El estadio Liebig’s de Fray Bentos le debía una a Juan Ángel Albín (37). Está seguro de eso. Hace poco más de una semana se coronó campeón de OFI con Universitario de Salto, irónicamente, el tradicional rival del club Chaná, en el cual se inició.
Era jugador libre. Aguantó dos meses quieto en casa luego de perder la final “más importante de su vida” -Cerro vs. Rampla por el ascenso a Primera División - y “no sabía qué hacer”. Así que luego de dos pasajes por Nacional, jugar en Europa y en la selección, su carrera tomó otro rumbo. “Mi hermano trabaja en el club y me jodía que fuese”, explica Albín. Pero tampoco era una decisión para tomar a la ligera, significaba dejar a su familia (hijos de 6 y 12) en Montevideo y perder el estatus del fútbol profesional. “Es difícil, pero estamos a 500 km”, añade el futbolista que no maneja, lo hizo solo dos veces en un vehículo automático, una de ellas en Madrid, cuando llevó a su esposa Valentina al hospital, para que naciera su hijo.
“Viví una caravana con Veracruz, cuando salimos campeones de Copa de México (2016), pero no fue tan eufórica, nunca pensé que iba a ser así, que saldría tanta gente a la calle. Te revuelve todo, te hace sentir que estás presente”, admite el futbolista tras ganarle la final a Laureles de Fray Bentos (4-0)
Entre los campeones también estuvo Valentín Fornaroli, hermano del Tuna. “Vine especialmente para jugar con él”, dice al ser consultado por el jugador. “Quizá mis compañeros se enojan si lo digo”, añade. El sentirse bien con el delantero de 29 años fue la razón de su elección, pero finalmente no pudo ser. Fornaroli se lesionó y recién volvió en el último partido. “Sabe lo que yo puedo dar, tengo que estar fresco y él otro día (en la final) corrió por mí. Cuando se lesionó fue diferente, no me entendía como con él”.
Lo conoció por su hermano, el Tuna, con quien vivía en el Gran Parque Central cuando ambos se probaron en Nacional. “Llegué a los 13 y Bruno un año después. Somos de Salto y nos hicimos compinches. Hasta ahora lo somos, es el padrino de mi hijo y yo del suyo”, confiesa Juan, que empezó a jugar como puntero izquierdo. “Nunca fui enganche de ‘dénmela a mí’ y se la doy a otro. Me siento más 9 que cualquier otro, cuando atacamos me quiero ir al área”, explica.
Albín, el aprendiz y cómplice de Luis Suárez en sus primeros años en Nacional
“Lloré como nunca. Fueron difíciles esos años, muchas veces quise volver, pero sabía que lo mío era el fútbol. Pero eso te hace hacerte hombre y persona. Lo importante en la vida es ser buena persona, después los títulos y lo demás, pasa”, recuerda Albín, que compartió en el tricolor con Luis Suárez.
“Subió después que yo, en las concentraciones jugábamos a la cartas, me sentaba atrás de él y me enseñó a jugar al póker. Nunca se lo dije”, comenta Albín, que se volvió el cómplice del Pistolero.
“Me hacía escaparme del Parque para ir a ver a la novia (Sofía Balbi). Él vivía a dos cuadras del Parque, pero yo tenía horarios y no podíamos salir cuando quería. Me escapé un día y nos tomamos un ómnibus a Portones. Tenía todo el plan armado, nunca me dijo por qué fue. Pero ahora está feliz”, confiesa Albín, que se prendió ante la necesidad de un acompañante para la travesura.
“Nunca pensé que iba a ser tan así. Los nueve son raros, pueden hacer goles o no. A él se le veían las ganas, pero nunca imaginé que iba a llegar a eso. En esa época éramos todos gurises y no pensás en eso, que iba a jugar en el Barcelona”, expresa.
Se mantienen en contacto y admite que lo ve jugar, pero es reservado y no le gusta hacerlo público. “Siempre tiene la delicadeza de responder, porque cuando estás ahí arriba se te va un poco...”, dice sobre el Pistolero y acepta que nunca imaginó su regreso a Nacional. “Es Luis, lo conozco y sé lo que es, lo que siente. Me alegro porque sé que siempre trabajó más que los demás y a la vista están los resultados”.
El regreso a Nacional: "Yo no me escondía"
Gol al Real Madrid con el Espanyol y vuelta a casa. Otra vez a vestir la tricolor, pero esta vez maduro, con 26 años, y como posible referente, en compañía del Loco Abreu. La historia fue distinta, no fue lo que se esperaba y el hincha renegaba.
“Vine con todas las ganas del mundo, pero me esguincé la rodilla”, recuerda Albín de la lesión que sufrió en la cancha del Liebig’s el 21 de enero de 2013 en un amistoso frente a Sporting Cristal de Perú. A partir de eso jugó infiltrado. “No pude ser yo”, explica, y agrega sobre su presente: ”Me motivó jugar ahí, esa cancha me debía una”.
Entiende al hincha por enojarse y recuerda que le gritaban ‘Albín, no te escondas’. “Pero yo no me escondía, iba al área, te duele porque venís con otra expectativa”. En ese momento no tenía redes. “Menos mal”, bromea. A partir de ahí no quiso volver.
La relación con Nacional se desgastó. “Si no cumpliste es normal. No me llamaron, tampoco volvería, tengo memoria y orgullo”, sostiene el mediapunta, que elige los clubes por sentirse querido. Dice que “iría a Tailandia” bajo esa condición. Peñarol nunca lo llamó y sobre el tema acota “ahora está de moda irse de uno a otro”. Está de acuerdo con que es un trabajo.
Luego de jugar en Rumania, Chipre y México volvió a Uruguay. “Rampla es Rampla, le agarré cariño y siempre voy a ser hincha”, dice. Su primer paso fue en 2019. En ese momento, Marco Vanzini, quien era su representante, le dijo que era el único equipo que lo quería. “Me llamó el presidente Durán y, como buen abogado que es, me convenció”.
“‘Albín tiene miedo escénico', me dijeron. No sé a qué se referían. Quizá lo decían porque la gente me puteaba en Nacional. Jugué en el Camp Nou, en el Bernabéu con casi 100 mil personas. Si tuviese 'miedo' no hubiese podido”. La primera vez rescindió contrato por una pelea con Rosario Martínez. “Podía pelearme con él, pero el tipo confiaba en vos y te ponía igual”. También recuerda que al DT le “molestaba” el verde, aunque su camiseta tenía ese color. “Era muy especial, no me gustaba su forma de ser porque cuando subían gurises a prácticas los hacía sentir lo peor y eso está mal, pero cada uno tiene su filosofía”.
De ahí se fue a Defensor Sporting, pintaba para romperla. Le “encantó”. Estaba Alejandro Orfila como DT. Juan metió un gol y la violeta dio vuelta el partido con Peñarol, jugaron un partido más y se paró todo por la pandemia. Llegó Gregorio Pérez, que “como un señor” le dijo que no iba a jugar con enganche.
Volvió a Rampla, pero subió Cerro. “Fue la peor final porque era por el ascenso, siempre te van a molestar con esa época. Tres días antes salimos y se armó quilombo. Ese día perdimos la final. No pensamos en la gente”.
En estos meses no ha visto tanto a su familia, sí a su madre, con la que volvió a convivir. Le sorprendió que su hijo le pidiese ver “la cancha de la U” y entrenar con él. "Como es sintética, quería practicar conmigo. Nunca lo había visto así, teniendo esa iniciativa. Está en la época de Play, de TikTok, pero cuando viene viene se le da por entrenar y quiere aprender, uno quiere lo mejor. Que tu hijo te pida eso es medio fuerte”, expresa.
Juan Ángel Albín también es concuñado de Nicolás Vigneri. “Al principio era medio frío, yo jugaba en Nacional, él en Peñarol, era raro, yo había llegado primero (a la familia)", dice al ser consultado sobre la relación. "Mi respeto porque aparte de buen jugador y DT, es buena persona, eso es lo importante”, añade.
Una vez, casi mundialista
La Sub 20 campeona le trajo recuerdos, así que le contó a su hijo que estuvo en la juveniles, pese a que no clasificó a un Mundial. Llegó a la mayor y casi va a Sudáfrica. En 2009 estuvo en el banco y luego quedó afuera con el regreso de Edinson Cavani tras una lesión. En 2010, jugando en España, iba a ser titular en Uruguay, pero se lesionó. “Luis (Suárez) me decía ‘ibas a jugar de titular’. Estaba sentado en el living de mi casa, tenía 24 años. En ese momento no me daba cuenta, hoy miro para atrás y es otra cosa. No era el momento”.
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