Sonó el teléfono. Vio que era número desconocido, pero igualmente decidió atender. Un par de minutos después se quedó en shock, inmovilizado. “Te lo cuento y se me eriza la piel”, dice Giovanni González sobre la primera convocatoria a la selección uruguaya, en voz de Mario Rebollo, allá por el 2019.

Como por arte de magia, justo aquella tarde se había salteado la siesta después de entrenar para patear hasta la casa de un amigo. Frente a él y su padre, soltó la noticia que tuvo como consecuencia un abrazo y lágrimas de su familia del otro lado de la línea. “Jamás pisé una selección juvenil. Cuando jugaba en Danubio, que hice Séptima y Sexta, me tocó estar dos años lesionado del cartílago de crecimiento de la rodilla y casi dejo el fútbol. Con el maestro (Tabárez) todo era un proceso y se mantenía la base. En esos dos años de la Sub 15 estuve lesionado y después el embudo se fue achicando. Cuando me tocó ser convocado a la mayor, lo tomé con más orgullo porque era muy difícil que pasara”.

Su primer careo con las estrellas uruguayas fue en la China Cup de 2019, pero no supo lo que era integrar el grupo de WhatsApp con el resto de los jugadores hasta mediados de ese año. El sueño se le cumplió y siguió pisando firme, en su momento en Peñarol, para un crecimiento que no tendría escalas hasta el año pasado.

Después de la de arena, le llegó una de cal y fue el día en que Diego Alonso comunicó la lista definitiva de Uruguay para el Mundial de Qatar 2022.

Su mirada se concentró en las veintitantas caras anunciadas. Relojeó por arriba, luego examinó mejor y miró una última vez por las dudas que no se encontrara. Pero nunca se encontró. Ni se iba a encontrar. No lo llamaron.

Apagó la televisión, se encerró en su cuarto e intentó dormir para acompasar el momento. Sin éxito, pasó varias semanas batallando contra una ráfaga de ilusiones que se habían apagado a mitad de camino.

“Fue un dolor muy grande, un bajón que duró un par de semanas. Yo llegaba a casa, me encerraba y no quería hablar con nadie. Quería estar acostado. Estaba de mal humor, triste, frustrado, con bronca, desilusionado. Era un Mundial y pasa cada cuatro años. Yo tenía 28 años y no quiere decir que para el próximo no puede estar, pero uno es autocrítico y consciente de que son momentos puntuales”, matiza.

Y agrega: “Justo esos dos últimos meses antes de la convocatoria empecé a jugar y hubo cinco o seis partidos contra rivales competitivos en los que anduve bien, me tocó dar asistencias y hubo un par de lesionados, entonces la ilusión iba creciendo. Uno estaba expectante, sin desearle el mal a nadie ni mucho menos. Esperé hasta el último día. No me llamó nadie y después, cuando salió la lista -que me enteré que no estaba-, fue una tristeza enorme. Jugar un Mundial con mi país es un sueño que tengo pendiente y espero poder hacerlo”.

Nicolas Pereyra/Archivo El Pais

Desde entonces, las puertas se le cerraron. Pero ahora, que Marcelo Bielsa sucedió a Alonso y está al mando, el lateral derecho del Mallorca se volvió a entusiasmar, dejando por fuera el hecho de que todavía no lo ha llamado.

De lo que vio hasta ahora, dice que quedó maravillado con su propuesta y que le sienta a gusto para su estilo de juego: “Un entrenador con el currículum de Bielsa no lo tiene cualquiera y que venga a nuestro país es admirable. Presionar alto, la tenencia de pelota, llegadas y superioridad por afuera, abrir la cancha... Todo eso que es parte de sus sistemas me agrada y va también junto con mi juego”.

El viento hoy le pinta favorable en Mallorca y los problemas de sanidad volvieron a estar sobre la mesa del seleccionado. Antes fueron Damián Suárez y Ronald Araujo y hoy es Nahitan Nández el diezmado en el lateral derecho. Giovanni espera, así, que las puertas se le abran mientras mantiene la cautela y el trabajo silencioso. “Estoy tranquilo. Trato de no pensar tanto en eso, sino enfocarme en hacer mi trabajo, tener continuidad, rendir. LaLiga es muy competitiva y no es nada fácil competir a este nivel. Me vengo sintiendo cada vez mejor y me ilusiona muchísimo volver a la selección”.

Desde su llegada a Mallorca, en enero de 2022, han sido contados los días en que el exfutbolista de Peñarol no recibió a invitados en su casa, que alquiló un mes y medio después de aterrizar en España. Cuando no son sus padres, llegan amigos o reciben a la familia de su novia, Karen.

El lugar ya es casi como un “hotel”, tal y como él mismo reconoce entre risas. Pero todo parece explicarse cuando en su relato Giovanni desliza que al llegar a Europa pasó un tiempo largo solo, en un hotel, sin posibilidades de llevar a su perro: “Siempre dije que el día en que me fuera de Uruguay, si me tocaba vivir en un país más seguro, quería vivir en una casa”.

La adaptación al país, lejos de ser un problema, transcurrió como un segundo capítulo después de ese fugaz salto de River a Peñarol, que lo hizo pecar de inexperiente en 2018.

Él mismo lo reconoce: “Me costó un par de meses adaptarme al nuevo mundo. Yo venía de River, donde la tranquilidad del día a día es otra. En Peñarol, la exigencia se multiplica y tenés que estar en todos los detalles. Representás un escudo enorme a nivel mundial. Salíamos de entrenar todos los días y teníamos 20 o 30 personas esperándonos afuera para sacarse una foto o pedirnos una camiseta. Eso nunca en la vida me pasó. Tengo recuerdos increíbles: cómo lo siente la gente, la pasión, el Campeón del Siglo, entrar a la cancha, los clásicos, las noches de copa. Pasan cientos de partidos, entrenamientos, pretemporadas, viajes y es tremendo”.

Gerardo Perez/Archivo El Pais

Hasta hoy, con una diferencia horaria de cuatro horas, su fanatismo por el club lo hace quedarse hasta la madrugada vestido con los colores e hipnotizado frente a la tele si es necesario. Todo eso aún después de haberse ido libre a fines de 2021 y que algunas voces lo cuestionaran por la decisión: “Uno lo lleva adentro. Algunos partidos me caen a las 2 de la mañana, me duermo tremenda siesta, hago el esfuerzo y voy a entrenar medio dormido. No me pierdo ninguno”.

“Hoy en día todo gira en torno a lo económico. Uno si no deja plata en el club parece que es un mal agradecido y no es así. Yo cada vez que me puse la camiseta de Peñarol dejé el alma y más adentro de la cancha y afuera me comporté como un jugador que representa al club. Esa también es una manera de agradecer. No actué de mala fe”, asegura un Giovanni muy descontracturado al explicar los pormenores de su salida, que, según dice, se podría haber consumado a fines de 2020 si no renovaba su contrato por un año más.

Pese a residir en España y a miles de kilómetros de Los Aromos, aún no pierde de vista que el sábado habrá un nuevo clásico en el Gran Parque Central al que ve como un partido clave. “No solo por lo que significa un clásico, que es el partido del año, sino también por lo del otro día, que se perdió (contra Liverpool) y es una linda oportunidad para despegarse un poco. También lo es para afianzarse y soñar con el Clausura y el Uruguayo. Va a ser muy agresivo, parejo y de meter mucho”.

Su confianza la deposita toda en Darío Rodríguez y sus jugadores: “El equipo, en todas las líneas, es bastante completo, pero si hay uno que juega y hace jugar es Sebastián Rodríguez. Está siendo muy regular en todos los partidos. Ha tenido pocos de seis puntos para abajo y creo que es clave para generar en ataque”.