Por Diego Domínguez
José Decurnex dejó de ser presidente de Nacional, pero sigue declarando como si lo fuera. Es cauto. Medido. No pone peros. Aunque tampoco entrega comas de más.

No lo necesita. No le hace falta. Sigue trabajando en su actividad dentro del ámbito privado (como ingeniero) y al mismo tiempo se revuelve para aggiornar su tiempo al equipo de sus amores (Nacional), donde ya no preside el club, pero sí la Comisión de Patrimonio y Obras.

Con la templanza que lo caracteriza, el expresidente se tomó el tiempo para conversar con Ovación acerca de distintos temas. Hizo memoria de su gestión, opinó sobre el presente deportivo de Nacional y dejó en claro que no le cierra las puertas a una vuelta en el futuro.

—¿Qué lo mueve hoy a estar en Nacional pudiendo quedarse tranquilo en su casa?

—Es la responsabilidad que uno tiene de tener un impacto social. Cuando me tocó estar como presidente de Nacional vi lo que estaban haciendo los equipos grandes del mundo y todos tenían una fundación. En Nacional hubo un intento de fundación en el pasado, que al final no se cristalizó, en la época de Ricardo (Alarcón). Cuando asumí, uno de los compromisos que tomé con los socios fue crear una fundación. El eje tenía que ser algo educativo, porque eso empieza a aglutinar a los jóvenes y a la familia y nuclea un montón de cosas más. Ahí empezás a ver el impacto y eso te genera energía positiva. Sí, es mucho trabajo. Sí, hay que estar encima. Pero cuando ves la cara de los chiquilines decís “esto vale la pena”. Que un club como el Club Nacional de Football pueda tener este impacto me parece que es fantástico. Es muy gratificante. La conclusión que saco es que cuando veo una sonrisa de un chiquilín en Los Céspedes o acá (por el Gran Parque Central), para mí, ya está. Vale todo. En el fondo le estás acercando la oportunidad de crecer, capacitarse y mirar la vida de una manera distinta. Y como Club Nacional de Football me gusta que tengamos ese impacto social.

—Si bien fue presidente y tomó un rol muy mediático como principal representante del club por tres años, su perfil, en general, se ha caracterizado por estar vinculado a lo privado, por ser poco mediático. ¿Cómo se adaptó a ese papel público y qué le pasa cuando ve que le van a pedir una foto?

—Te vas acostumbrando. Me encanta porque, al final, (una foto) es una forma de darle a un chico una sonrisa y aprovechás, también, para hablar un poquito de fútbol.

—¿Le trae nostalgia de su presidencia? ¿De qué cosas se acuerda seguido?

—Te acordás de todo. La experiencia de haber sido presidente de Nacional fue espectacular y te quedan grabados todos los momentos: los buenos, los malos, los regulares. Me alegra mucho que esta directiva siga haciendo las cosas muy bien, que lo demostró el año pasado con la venida de (Luis) Suárez y saliendo campeón.

—¿Le pica el bicho de volver a estar al mando de todo el club?

—Sigo muy vinculado. Me siento parte de esta directiva; soy presidente de la Comisión de Patrimonio y Obras. Me gusta trabajar para el club y desde donde me toque estar, voy a estar.

—Si el día de mañana se plantea la posibilidad de volver a ser presidente…

—No lo sé. En este momento en el Patrimonio de Obras estamos haciendo un montón de cosas. El club social quedó muy bueno, toda la remodelación del Parque… podés lograr dentro del club impactos desde distintos ángulos y sentir que estás siendo importante.

—¿Sigue yendo a todos los partidos como local?

—Sí, no falto nunca. Es la parte que más me gusta porque, al final, sos hincha, sos socio, estás ahí en la tribuna y lo vivís con mucha pasión. Siempre lo viví así y lo voy a seguir viviendo.

—¿Qué opina del presente deportivo actual de Nacional? ¿Qué le pasa cuando ve que se ganan partidos sobre la hora?

—La premisa es ganar. Me encanta la performance del equipo, la campaña que se está haciendo. Ojalá lo lleguemos a cristalizar para clasificar (en Copa Libertadores) porque siempre es una distinción estar entre los 16 primeros equipos de América para la realidad del fútbol uruguayo.

—¿Cuál es esa "realidad"?

—Tanto a nivel económico como organizativo estamos lejos de otros mercados, como el brasileño, el argentino, incluso el ecuatoriano, que lo vemos crecer año a año. Poder dejar el nombre y el escudo de Nacional tan alto como se está dejando ahora es una satisfacción.

Foto: Leo Mainé.

—Durante su gestión hubo siete cambios de técnico. ¿Lo reconoce como un error?

—Una de las grandes virtudes de un líder es reconocer sus errores. Todos nos equivocamos y, normalmente, te equivocás más de lo que acertás. Más en el mundo del deporte, donde el azar juega un rol muy importante. En definitiva, hay que tener la entereza de decir “le erramos de camino, arrancamos de vuelta”.

—¿La salida de Ricardo Zielinski fue en el momento justo?

—Sí. A veces se da más temprano y a veces más tarde. Siempre conversamos en directiva que lo que no se negocia nunca es el esfuerzo de todos. Eso ha hecho que Nacional dé un paso enorme hacia adelante desde todo punto de vista. Creo que ese es el camino.