Por Diego Domínguez
Gerardo Cano fue, es y seguirá siendo. Fue jugador de la selección de Lavalleja, hoy es el entrenador y algún día tal vez ya no lo sea, pero cuando eso pase se despedirá sabiendo que dejó un mojón en la historia reciente del fútbol minuano.
Como futbolista, fue campeón del interior representando al departamento en 1992. Como dirigente, gerenció al equipo que se consagró 17 años más tarde (en 2009). Y ahora, como director técnico, llegó a la segunda final consecutiva de la Copa de Selecciones, con la ilusión de levantar el título que jugó este domingo (empate 1-1) y el próximo frente a Salto (ida y vuelta).
Está a gusto. Y, por ahora, sacar al fútbol de su rutina es algo que ni siquiera se plantea. Duerme cada noche pensando en el mañana. Se desvive por hacerles entender a sus jugadores -que ya quiere como a sus amigos- la manera de sentir y vibrar adentro de una cancha por más amateurs que sean. Participa de las comidas. Canta como un jugador más en los viajes. Invita a algunos a su campo. Sonríe. Se enoja. Se vuelve a reír y a molestar. Y todo lo dice desde la experiencia, porque en su espalda se esconde un talento innato que le permitió vivir de patear una pelota por muchos años hasta que la rodilla le dijo basta.
Cano empezó a ser Cano en el frente de su casa, en un campito repleto de verde que hoy se ve como una estructura llena de hormigón, donde los Bomberos de Minas ubicaron su sede, a una cuadra de la Plaza Rivera, en el centro de la ciudad.
Se iba a patear con los del barrio ni bien volvía de la escuela y cuando el sol se intercambiaba con la luna su madre empezaba “¡Gerardooo! ¡Gerardooo!” hasta obtener la complicidad del niño.
—Con los gritos ya sabías que tenías que bañarte, cenar y al otro día irte para la escuela. Yo pasaba con una pelota y los bolsillos llenos de bolitas. No salíamos de eso. No había mucho para hacer, entonces eran vicios escandalosos.
Esa marea de fantasía y juego se chocó de repente con el golpe de realidad de los 12 años, cuando a su padre le diagnosticaron un ACV. Si bien la rutina no le cambió demasiado, a su mamá sí. Ella pasó de trabajar en el Parque de Vacaciones de la UTE y en la banca de quinielas a sumar un extra de tareas domésticas en distintas casas para solventar a la familia.
—Se tuvo que conseguir otro trabajo más porque papá quedó mal y tenía que sacar adelante a sus hijos. Yo ahí era el bandido de la familia.
—¿El bandido?
—Sí. De viejo te das cuenta lo gil que sos a veces como hijo... Él (por su padre) tenía grandes dificultades para caminar y para hablar y un día estaba por entrar a la cancha de (Club Atlético) Estación y un amigo me dice: “Ahí vi a Don Jesús, que venía en el ómnibus a verte”. Era pleno invierno y estaba de bufanda y de gorrito. El viejito no podía ni caminar ni hablar e iba porque su orgullo era verme jugar en Nacional (de Minas). Me acuerdo que en ese partido, que ganamos 4-2, hice dos goles y me abracé con mis compañeros. En ese momento había alambres de campo, no las mallas de ahora, y si la vida me diera una oportunidad de nuevo, saltaría el alambrado, lo abrazaría y le diría todo lo que lo quiero, que no se lo pude decir en vida.
De la trompada que la vida le dio a su padre, del trabajo que perdió en el Salus por dormirse cada mañana, de los años que pasó viviendo en el campo con su tía enviudada cuando ya no sabían qué hacer con él, de sus años como jugador en Punta del Este y hasta de la automotora que se le fundió en la crisis del 2002, Cano aprendió. Le costó, tuvo que rehacer su vida varias veces, pero aprendió. Y en una aventura de “buscavidas” a San Pablo la intuición le trajo suerte.
Se fue en ómnibus atrás de Oscar Bernardi, excapitán de San Pablo y mundialista tres veces con la selección de Brasil, con plata que le había prestado su suegra.
Lo conocía de su época viviendo en Maldonado, donde frecuentaba el restaurante La Fragata, uno de los más prestigiosos de la epóca en Gorlero y de codeo permanente con famosos.
—Gerardo, conseguime un zaguero que mida 1.90 y me lo traés para Brasil que voy a hacer que hagas un buen negocio— le dijo.
—En Minas estaba Manuel Correa, que jugaba conmigo. Me bajé del ómnibus y al otro día fui a la casa para decirle que si estaba dispuesto, nos íbamos a San Pablo. Él estaba estudiando magisterio y era un soldado del cuartel. Lo llevé, lo vio Oscar y le dijo que se fuera urgente para Uruguay a hacer la visa porque lo quería el Al-Ahli Shabab. Y Manuel Correa, de estar estudiando magisterio, a la semana estaba en Dubái.
En Minas, Cano encontró su lugar en el mundo y también su segunda oportunidad de crecer dentro del fútbol. ¿Cómo? Por una mera casualidad.
Resultó que su socio se encontró con el suegro de Nicolás Lodeiro en una feria ganadera de 2012. Este le comentó que el jugador se estaba por quedar libre del Ajax de Holanda y a Cano se le prendió la lamparita. Le consiguió, por intermedio de Bernardi, una oferta que triplicaba las propuestas que tenía de Italia y España.
Desde entonces están juntos y no se han soltado la mano. Y hasta hoy es el único jugador al que representa. “No te hacés una idea de la cantidad de llamadas que recibo de directores deportivos, de intermediarios, por un video para el cumpleaños de 15, una camiseta para rifar... Terminan los partidos y son 150 mensajes que tengo que ir depurando al otro día”, dice.
El DT de la selección de Lavalleja tiene en la mira superar a Salto en las finales para coronarse como campeón del interior por primera vez en ese rol. Pero, además, guarda bajo su baúl una serie de historias pintorescas relacionadas al seleccionado.
El año en que Lavalleja usó Nike
El último recuerdo de la selección de Lavalleja campeona del interior resguarda, por fuera de la retina futbolística, una particularidad tan controversial como pintoresca. Aquel equipo que terminó siendo campeón de la mano de Mario Amorín y Andrés Berrueta, en 2009, lucía el sponsor Nike en su camiseta, además de otro reconocido patrocinador de la ciudad que estaba estampado a la franja blanca que cubría el pecho.
La explicación se la dio Gerardo Cano años después a Ovación en exclusiva: “Cuando empezamos a buscar camisetas decíamos ‘hay que darles lo mejor a los jugadores’. Llegamos a reunirnos con un muchacho que hacía equipos en Montevideo, cerca del Prado, y le dijimos que queríamos que haga uno bueno. El tipo nos dijo ‘yo te hago la marca que vos quieras’ y nosotros le preguntamos si podía hacer la pipa de Nike. ‘Por supuesto’, nos dijo. Pero, claro. Era más trucha… si caía el dueño de Nike en ese momento, todavía le estábamos pagando por derechos de imagen”, bromeó entre risas.
El recuerdo le dio pie para recordar que en su época como jugador era impensado encontrar ese tipo de detalles en el mercado: “Era todo más folclórico. No era tan consumista todo el mundo. Menos mal que no existían los celulares ni los championes Nike porque no tenía plata para comprármelos”.
Lejos de los lujos y atrás de una lucha
Embanderado con hacer crecer al fútbol de Minas, el entrenador es un convencido de que el nivel de los futbolistas en la ciudad no está “tan lejos” de Montevideo como parece. Como ejemplo, recordó la eliminación de la Copa Uruguay 2022 de Lavalleja Fútbol Club -equipo al que dirige en paralelo con la selección departamental- que perdió por penales con Atenas de San Carlos.
Pero además, insistió en que “a nivel económico” y humano el proyecto “está muy cerquita” de alcanzar a categorías inferiores a la Primera División del Fútbol Uruguayo, aunque remarcó la falta de apoyos. “El que tendría que empujar ese carro es el gobierno departamenal porque en todos los casos en que los clubes del interior están compitiendo en el fútbol profesional hay un respaldo logístico y económico de parte de su intendencia. Si un día se juntan todas esas partes, es bien viable y tiene un potencial enorme. Nosotros tenemos el Parque de la UTE, el hotel del Salus, donde venían a concentrar en su época Wanderers, Defensor y Nacional. Estamos a 100 kilometros y en verano vienen equipos del exterior a jugar copas internacionales, que bien se pueden albergar en Minas”.
Sobre las distancias, Cano señaló que en muchas ocasiones “la gente no tiene ni idea del sacrificio que hacen los jugadores para cumplir un sueño de jugar por la camiseta de su pueblo”.
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