HISTORIAS
El exdefensa, que dejó la marca con sus goles en Wanderers, lleva ocho anos viviendo en Estados Unidos pero está siempre pendiente de Uruguay y de los bohemios.
"No puedo quejarme, pero extraño mucho Uruguay y el fútbol. Se me hace un poco difícil, pero hay que seguir para adelante”, dijo algo resignado Julio Ramírez, quien vive en Orlando (Estados Unidos) hace ocho años.
“Siempre estoy pendiente de Wanderers, hablo con gente del club y más ahora que pasan todos los partidos. Los miro todos, no sólo los de Wanderers. Sábados y domingos me paso en eso. Un día me van a echar de casa, je”, agregó el exdefensa y goleador bohemio.
Vive a unos 15 minutos de los parques de Disney y trabaja en una empresa de mantenimiento de jardines. Básicamente en hoteles, centros comerciales y condominios. “Me vine y tenía que trabajar en lo que fuera. Justo acá había un equipo de fútbol de uruguayos y yo había jugado alguna vez con ellos cuando veníamos de visita porque mis suegros viven acá hace muchos años. Uno de ellos me preguntó si me iba a quedar definitivo y me ofreció trabajo. Ahí empecé y sigo en esa compañía. Estoy contento, pero extraño mucho el fútbol. Antes de venirme me había recibido de entrenador y estuve trabajando en Wanderers. Cuando eso se terminó fue que decidí venirme”, relató Ramírez, cuya esposa vivió muchos años en Estados Unidos y es ciudadana americana. Eso facilitó la situación. Es más, le dieron enseguida la residencia.
Estuvo un tiempo en una escuela de fútbol, pero se le complicaba con sus horarios de trabajo. “Acá es muy difícil dedicarse de lleno al fútbol. Por eso me encantaría regresar a Uruguay y arrancar otra vez en el fútbol, porque lo extraño mucho. He tenido oportunidades de volver, me han llamado, pero todavía no soy ciudadano americano. Tengo que dar unos exámenes y una vez que tenga la ciudadanía sí podría ir a probar a Uruguay. Porque siendo ciudadano podés entrar y salir cuando quieras. O quedarte varios años afuera y volver sin problemas. Ahora tengo la residencia, pero si salgo y estoy un año afuera, la pierdo. Y eso sería dar marcha atrás con todo”, explicó.
“Tengo que estudiar mucho porque es un examen bastante complicado, tenés que saber bien la historia de Estados Unidos. Y es oral. Me defiendo bastante bien, pero quiero prepararme para ir seguro y salir con la ciudadanía en la mano. Lo que pasa es que ahora está todo muy demorado con la pandemia, tengo que aplicar on line y seguramente me van a dar fecha para el año que viene”.
PERTENENCIA. Dejó de jugar en 2010, hace ya 10 años. Aunque pasó su vida en Wanderers, donde jugó 10 temporadas en Primera, colgó los zapatos en Progreso, club al que defendió por cuatro temporadas.
Llegó a Wanderers en 1988, con sólo 13 años. Había hecho el baby en Estrella del Norte, de Sayago, el barrio donde se crió porque vivían bien cerca de la estación. “En Wanderers viví cosas muy lindas y dejé muchos amigos. Y también otras muy duras como un descenso, pero fueron los años más felices de mi vida. Wanderers es mi familia. Yo pertenecía a ese lugar. Lo más importante fue lograr el ascenso con Daniel Carreño; salimos campeones de la Liguilla y clasificamos a la Copa Libertadores en 2001”, recordó quien llegó a ser el goleador del equipo, algo no muy común para un zaguero, pero anotó una seguidilla de penales.
Julio le pegaba muy bien a la pelota. “Tenía un remate bien fuerte. Fue algo que fui perfeccionando. Cuando empecé a jugar en Primera no era de pegarle en los tiros libres, pero después se fue dando. Con los años fui agarrando fuerza en el tiro, sería por la práctica. Le pegaba fuerte y le daba dirección, entonces empezaron a dejarme los tiros libres. Remataba siempre las faltas y los penales”, añadió quien en 2003 anotó 18 goles. En aquel momento hasta le averiguaron si algún defensa había convertido tantos goles. “Casi entro en el libro Guinness, pero me superó un europeo”, rememoró riendo.
No dudó en elegir su mejor gol. Lo anotó ese mismo año cuando al bohemio lo dirigía Santiago Ostolaza. “Uno de los más lindos, o más importantes, fue contra Peñarol en el estadio porque ese día ganamos. Yo hice el primero de penal y el segundo lo hizo mi hermano Ronald. Imaginate cómo fue el festejo de la familia. ¡Hermoso!”.
HERMANOS. Generalmente, cuando hay hermanos futbolistas, siempre quieren compartir equipo. Unos lo logran y otros no. Julio y Ronald tuvieron la suerte de jugar muchos años juntos en Wanderers. “Él también hizo todas las inferiores en el club y yo lo vi ir subiendo. Recuerdo el día de su debut y después jugamos varios años juntos. Eso fue algo muy lindo, espectacular para la familia. Estaban todos muy felices de vernos juntos y logrando cosas, porque mal o bien se consiguieron cosas lindas. Fue un orgullo muy grande para todos”, relató sobre Ronald, quien hoy trabaja en la captación de los bohemios.
SALIDA. En el año en que fue goleador le llegaron ofertas de varios lados, pero los bohemios no lo dejaron partir. “Decían que ofrecían poca plata, pero yo era un zaguero y ya tenía 29 años. Yo me quería ir para mejorar un poco en lo económico. Jugué un año más hasta que se me terminó el contrato. Tenía ganas de irme, además los directivos decían que eran muchos años y que había cumplido un ciclo. No me pareció mal, yo también quería irme para mejorar, probar otra cosa. Me fui a Chile, al Audax italiano. Aunque no hubiera tenido problema en quedarme toda la vida en Wanderers”. Cuando volvió de Chile pasó por Miramar Misiones y terminó en Progreso.
ABUELO. La familia de Andrea, su esposa, se fue a Estados Unidos cuando ella tenía un año y volvieron a sus 14. Pero no les fue bien con unos negocios y regresaron al norte. En ese ínterin la conoció Julio. “Nos conocimos en un baile cuando yo jugaba en Wanderers. Yo tenía 22 años y ella 21. Después quedamos hablando por un tiempo hasta que empezamos a salir”.
Andrea y Julio tienen hoy dos hijos y una nieta: Briana, de cinco años. El mayor vive en Uruguay y la menor, Agustina (de 17 años), ya es prácticamente norteamericana. “Yo le digo mi gringa y se enoja porque le encanta Uruguay, pero habla más inglés que español. Fui abuelo a los 40 años. Demasiado joven me parece, pero la extrañamos mucho. En febrero estuve en Uruguay por dos semanas y me pasé todo el tiempo con mi nieta”.
Cada vez que vuelve se da una vuelta por el Parque Viera, su casa. Saludar a los utileros Ivone y Cani es una obligación para Julio. “Ellos son medio Wanderers. Yo llegué a conocer a Doña Gloria, la abuela de Cani. Ella e Ivone me trataban como un hijo, aunque cuando me tenían que retar, me retaban. Yo las adoraba. Fijate que el Cani es la tercera generación de utileros. Cuando yo llegué al club él era chiquito y ya andaba en la vuelta”, recordó.