Redacción El País
El fútbol despide al mejor jugador alemán de todos los tiempos según opiniones casi unánimes en su tierra y también uno de los más grandes más allá de su nacionalidad: Franz Beckenbauer falleció este domingo en su Múnich natal, a los 78 años. La familia lo comunicó ayer.
Para recordarlo, caben dos caminos. El primero es contar sus numerosos logros. El segundo es recordar cómo jugaba y su importancia en el desarrollo de la forma en que se juega al fútbol.
Con su club de origen, el Bayern Munich, fue tres veces campeón de Europa (1974-75-76) y una vez campeón mundial (en 1976, la única vez que el club bávaro aceptó disputar la Copa Intercontinental). Fue determinante para consolidar la grandeza del equipo, dominador de los torneos locales desde hace 50 años. También obtuvo dos veces el Balón de Oro como mejor futbolista europeo de la temporada (1972 y 1976).
Con la selección de Alemania Federal u Occidental -en su tiempo coexistía con la Alemania Democrática o del Este- se coronó campeón del mundo en 1974, subcampeón en 1966 y tercero en 1970. También campeón europeo en 1972.
Fue capitán del Bayern y de la Mannschaft, tal como le dicen al seleccionado germano, durante la mayor parte de esos años. Su liderazgo, construido con capacidad de mando y un poco de arrogancia, llevó a que la prensa lo llamara Kaiser, emperador en alemán.
Además, defendió al Cosmos de Nueva York (y fue compañero de Pelé) cuando este club intentaba expandir el fútbol en Estados Unidos. Más tarde regresó a Alemania para jugar por el Hamburgo. Volvió al Cosmos en 1983 y se retiró.
Al año siguiente, pese a no tener experiencia como técnico, fue designado al frente de la selección alemana. En su primera experiencia fue subcampeón mundial en México 1986 (debutó con un empate a uno contra Uruguay en Querétaro). Cuatro años más tarde se tomó revancha y se convirtió en la segunda persona en consagrarse campeón mundial como futbolista y como entrenador, luego del brasileño Mario Zagalo (quien falleció hace tres días).
Después dirigió brevemente al Olympique Marsella y a su Bayern. Dejó este oficio para ser dirigente, incluso presidente, del club. También fue la cara visible de la candidatura alemana para el Mundial 2006, aunque en este tema su imagen se empañó, pues surgieron denuncias sobre sobornos pagados por los alemanes para conseguir la sede.
En la cancha
Beckenbauer se inició como un mediocampista completo. Unía un despliegue constante y una técnica exquisita. Marcaba a los rivales y se iba al ataque muy seguido, marcando goles. Todo ello exhibiendo una elegancia suprema: llevaba la pelota con la cabeza levantada, mirando el panorama de la cancha y avanzando con una zancada poderosa.
Pronto se reconvirtió en líbero, es decir, el jugador libre de la defensa cuando en Europa se marcaba hombre a hombre. En el origen, el líbero era el “zaguero escoba”, que barría la última zona y cubría cuando un rival escapaba a su cancerbero designado. Pero Beckenbauer le dio un nuevo contenido al puesto. Era seguro defendiendo, con buen cabezazo, y cuando su equipo recuperaba la pelota, enseguida se la entregaban a él para iniciar todos los avances.
Salía jugando, pero no mediante el sistema de toques que se impone desde el Barcelona de Guardiola, sino con decisión individual, eludiendo rivales si le ponían por el camino, aunque fuera en su propia área. En dos o tres pasos se convertía en el armador de juego de su equipo, ubicando el pase corto o largo. Y acompañaba hasta el área de enfrente, para continuar haciendo goles. Era un grande de verdad, de esos que el fútbol hoy añora y llora.
Visitó Montevideo una vez y jugó contra Nacional en La Coruña
Inglaterra y Alemania Federal jugaron en 1966 la final de la Copa del Mundo en el estadio de Wembley. Por un lado estaba Bobby Charlton, el mejor futbolista inglés de todos los tiempos. Del otro aparecía Franz Beckenbauer, una joven promesa que se convertiría pronto en el mejor jugador alemán de la historia.
El técnico germano Schöen mandó a Beckenbauer a marcar a Charlton por toda la cancha. Bobby le ganó el duelo, aunque no convirtió ningún gol entre los cuatro de su equipo (4-2).
Mucho después, en el 2000, Inglaterra y Alemania competían por conseguir la organización del Mundial 2006. En marzo, Charlton visitó Montevideo para promover la candidatura inglesa. Pocos días más tarde, como si quisiera prolongar aquella marca personal de 1966, llegó también Beckenbauer para defender la postulación de su país.
Esa vez ganó el astro germano, porque Alemania consiguió la sede de 2006.
Fue la única vez que Beckenbauer visitó Uruguay: el Bayern nunca jugó aquí y Alemania lo hizo varias veces pero después de su retiro.
En la cancha, el Kaiser estuvo solo una vez frente a la Celeste: fue por los cuartos de final del Mundial 1966 en Sheffield. Un partido de mal recuerdo para el fútbol uruguayo, porque se perdió 4 a 0 después que se pegó un tiro en el palo, el árbitro ignoró un claro penal por mano y se sufrieran dos expulsiones (Troche y Lito Silva). Beckenbauer convirtió el segundo tanto alemán, cuando ya quedaban solo nueve celestes. Picó a buscar un pase en profundidad, eludió a Mazurkiewicz y definió con un toque corto.
Cuando Uruguay y Alemania volvieron a enfrentarse en el Mundial de México 1970, por el tercer puesto, Beckenbauer no jugó debido a su lesión en la clavícula durante la semifinal ante Italia.
Con el Bayern, Franz enfrentó una vez a Nacional, por la Copa Teresa Herrera el 27 de junio de 1969 en La Coruña. Ganaron los tricolores 2-0 y según las referencias Víctor Espárrago marcó con eficiencia al astro bávaro.