Además del apellido y la pasión por el fútbol, los Recoba comparten un gen. Es el talento de controlar una pelota como quien doma un caballo, escribe una poesía o pinta una obra de arte. Es la sangre fusionada de Álvaro (padre) y Lorena (madre) que a Jeremía lo diferencia por tener un carisma único y destacarse, también, adelante de los micrófonos.
Detrás de ese chico de 20 años, que se consolidó en la Primera División de Nacional en 2024, hay uno que se atreve a cantar karaoke, aún cuando la afinación de su voz está muy lejos de la precisión que tiene en sus pies.
Y de ese Jeremía (desconocido) —que intenta cuidar cada peso, que se siente una "persona normal", pese al lugar que ocupa, y le molesta que hablen de él "sin saber"— es que se enfoca el resumen de la entrevista que Ovación comparte este lunes.
-Tenés apenas 20 años. ¿Te imaginás viviendo solo en el exterior?
-Sería muy complicado, pero si pasa, me tendré que acostumbrar. Yo soy muy apegado a mi familia, a mis amigos también, pero en algún momento voy a tener que pegar el salto. Ahora estoy viendo de mudarme a otro lado, pero todavía falta. Quieras o no, son 20 años viviendo con mis viejos y somos muy unidos.
-¿Cómo te manejás con la comida?
-No ando mal en la cocina; me defiendo y creo, humildemente, que tengo mis cualidades, je. Pero ahora contraté a una chef que me hace comida en casa, que es una fenómena y me ayuda a seguir mejorando en el profesionalismo. Teniendo la posibilidad, es espectacular tener a alguien que te cocine.
-En su momento hicimos una nota en Ovación sobre tu sorprendente cambio físico. ¿Fue clave la alimentación?
-Sí, porque yo de chico no me cuidaba nada. Pero ni un poquito. Recién cuando llegué a Nacional empecé a tener una vida profesional. Antes jugaba al fútbol por diversión; después me di cuenta de que era mi profesión. Nacional me abrió la cabeza.
-¿Y ahora no te da para divertirte?
-Es que justo me tocó una profesión que amo y es un plus. Además, tengo la oportunidad de tener un contrato profesional. Vos me podrás decir “venís de una familia en la que tu viejo hizo una carrera...”, pero yo nunca había ganado mi propia plata. Y antes de firmar el primer contrato no me había dado cuenta. No te miento: hace cinco o seis años jugaba al fútbol solo porque me gustaba. Ahora juego porque me gusta y le sumo que ya es mi profesión. No se puede pedir otra cosa mejor.
-¿Qué hiciste con tu primer sueldo?
-Como gracias a Dios no tengo que pagar nada, porque sigo viviendo con mis viejos, no lo gasté. Y estoy ahorrando. No gasto mucha plata; soy bastante ordenado. Obviamente que si me gustan un par de zapatos capaz que me los compro, pero me doy cuenta de la suerte que tengo de que mis viejos me ayuden. No tengo por qué gastar mi dinero en cosas innecesarias y prefiero utilizarlo en algo que me quede para toda la vida.
-A diferencia de otras historias de jugadores que vienen de un contexto vulnerable y logran salir adelante, vos tenés esa otra “suerte” que marcabas recién.
-Es que lo que importa es cómo te crían. Creo que mis viejos hicieron un muy buen trabajo en ese aspecto, les agradezco muchísimo y sé que tengo los principios de una buena persona gracias a ellos. Yo veía a mi viejo hace ocho o nueve años, que le gritaba todo un estadio, y no tenía problema en sacarse una foto con 20 chiquilines. También a mi vieja, que fue un pilar y si te tenía que decirte las cosas, te las decía sin pelos en la lengua. Todo eso lo fui tomando.
-¿Te sentís un chiquilín normal?
-Obviamente que me siento un afortunado por el lugar en el que estoy, el contexto y el cuadro de fútbol al que llegué, pero después me siento como una persona normal, que tiene sus responsabilidades, como cualquiera que viene a este mundo. Capaz que muchos piensan “pah, Jeremía, el hijo del Chino Recoba...”, pero yo no tengo diferencias con un profesor o un obrero. Me siento muy privilegiado del lugar en el que estoy, pero no me siento más que un profesor. Sin los profesores no hubiese aprendido y capaz que sin un obrero no estaría viviendo en donde estoy. Sí me doy cuenta que transmito algo muy lindo, que es, por ejemplo, hacer un gol, que lo griten o que te vayan a ver a la cancha todos los fines de semana.
-¿Te acordás de la primera foto que te pidieron?
-Mirá. La primera vez que me pidieron una foto me dio muchísima vergüenza, pero porque yo estaba al lado de mi padre. Jugaba al fútbol en Danubio y vino un hombre grande y le preguntó a mi viejo si se podía sacar una foto conmigo. No es que yo no me la quisiera sacar, pero me dio vergüenza que me la pidiera porque no lo conocía. Ahora capaz que me pasa y, sin darme cuenta, justo a esa persona le hago el día.
-Con el Chino tenían charlas en la camioneta mientras iban a practicar. ¿De qué te sirvieron y en qué momento paraban de hablar de fútbol?
-En Tercera íbamos juntos a la práctica y él siempre me trataba de aconsejar lo mejor. No solamente en el fútbol, sino de qué cosas podía hacer por fuera. Me ayudó a profesionalizarme, a mejorar la alimentación, y creo que fueron buenas para lo que está siendo mi presente y lo que puede llegar a ser mi futuro. Gracias a Dios, en casa no se hablaba absolutamente nada de lo que pasaba en la práctica. Como mucho, a veces cuando mirábamos algún partido de fútbol juntos -como cualquier padre e hijo- salía un poquito de charla, pero después los dos, inconscientemente, tratábamos de dejarlo de lado.
-En pleno crecimiento deportivo tuviste un problema de pubalgia. ¿Cómo lo afrontaste?
-Yo venía jugando casi todos los partidos en el 2022 y de un momento a otro, en una jugada en la que tiré un cambio de frente, sentí abajo del pubis un dolor fuerte, que me molestaba hasta para trotar, y dije “qué raro”, porque nunca lo había sentido. Paré, me hice una resonancia, me vieron el pubis inflamado y frené. Es una lesión muy jodida si no la cuidás bien. El profe Juan Alzamendi me insistió con los trabajos preventivos y, por suerte, ya estoy mucho mejor. Fue la peor lesión que tuve y en 2022 me dejó como cinco o seis meses afuera cuando estaba agarrando el rodaje que me faltaba. Después vino el 2023 y, para mí, fue el año más importante de la poca carrera que llevo.
-Fue en ese año que debutaste en Primera División, con tu padre como DT. Él mismo reconoció que te afectó su salida del cuerpo técnico. ¿Qué podés decir?
-Lo que a veces mucha gente no entiende es que por más que fuera técnico y yo lo supiera separar, seguía siendo mi viejo. Si tu viejo te dice “me quedé sin laburo” nunca es lindo. Y más en este rubro, que es para lo que se preparó después de dejar el fútbol. Estuve mal dos o tres días. Me afectó, como también al resto de mis compañeros. Sea o no tu padre, el jugador también se siente responsable porque no es lindo que echen a un técnico. Ahora estoy recontracontento con el cuerpo técnico actual, que es muy cercano al jugador y eso me gusta. Martín (Lasarte) habla con todos los jugadores y con el profe (por Marcelo Tulbovitz) tengo una relación extradeportiva.
-¿Qué les respondés a tus detractores? ¿Qué pensás de los que te critican y dicen “juega porque es el hijo de...”?
-Yo no escucho a las demás personas. Capaz que tienen razón, pero yo escucho a la gente que ve mi día a día o que me conoce desde que soy chico. Tengo a mis amigos contados con los dedos de la mano, a mi familia, a algunos conocidos a los que le tengo confianza y a mis compañeros; al otro tipo de personas no me interesa escucharlas. Si es para ayudar o para hacer una crítica constructiva, que venga. Pero si no suma, que no reste. Que la gente hable sin saber del día a día me molesta.
-Hay, por ejemplo, un video tuyo de niño en el que estás al lado de tu padre y decís que sos de Peñarol.
-Y mis propios amigos me joden con ese video, je. Lo que la gente no entiende es que yo ahí ni miraba fútbol. Iba al Parque a ver a mi viejo, pero después no miraba fútbol. Como todo niño, le quería ganar en todo hasta que a los 11 o 12 años ya empecé a hinchar por él y por Nacional. Y también empecé a mirar fútbol...
-¿Qué te generó ver a Mauricio Pereyra llorando en la presentación de Sebastián Coates?
-Muestra primero el tipo de persona que es Mauri, que es un tipo extraordinario, y después la relación que tiene con Seba y que tenía con el Morro (García). Ahora los dos están terminando la carrera, se volvieron a juntar y creo que no hay nada más lindo que eso.
Mauricio Pereyra visiblemente emocionado en la presentación de Sebastián Coates tras el cántico de la gente en recuerdo a Santiago “Morro” García. pic.twitter.com/GPddmqLDyF
— Diego Domínguez 🌐 (@Digadoma) July 31, 2024
-Has hablado de tu entendimiento con Pereyra. ¿Te sorprendió?
-Sí, ya en el primer espacio reducido que hicimos me volvió loco. Me tocó en contra y dije “a este viejo me lo como”. Era el primer día de pretemporada y me hamacó para todos lados, no erró pases, tiró caños... Fue una locura. No se la podés sacar y es un jugador distinto, que no es habitual de ver en nuestro fútbol.
-¿Y Coates?
-Hemos compartido poco tiempo, pero ya demuestra que es una gran persona. Si te llevás con Mauri, no podés ser mala gente. Fue compañero de mi viejo y ya demostró quién es en el clásico, aunque ninguno tenía la duda. Ya desde un principio, después de estar tantos años afuera, sabés que llega un jugador con otra jerarquía, igual que va a pasar con el Diente.
-¿De tu incidencia en el gol clásico de Gonzalo Petit qué me podés decir?
-Increíble. Si ves la repetición bien, estiré la pierna como para tocar la pelota. Por suerte, no tengo mucha elasticidad y no la alcancé. Si no, capaz no era gol. Ahí también ves lo de Mauri: antes del taco parecía que no lo había visto y se la dejó en el pie.
-¿Alguna faceta desconocida de Jeremía Recoba?
-Que me gusta mucho la música. Demasiado, diría. Escucho cumbia, reggaetón, bachata, plena, salsa. También la nigeriana, que me la contagió Christian (Ebere) y para levantarse, cuando estoy cansado, es un pum para arriba. Hasta la escucho solo y la tengo en mi playlist. Me gusta cantar y hacemos mucho karaoke con mi viejo en casa desde que soy chico.
—Es una historia muy graciosa. Al principio del 2022, estaba un poquito más rellenito y corría con la cola caída para atrás. El Abeja (Nelsón Abeijón) me empezó a decir hiena. Yo no entendía, no entendía, y un día me acerqué y le pregunté "¿por qué hiena?".Y me dijo: "Porque corrés con la cola caída". Me mostré una foto y me quería matar. Estaba igualito, je.
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