La historia de Lucas Sanabria: cambia pañales con 20 años, brilla en Nacional y tiene experiencia como técnico

"Todo me cambió de un momento para otro, me pasaron muchas cosas juntas. No es fácil porque hacía uno o dos meses estaba jugando una final de Tercera", reconoció el jugador de Nacional.

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Entrenamiento de Nacional en Los Céspedes: Álvaro Recoba junto a Lucas Sanabria.
Álvaro Recoba junto a Lucas Sanabria.
Foto: Leonardo Mainé.

La soltura que tiene para moverse en la cancha no es la misma que en las entrevistas. No son su fuerte. Lucas Sanabria lo sabe y enseguida se excusa -“no me gusta para nada”-, pero está abierto a todo. De la misma manera que lo estuvo hace un año, cuando inesperadamente le llegó la noticia de que iba a ser padre. O hace poco más de un mes, el día que Álvaro Recoba le dijo que iba a entrar de titular en un clásico de Primera División. O si un amigo lo llama para ir a pescar y tiene libre.

Atiende el teléfono unos minutos antes de emprender viaje. Está a punto de suspender su papel de futbolista para mimetizarse en el de un conductor que debe partir desde Florida de regreso al trabajo en Montevideo, en donde hasta hace unas horas estaba jugando la revancha contra Puerto Cabello por Copa Libertadores.

El trayecto de una hora y cuarto en ruta ya es una aventura diaria. Si no es él quien maneja -por cansancio, como pasó antes de ayer después del partido en el Gran Parque Central-, entonces va uno de sus padres y se ofrece. La única excepción es cuando se queda concentrando a pedido de Recoba. Pero, eso sí: su presencia allí no es negociable.

Pese a despuntar como figura en el primer equipo de Nacional, Sanabria todavía guarda mucha piel de juvenil, que se expone en su esencia y en su noble forma de ser. Es un chico de 20 años, de bajo perfil, al que en Los Céspedes lo bautizaron “El Mudo” -por ser introvertido en el vestuario- y que desconoce el futuro que le espera.

Lejos en el tiempo quedó el viejo apodo “Cabecita”, que supo heredar como diminutivo del que tenía su hermano, Juan Manuel, cuando iban a practicar juntos en Florida. Pero vigente sigue estando la condición hereditaria que une las historias futbolísticas de ambos, además de su conexión familiar innata.

—A mí no me gustaba entrenar con mi categoría; yo iba y entrenaba con Juanma. Y si no podía, ya no quería. A Juanma le decían “Cabeza, Cabeza, Cabeza”, y claro: empecé a aparecer yo y me empezaron a decir “Cabecita”. A él se le fue el apodo y a mí me quedó.

Los hermanos Sanabria junto a su madre.
Los hermanos Sanabria junto a su madre.
Foto: Instagram.

Los Sanabria (generación 2000 y 2003) formaron una dupla inseparable que despertó el interés de Nacional. Uno se fue después del baby y el otro con 17, en juveniles.

Tan pícaros como valientes, un día iban los amigos de uno y al siguiente aparecían los del más grande sin avisar para adueñarse del patio de su casa. Cuando no, su madre, anfitriona, los tenía compenetrados en la televisión jugando al PlayStation.

—Mi madre o mi padre siempre me llevaban al baby fútbol y si no me iba con Juanma. Después, cuando Juanma se fue (a Montevideo) ya era más grande y me iba en bici solo o caminando. A veces, mis amigos se iban de la escuela para casa a merendar y jugábamos un rato a la pelota y ya de ahí salíamos para la práctica a seguir jugando. Pasábamos todo el día en eso. Nuestra casa tenía un buen patio para jugar y un arquito que le habíamos hecho. Siempre se armaba ahí.

Aunque pasó la mayoría de edad y vivió la experiencia de cambiar los pañales de una bebé en carne propia, hasta hace muy poco todavía sentía de cerca al niño que fue alguna vez. Por las mañanas, salía camino a Los Céspedes en una camioneta que lo pasaba a buscar por la puerta de su casa a las 6:30 y volvía pasada la una de la tarde. De ahí, dos días por semana se iba derecho a hacer el curso de técnico en la noche para poder acompañar a su padre y estar, otra vez, cerca de sus inicios.

—Yo de tarde dirigía baby fútbol con mi padre. Un día me dijo si lo quería ayudar, y me servía para aprender. Todo el año pasado estuve con el ahí. Para dirigir y para estar adentro de la cancha, me pedían el curso básico de técnico y lo hice en seis meses. Me mataba la contentura con la que los niños llegaban a la cancha, agarraban una pelota y se encontraban con los compañeros. Me acordé de que cuando yo era chico iba a la escuela, veía a mis amigos y a la media hora ya me los encontraba en la cancha de vuelta. Me hizo recordar mucho a eso.

Año de cambios

Los jugadores de Nacional festejando ante Puerto Cabello.
Los jugadores de Nacional festejando ante Puerto Cabello.
JUAN CARLOS HERNANDEZ/AFP fotos

La timidez se esfuma cuando Lucas Sanabria comienza a repasar sus últimos tres años de vida. De golpe y porrazo, de estar jugando y entrenando muy tranquilo en Nacional de Florida, sin mayores preocupaciones, Montevideo tocó su puerta para, primero, empezar a viajar en una camioneta con otros juveniles de Nacional. Muy parecida a la historia de su hermano.

Luego, al pasarse la edad de Cuarta, tuvo que terminar sujeto a horarios y a los ómnibus. Pero eso no fue todo. Cuando quiso acordar, llegó el nacimiento de Olivia, su hija de tres meses. “Aprendí a cambiar pañales, que nunca había cambiado, y ahora le digo a mi novia ‘dejame a mí’. Cuando vengo de una concentración, trato de estar y hacer la mayoría de las cosas porque se que después es ella la que está con la bebé”.

El recorrido futbolístico, mientras tanto, acompañó con un crecimiento sin escalas y tuvo al Chino Álvaro Recoba como uno de los principales responsables.

—De repente salió lo de mi hija y al mes estábamos jugando las finales con Peñarol... Nos fue bien, salimos campeones y ya al otro mes estaba entrenando con Primera. Ahora estar viviendo todo esto con ellas dos (por su hija y su novia) es una locura. Todo me cambió de un momento para otro, me pasaron muchas cosas juntas. No es fácil porque hacía uno o dos meses estaba jugando una final de Tercera y no había ni la cuarta parte de lo que había en todo el estadio el día de mi primer clásico (en Primera). Son cosas a las que te vas acostumbrando y, de a poco, esos nervios de jugar con estadio lleno se me están yendo.

Lucas Sanabria celebra su gol ante Peñarol.
Lucas Sanabria celebra su gol ante Peñarol.
Foto: @Nacional.

Ni bien terminó el partido del miércoles contra Puerto Cabello -el quinto oficial en Primera para Sanabria- llegó el abrazo con Thiago Helguera, su compañero del medio. Son considerados como dos de las principales joyas de Nacional y se perfilan para repetir el dúo en la visita a Always Ready en Bolivia. Al jugar con él, Sanabria se siente cómodo y se sorprende cada día por la “calidad” que tiene pese a su corta edad -17 años-. Dice que siempre se muestra para jugar y que cuando se la cede, sabe resolver. “Al ser chico y tímido como yo, capaz que con él nos entendemos más y nos juntamos a hablar”.

Emiliano Velázquez y Diego Polenta son dos de los referentes que más se les acercan para cuidarlos. Así fue también el día del clásico: “Me dijeron que hiciera lo mismo que en Tercera, que me había ganado estar ahí y que le diera para adelante que ya sabían lo que daba. Que no tenía que demostrar nada, que jugara tranquilo y disfrutara”.

Hoy, Lucas intenta seguir disfrutando, consciente de que la responsabilidad le toca la espalda. Sigue los pasos de su hermano y en broma dice, para dejarlo contento, que “Juanma es el mejor”.

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