Redacción El País
La década de 1950, que había empezado para el fútbol uruguayo en la cumbre de sus hazañas con el triunfo de Maracaná, terminó entre escándalos y derrotas. El 26 de marzo de 1959, durante la Copa América disputada en Buenos Aires, uruguayos y brasileños protagonizaron lo que hoy sería llamada “la pelea del siglo”, como esos combates de boxeo rodeados de promoción.
Los futbolistas estuvieron un largo rato empujándose, dándose puñetazos y lanzando patadas voladoras ante el estupor de los 70.000 espectadores en el estadio Monumental. El partido, pese a todo, siguió después nueve contra nueve aunque cuando terminó todos volvieron a pelearse.
Vale la pena citar lo escrito por el entonces director de El Gráfico Dante Panzeri, un periodista inflexible en la crítica: “Aquí no hay forma de localizar culpabilidades originales. Aquí no hay atenuantes para nadie. Aquí no hay inocentes. Aquí hay solamente 22 culpables. 22 jugadores de fútbol dignos de haber sido detenidos en masa por la policía y alojados donde se destina a los estafadores y delincuentes. Ellos estafaron y delinquieron. Le faltaron groseramente el respeto a miles de aficionados que pagaron más de dos millones de pesos... no para verlos trenzarse en campal batalla de puñetazos, puntapiés, cabezazos”.
Panzeri “cronometró” la duración de la batalla campal: 22 minutos.
Varias razones llevaron a ese estallido de furia: las tensiones que todavía estaban en el aire después del triunfo uruguayo en la Mundial de 1950, la presencia de un futbolista brasileño (Almir) con justa fama de pendenciero y, por supuesto y la actitud de varios celestes de no dejar pasar una ante sus viejos rivales. Por aquellos años se registraron incidentes en varios partidos entre las dos selecciones o clubes de ambos países. Por ejemplo, en 1950, en el primer encuentro entre ambos en Maracaná luego del 50: el juez brasileño echó a cinco uruguayos y un línea agredió con su banderín a Héctor Ramos.
El camino a la pelea
Después de vencer a Bolivia por 7 a 0, perder con Perú 5-3 y derrotar a Paraguay 3-1, Uruguay debía enfrentar a Brasil el 25 de marzo, pero fuertes lluvias postergaron la etapa para el día 26.
Este fue el equipo aquella noche: Juan Carlos Leiva, William Martínez, Alcides Silveira, Walter Davoine, Néstor Goncálvez, Juan Carlos Mesías, Carlos Borges (Roque Fernández), Héctor Demarco, Vladas Douksas, José Sasía, Guillermo Escalada (Zelmar Aguilera). Los brasileños jugaron Castilho (Gilmar), Djalma Santos, Bellini, Coronel (Paulo Valentim) Formiga, Orlando, Garrincha (Dorval), Didí, Almir, Pelé y Chinesinho. Varios de ellos habían ganado el Mundial de Suecia un año antes. Del otro lado, el fútbol uruguayo todavía estaba bajo el impacto de la eliminación de esa Copa del Mundo, un desastre ocurrido apenas siete años después de Maracaná.
Más allá de eso, Uruguay hacía un correcto partido, si bien la violencia estaba latente, según las crónicas de la época. Escalada le entró duro a Djalma Santos y Bellini replicó sobre Sasía. El árbitro chileno Carlos Robles se limitaba a advertir de palabra, porque no existían las tarjetas.
También hacía lo suyo Almir, dejando la plancha en cada pelota que disputaba. Era un delantero de notable técnica, pero sucio y temperamental. En 1973 moriría asesinado durante una pelea en un bar de Río de Janeiro.
Todo reventó cuando Almir le entró muy fuerte al arquero Leiva y Silveira en el área celeste. Goncálvez le dio un puntapié al brasileño y la gresca se generalizó entre los jugadores, los suplentes, los cuerpos técnicos, varios particulares y algunos fotógrafos que en vez de cumplir su tarea agredieron a los uruguayos.
Fue notorio lo del masajista brasileño, Mario Américo, quien repartió golpes de karate y después sujetó a William Martínez para que Pelé lo golpeara. Enseguida se le tiró Didí en una patada voladora con ambos pies. Pese a las agresiones, William continuó jugando esa misma noche con un enorme vendaje en la cabeza.
Cuando al fin los ánimos se calmaron, Robles expulsó nada más que a dos de cada equipo: Davoine y Goncálvez, Almir y Orlando. Los diarios uruguayos dijeron al otro día que debió haber echado a los 22 jugadores...
Lo curioso es que luego hubo un interesante partido. Uruguay se puso 1-0 con un golazo de Escalada, un puntero de poderoso remate, y Brasil lo dio vuelta con tres tantos de Paulo Valentín, ingresado en el intervalo (poco tiempo más tarde sería ídolo en Boca).
Tras el final del encuentro, Sasía se acercó a Bellini y lo agredió, iniciando una nueva riña generalizada. La AUF separó del plantel al Pepe por esa actitud, aunque por pedido de sus compañeros lo reintegró.
Qué pasó después: consecuencias
El Tribunal de Penas de la Conmebol suspendió con tres partidos a Goncálvez y Sasía y con uno a Davoine, Almir y Orlando. El miembro uruguayo del tribunal, Álvaro Isasmendi, declaró que las sanciones habían sido “exageradas” para los uruguayos y “contemplativas” con los brasileños, por lo que abandonó la sesión muy molesto.
Uruguay terminó esa Copa América con cuatro derrotas y apenas dos triunfos, en su peor campaña hasta entonces en la historia del certamen.
La tormenta prosiguió en la AUF con el informe del preparador físico, el capitán del Ejército Humberto Mendivil. El militar analizó a cada futbolista por su rendimiento físico y técnico e incluso por sus actitudes fuera de la cancha, apelando en algunos casos a expresiones como “ladino”, “vanidoso”, “frío y sin alma”.
El informe fue presentado en forma reservada en la AUF pero inevitablemente trascendió en todo el ambiente del fútbol. Cuando se anunció que Mendívil sería nuevamente preparador físico para el Sudamericano Extra de Guayaquil, previsto para diciembre de ese mismo año 1959, Peñarol se negó a ceder sus futbolistas, con el argumento de que su informe“rozaba la moral y aspectos extradeportivos” de los jugadores.
Lo increíble de esta crisis es que Uruguay terminaría siendo campeón, en forma brillante, del torneo de Guayaquil.
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