Por Diego Domínguez
"Perdone el atrevimiento, buenas tardes”. Una entrañable voz se introduce por la reja semiabierta de una casa de aberturas de Paso de la Arena. “Está cerrado”, le advierten.
Es un pedido de auxilio de un hombre que se presenta como venezolano y no se frena. Dice haber llegado al país con US$ 400 y ya no tener más dinero para pagar la renta. Desesperado, ofrece una bolsa de gomitas: dos por $50 es la oferta. Aunque en el fondo su tono delata que está dispuesto a aceptar cualquier monto con tal de recibir ayuda.
Es viernes, el reloj marca poco más de las siete y cincuenta de la tarde y el local ya se encuentra cerrado. Pero es día de suerte para el vendedor, porque del otro lado del mostrador está Jhon Pírez, un hombre solidario que 15 años atrás había sido una de las apuestas deportivas del Chelsea de Inglaterra y que ahora es empleado de la fábrica.
A la plata “la malgasté, pero no me arrepiento”, le dice a Ovación inmediatamente después de colaborarle con $100. “Siempre tenés que hacer algo mal para aprender. Muchas veces le erré en con quién compartirla. Pero si, por ejemplo, tengo $10, somos 10 y los otros no pueden, les digo ‘yo pongo por ustedes’. Pienso así”.
Un largo recorrido futbolístico que empezó muy temprano
Después de haber sorteado una dura adaptación en Inglaterra, Pírez fue fichado por el Chelsea con 15 años y ya pintaba como uno de los futbolistas con mayor proyección en Uruguay. A diferencia de Diego Laxalt, que también viajó, pero no quedó seleccionado, su juego convenció luego de estar tres semanas a prueba. Entonces, el club decidió buscarle una familia de ciudadanos locales que se ofrecieron a hospedarlo. “Yo no tenía pasaporte comunitario, entonces era muy raro quedar en una prueba de ese tipo, y más en Inglaterra, donde son re estrictos para poder jugar. Si vos tenés pasaporte, es mucho más fácil que te inscriban”, recuerda.
Supe tener plata, estar bien, no tener un peso y ahora, que laburo, estoy contento y me siento útil
Como la nacionalidad no lo ayudaba, iba y venía. Pasaba de tomarse dos ómnibus para subir al 109 que lo dejaba en Camino Pichincha (donde entrenaba Defensor) a de pronto quedarse en una de las tantas mansiones de Londres que estaban a disposición de los jugadores a poca distancia del complejo. Así cada tres meses. “Mi etapa de los 15 hasta los 17 o 18 no la viví. Fui consciente ahora de grande. Cuando era juvenil me preguntaban ‘¿estaba tal persona?’, ‘¿no te sacaste una foto?’. Y yo les decía ‘no, no me saqué’. Era algo natural”.
En esa reserva del Chelsea llegó a compartir cancha con Didier Drogba, Ricardo Quaresma, Nemanja Matic, entre otros jugadores del primer equipo. “Yo era grande desde chico: con 14 medía más de 1.80 y era rápido, entonces con talento nomás ya me daba. Hay jugadores que son más ganas que otra cosa, hay otros que complementan con actitud, pero hasta esa etapa me dio”.
Llegaron los 17 años y con ellos una pesadilla de lesiones. Que el apendicitis primero, que el tendón después. Los dolores no aflojaban y sus chances de estar convocado para el Mundial juvenil eran prácticamente nulas.
En medio de todo eso, Pírez ya había debutado -y convertido un gol- en la Primera de Defensor Sporting con Pablo Repetto como director técnico.
—Me lesioné muchas veces. Después de cada lesión ya decía “¿otra vez a mí?”. Cada vez que me lesionaba, lo sufría. Estaba todo embalado, me pasaba algo y no salía. Durante muchos años que me entraba ese bajón siempre buscaba pretextos. No era fuerte mentalmente.
Se terminó perdiendo el campeonato con la selección uruguaya, después viajó seis meses a Inglaterra para recuperarse y al quinto, como la rodilla se le atascaba cuando la doblaba, regresó a tratarse con Walter Ferreira, que en tres meses lo dejó “pronto”.
“Si él te decía que estabas en 20 días es porque estabas en 20 días. Laburaba así. Yo le decía ‘no puedo’ y me decía ‘dale, dale’, y en tres meses me sacó. Te cargaba las pesas, te exigía y te exprimía. Sabía que podías y creo que con Luis (Suárez) le pasó lo mismo”, asegura Pírez, que siguió su trayecto en Defensor Sporting, pero jamás retomó una pizca de la confianza que tenía en sus inicios.
El fútbol te trae muchas cosas lindas, como conocer un montón de lugares y estar bien físicamente, pero el jugador creo que está en nube aparte de la sociedad
Cuando quiso acordar, y ya tenía 18 años, su contrato era historia. Pero, para su grata sorpresa, el Chelsea decidió ofrecerle uno nuevo de jugador de reserva por tres años (la propuesta incluía un salario de juvenil al que el gobierno de Reino Unido le retenía un 45%). Sin dudarlo aceptó y firmó el acuerdo de muletas: “Era eso o nada”, dice. “El club se portó muy bien conmigo”.
Al no afianzarse, Pírez siguió su recorrido por distintas ligas del mundo a préstamo —pasó por Sabadell, Leganés y Getafe B y por Tusla en Estados Unidos— perseguido por las lesiones. Se tuvo que operar una, dos y hasta cinco veces de la rodilla, además de sufrir infinitas molestias musculares. Fue padre a los 21 y tuvo varios impasses en los que dejó de jugar. Eso, sumado a la falta de continuidad en los equipos que estuvo, lo empujaron a cerrar las puertas del fútbol profesional aún cuando le quedaban resabios de jugador promesa.
—Me dijeron para ir a otros países, pero tenía que ir solo y no quería. No se me cayeron las manos por laburar y ahora estoy contento porque aprendí un oficio. Pero tuve varias etapas en las que estuve mal, no me levantaba y toqué fondo. Uno no lo acepta, pero es por muchos factores: económicos, emocionales. No busqué ayuda; me agarré de mi hijo, que en aquel momento le decía a mi madre "papá está todo el día acostado”. Son cosas que después pensás y te chocan. Supe tener plata, estar bien, no tener un peso y ahora, que laburo, estoy contento y me siento útil. No era como antes que decía “vamos a cualquier lado”, pero prefiero estar como ahora, que estoy contento. El fútbol te trae muchas cosas lindas, como conocer un montón de lugares y estar bien físicamente, pero el jugador creo que está en nube aparte de la sociedad.
Cuando no tenía recursos económicos como para darle un lujo a mi hijo me acuerdo que lo llevaba a la ruta, compraba un pancito con fiambre y la pasaba bomba
Hoy es uno más en Nuevo París. Es un hombre sano y muy parecido a aquel mismo chico que se afirmaba en sus orígenes para encontrar paz. Se quedó en el mismo barrio donde veía televisión en blanco y negro, tomaba cocoa con agua y sus padres le decían que comiera mientras se excusaban con que no tenían hambre. Se refugió en el lugar donde conoció a sus amigos, a los que cuenta con dos de los 10 dedos de su mano.
Se arrepiente de no haber estudiado y hasta hoy guarda en el baúl de los recuerdos la sensación de escuchar el himno con la camiseta celeste puesta e inmediatamente después erizarse.
El intento por volver al fútbol y el disfrute con su hijo
Tras jugar en Miramar Misiones, Pírez pensó que era hora de colgar los botines. El dolor lo abrumaba a tal punto que pasaba las tardes jugando a la pelota con su hijo en la plaza con severas molestias. Justamente eso lo llevó a pensar: “Quiero recuperarme para poder jugar con mi hijo”.
Así, incursionó en el Centro Atlético Lito, un histórico equipo de divisionales menores en Montevideo, y también se involucró en el cuerpo técnico de la categoría Sub 15 de Villa Teresa. “Cuando no tenía recursos económicos como para darle un lujo a mi hijo me acuerdo que lo agarraba, lo llevaba a la ruta, compraba un pancito con fiambre y la pasaba bomba. Ahora estoy en el cuadro del que es hincha y en parte volviendo por él. En mi cabeza está jugar, pero no sé si me van a dar el físico y la rodilla”.