Jugó con Neymar, tuvo dos positivos de cocaína, fue campeón de la Libertadores y hoy está en Central Español

Rodolfo Alves de Melo tiene 33 años y llegó a Uruguay esta temporada para defender al equipo palermitano que viene teniendo una gran campaña en la Primera División Amateur.

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Rodolfo Alves de Melo, arquero de Central Español.
Rodolfo Alves de Melo, arquero de Central Español.
Foto: Francisco Flores.

Miguel Méndez - Especial para Ovación
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De chico jugó con Neymar, de grande atajó en algunos de los mejores equipos de Brasil e incluso formó parte de un grupo campeón de América. Pero malas juntas y peores decisiones lo llevaron a dar positivo en dos controles antidopaje y su carrera parecía truncarse. Hoy, en Uruguay, trata de repuntarla. Esta es la historia de Rodolfo Alves de Melo (33), el arquero brasileño de Central Español.

Cualquiera que haga el ejercicio de buscar en Google “futbolistas brasileños de Central Español” va a descubrir rápidamente que todos los algoritmos conducen a Paulo Silas. El recordado volante creativo llegó al club de Palermo en 1990, y tras alguna complicación en un pase puente, jugó tres partidos, hizo tres goles, recibió una roja y se fue dejando un recuerdo inolvidable.

Hoy, 34 años después, un compatriota de Silas también llegó al Parque Palermo. Con un legajo mucho menos conocido, es cierto, pero para nada despreciable. Estuvo en las formativas del São Paulo, llegó a Internacional de Porto Alegre en 2010, año en el que fue campeón de América, defendió al Athletico Paranaense y al Fluminense. Como si fuera poco currículum, de chico jugó al futsal con un tal Neymar. El problema —o los problemas— en la vida de Rodolfo Alves de Melo, o simplemente Rodolfo (o GoleiroRodolfo según su Instagram), comenzaron desde temprano. En busca de sus sueños dejó su Santos natal para atajar en las formativas del histórico tricolor paulista. Tenía apenas 12 años y se fue a la pensión del club.

Atrás dejó “lembranças (recuerdos) muy bonitas”, según le confesó a Ovación, en un portuñol que todavía tiene más de portugués que de español. En 1998, y con apenas siete años (nació el 19 de marzo de 1991) llegó al GREMETAL, el Gremio Recreativo Metalworkers Santos, un equipo de futsal. Sin miedo se calzó los guantes y vivió años de felicidad y títulos, en buena parte gracias a un chiquito de pelo bien corto al que todos llamaban Neymar. Sí, ese Neymar. “Ya pintaba para craque aunque había algunos mejores que él”, reconoce Rodolfo.

El arquero siguió de cerca la increíble evolución de su compañero aunque nunca quiso molestarlo mucho. “La última vez que hablé con él fue en 2019, a través de Ganso, que fue compañero de él y mío”, cuenta.

Atrás dejó esa especie de superequipo y atrás dejó, también, a su madre y a su padre. Lo esperaba una ciudad de más de 40 millones de habitantes y el cambio le resultó demasiado abrupto. Al principio la llevó bastante bien pero no tardó tanto en encontrarse con las típicas malas juntas, las amistades equivocadas. Primero fue el alcohol y después llegó la cocaína que siempre arrasa con todo. “Tenía 15 años cuando la probé y me comencé a meter en un mundo difícil”, dice Rodolfo.

Sin lugar en el São Paulo, el club de sus amores, se va a Curitiba para defender al Paraná, donde debuta como profesional. Ahí despierta el interés del Inter, en 2010, y llega como cuarto arquero. No logra sumar minutos pero entrena semanalmente con quienes serían campeones de América ese año.

Tenía 19 carnavales y condiciones de sobra, por eso lo va a buscar otro equipo muy importante: el Athletico Paranaense. Vuelve a Curitiba en 2011. Salteado pero empieza a jugar y su carrera como profesional comienza a tomar forma pero la blanca mujer no lo abandonaba.

Al año siguiente se afianzó como titular hasta que, Galeano dixit, meó y perdió. Fue sometido a dos pruebas antidopaje en la tercera y quinta fecha del Brasileirao B y el resultado arrojó que Rodolfo había consumido cocaína: dos años fuera de la cancha. Hizo trabajos comunitarios, mensualmente le hacían pruebas toxicológicas y, tras apelar, le redujeron la sanción a la mitad. Fue al equipo B del Athletico y rápidamente se convirtió en capitán. “Siempre me gusta destacar a la gente del club que se portó muy bien conmigo, me ayudaron mucho y me permitieron volver a empezar”, cuenta el arquero.

Quedó unos años más ahí, fue a unos clubes de menor reconocimiento y en 2018 llega a Río de Janeiro: lo esperaba el Fluminense.

Lo que le pasó en el Flu fue similar a lo del Paranaense: jugó, destacó, se ganó el puesto y volvió a quedar fuera por la cocaína. “¿Por qué recaí si estaba en un buen momento? Por lo de siempre: los malos amigos, la euforia, la alegría”, explica. “Las recaídas no son siempre en malos momentos, la droga es algo muy difícil de manejar”, cuenta Rodolfo.

Pero ese tropezón fue un clic: no volvió a consumir desde entonces. Está limpio desde 2019 aunque, claro, en la lucha eterna.

Rodolfo Alves de Melo en el entrenamiento de Central Español.
Rodolfo Alves de Melo en el entrenamiento de Central Español.
Foto: Francisco Flores.

Un lustro más tarde, cuando recién cumplía sus 33, recibió la inesperada pero tentadora oferta de salir de Brasil: Central Español lo buscaba. “Me entusiasmó venir acá. De Uruguay conocía solo a Peñarol y a Nacional, pero me sorprendió su fútbol. Es muy aguerrido, muy parecido al de Río Grande del Sur”, analiza.

Central está en la C, una categoría particular. Agustín Montemuiño, un especialista en la divisional, cuenta que “es muy exigente”. “Hay 26 equipos, la mitad son asociaciones civiles y la mitad SAD. Hay clubes de Artigas, Salto, Colonia, Paysandú y Rocha, además de Parque del Plata y el DFC que mudó su plaza de Durazno a Neptunia”, le dice a Ovación. “Además no hay cupos para jugadores foráneos porque hay equipos que tienen más extranjeros que uruguayos, como Deportivo Colonia”.

En ese campeonato tan competitivo Central lleva cinco victorias al hilo y es uno de los líderes de la Serie 2 y buena parte es gracias a Rodolfo. Su DT, Hugo Bernal, cuenta: “Podría jugar en cualquier equipo de Primera División de Uruguay, en cualquiera, eh. Es un futbolista extraordinario, es indispensable”, le dice a Ovación.

Vive en un alojamiento que hay en el Palermo con un compañero colombiano, Keiner Pérez porque Rodolfo vino solo a Uruguay: en Curitiba quedó su esposa con sus hijos y está acá con un objetivo claro: devolver a Central al profesionalismo y seguir dejando atrás su adicción.

A esta altura de la vida, todo está por definirse pero él sigue firme, tratando de tapar agujeros y rezando para que no le cobren penal.

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