobre todo comparten la pasión por el fútbol que las llevó a cada una, en distintos momentos, a jugar.
¿Jugás ahora? Le preguntó el periodista a Laura y ella con sinceridad respondió: “Jugué algún fútbol 5, pero me canso. Yo fumé mucho, ahora hace 10 años que lo dejé, pero corro un poco y quedo muerta”.
Tatiana recuerda haberla visto en algún encuentro de madres, pero resalta que hoy le gustaría poder compartir algún partido con ella.
Hace casi 24 años que Laura abandonó la práctica del fútbol, pero hoy disfruta desde otro lado. Cree que ser entrenadora le costaría mucho porque al momento de ver la pelota querría correr atrás de ella y no solo dar indicaciones, pese a que Tatiana le insiste con que haga el curso.
Laura hoy disfruta de ver a su hija y su nieta porque además significa mucho para ella: “Cuando ella (por Tatiana) jugó en Peñarol pensaba que estaba cumpliendo todos mis sueños, así como el de jugar en la selección uruguaya”.
No haber jugado de forma profesional es lo que quedó en el tintero de Laura, pero también un poco lo vive cada vez que ve a su hija o a su nieta correr dentro del campo cualquiera sea la camiseta.
“Me hubiera gustado que toda esta evolución del fútbol femenino hubiese sido antes para poder vivirlo, pero ojalá que siga creciendo todavía más. Por ellas y por todas las que están jugando hoy en día, me gustaría que hubiera plata para ellas para la vestimenta, el calzado, el viático, para todo”, reflexiona Laura.
Abuela, madre, tía, sobrina. Muchos son los vínculos familiares dentro de esta historia. La historia de una familia que tiene el fútbol en sus genes, que venció la insólita barrera de aquellos que dicen que las mujeres no pueden jugar al fútbol y que espera que las próximas generaciones continúen con lo que hoy se ha transformado en tradición.
15 de agosto de 1996: el día que cambió la historia
Jorge Burgell es entrenador y está ligado al fútbol femenino hace más de 25 años aportando desde distintos lados. Colaboró con Matilde Reisch, la primera presidenta del fútbol femenino en la AUF, en lo que fue el primer torneo oficial de fútbol femenino en Uruguay que, de forma particular, se disputó en formato de fútbol 5. “Fueron 20 partidos entre el 29 de enero y el 15 de febrero y se disputaron en la cancha del Nautilus, por lo que muchos pasaban y se quedaban a mirar”, comenta hoy quien cumplió 15 años en la Organización Nacional del Fútbol Infantil (ONFI).
“Fue el primer torneo de mujeres auspiciado por la Asociación Uruguaya de Fútbol, fue la primer acción práctica después de la creación del Departamento de Fútbol Femenino, hecho acontecido a fines del año pasado”, rezaba una nota escrita por el propio Burgell, quien fue repartiendo por los distintos medios de prensa para comenzar a difundir una disciplina a la que él defendió y defiende a capa y espada.
Desde ese momento se insertó en el fútbol femenino para ser hoy una voz autorizada respecto al mismo. Y como entrenador tampoco estuvo ajeno a él teniendo en cuenta que dirigió a River Plate y a Danubio, logrando también la dirección técnica de la selección mayor en 2010 y de la Sub-17 en 2013 donde precisamente tuvo a Tatiana Stelmak entre sus dirigidas.
¿Cuál es el hecho que marca el fútbol femenino en Uruguay? Las respuestas pueden ser muchas, pero para él es el 15 de agosto de 1996: el día en el que se ficharon a las primeras jugadoras en AUF. “Lo hicimos por sorteo y respecto a los equipos que iban a participar en el torneo posterior”, recuerda. Silvia Mary Arébalo Saravia fue la primera inscripta, teniendo en cuenta que Cerro fue el equipo que ganó el sorteo y que por ende fue el primero en presentar una jugadora. “El primer torneo de fútbol 11 tuvo siete equipos. Jornadas los domingos de tres partidos e íbamos rotando por las canchas de los equipos participantes. Hicimos la primera en el Nasazzi, anduvimos por el Tróccoli y Olímpico y la última fue en Jardines del Hipódromo. Fue un éxito y ya de pique ganó Rampla Juniors, que era el cuadro grande y alternó los títulos con Nacional”. Burgell sostiene que durante mucho tiempo “el pensamiento que había era que el que juega al fútbol es el hombre y el niño, pero no la niña y la mujer. Al principio la discusión era si tenían que jugar y poco a poco, cuando se quedaban sin argumentos, lo aceptaban. La niña cuando empezaba a jugar tenía el mismo disfrute que el varón por el deporte y le dimos todas las posibilidades a las niñas”. Posibilidades que hoy disfrutan más de 5.500 niñas en las ligas de ONFI alrededor de todo el país.