Es uno de los aproximadamente 5.000 habitantes de los relieves montañosos de Arouca, un pueblo que se ubica a una hora de Oporto en Portugal. Allí vive con su pareja y su hija de un año y medio, que ya reconoce el pelo rubio de su padre en la televisión y lo anuncia al grito de “¡Papá, papá!”. Lo ve bajo los tres palos cada vez que el Futebol Clube de Arouca juega por la Primeira Liga, la Taça de Portugal o la Copa de la Liga.
Ignacio De Arruabarrena dejó Wanderersen mayo de 2022 convencido de que debía dar el salto a Europa. Y aunque tuvo alguna llamada para volver, está cómodo allá y el club quiere que se quede. El año pasado se salvaron del descenso y este año, cuando va medio campeonato jugado, están a mitad de tabla.
El objetivo principal es mantener la categoría, explica el arquero de 25 años, aunque los futbolistas no dejan de soñar con meterse en copas internacionales. Salvo por los tres “grandes, que están despegados -el Sporting de Lisboa, Porto y Benfica-, el resto es muy parejo”, afirma el ex Bohemio.
Con un clima frío y con poco descanso del deporte (ni siquiera durante el Mundial), Nacho pasó el fin de año con sus suegros, su pareja Belén y su hija Luz, de la que está “enamorado” y que no le complica para dormir. “Se porta bárbaro”, cuenta.
De Arruabarrena firmó por dos años y en poco tiempo siente que aprendió mucho, no sin antes sentir el cambio. Los entrenamientos son más cortos (hora y media), más intensos y organizados. “Al principio me costó un poco la diferencia con la velocidad, otra pelota, canchas más rápidas, ahora me siento muy cómodo. No existe el jugar a segundas pelotas, todos buscan salir jugando, en Uruguay ahora se usa más, pero acá todos. No hay equipos que no exijan juego con el pie”, explica, y añade que este tipo de juego le gusta porque toma otro protagonismo. “Era una faceta que quizá no tenía tan evolucionada”, confiesa.
Nacho es de los arqueros que hablan bastante, dice que le sirve para concentrarse, aunque el idioma le ha costado. “Hablan inglés, otros español, portugués, pero meto un trilingüe para tratar de ordenar. Las palabras claves las tengo”, explica el arquero sobre los idiomas del plantel, donde hay brasileños, un palestino, un croata, tres españoles, un argentino y un venezolano. Él es el único uruguayo y no suele juntarse con sus compatriotas del Sporting. “Estoy a tres horas de Lisboa y nunca se dio, cuando juego hablamos, a Sebastián Coates le pedí la remera”, cuenta, y sí, se la dio. Al defensa lo define como “fenómeno” tras cumplir 300 partidos con el Sporting: “Es un ídolo acá, lo quieren mucho”.
Y al pensar en arqueros que les hablan mucho a los rivales, es difícil no nombrar a Emiliano "Dibu" Martínez. “En ese sentido no es mi estilo. Si le sirve para agarrar confianza me parece perfecto”, opinó sobre la presión que ejerce el arquero argentino sobre los rivales. “Lo de hablar en los penales es algo que trato de hacer, no a ese nivel (de Dibu), pero sí de ponerlos nerviosos”, expresa De Arruabarrena y argumenta que sus compañeros han validado el funcionamiento.
Se siente cómodo en Portugal y suma minutos, lo que menciona como fundamental. “Mi idea es terminar la temporada y ojalá pueda dar un paso más”. De Arruabarrena supo formar parte de la selección uruguaya y estar en Europa podría ser la vidriera para ser tenido en cuenta. “El sueño está, es difícil, hay muchos goleros; estoy aprendiendo mucho, en este tiempo mejoré muchas facetas de juego. Ojalá aprenda más para mostrar un nivel que tengan interés en mí”.
Ignacio continúa pendiente de las altas y bajas de Wanderers, equipo donde afirma haber hecho muchos amigos. “Sigo hablando, con algunos de los que formaban el cuerpo técnico también. Al club lo sigo como un hincha más desde acá. Espero que este año todo salga un poco mejor”, anhela el arquero sobre el rendimiento del equipo, cuyos hinchas suelen escribirle para desearle lo mejor. “Por suerte generé mucho cariño ahí, que es recíproco”, concluye.