VIOLENCIA
Ocurrió en el primer tiempo, cuando iba algo más de media hora de juego. La proximidad de ambas parcialidades no colaboró para evitarlo.
Butacas volando de un lado hacia otro, gritos, insultos, amenazas y, por suerte, mucho más gente preocupada por calmar los ánimos que de agitarlos. Un cántico de la tribuna de Peñarol contra el club Cerrito fue el disparador de los incidentes violentos que se dieron sobre la media hora de juego del partido entre Cerrito y Peñarol y que tuvieron como resultado un guardia de seguridad herido.
Lo primero a decir fue la mala planificación que hubo por parte de las autoridades en cuanto a la ubicación de las hinchadas; la de Peñarol estuvo en la Ámsterdam, como suele ocurrir cada vez que juega en el Estadio Centenario, y la de Cerrito en la América pero contra la localidad en la que estaban los aurinegros.
La tribuna Colombes, la otra cabecera del Centenario, estuvo vacío, por lo cual lo más acertado hubiera sido colocar bien a los parciales carboneros allí o a los de Cerrito contra ese sector. Sin embargo, se los puso a los dos separados por unos 30 metros, es decir a distancia de tiro de proyectiles. Y los violentos, que lamentablemente siguen existiendo en el fútbol uruguayo, lo aprovecharon.
En un momento los dedos índices acusadores se bajaron, las palabras pasaron a ser gritos y las butacas pasaron a volar de un lado hacia el otro. Sin la participación de la policía, pero sí del personal de seguridad contratado por Cerrito (el local), se consiguió que los parciales auriverdes se calmaran, dejaran de responder a los provocaciones y agresiones de los hinchas carboneros y todo se tranquilizó. No obstante, el saldo fue uno de los guardias heridos en el rostro.
El partido en ningún momento de detuvo y la parcialidad de Peñarol tampoco dejó de cantar y alentar, señal de que el núcleo fuerte de la barra no se inmiscuyó en el asunto. Sin embargo, hubo un lastimado y ese ya es un saldo negativo.