Por Diego Domínguez
En cuestión de 10 meses, la vida le cambió por completo a Franco Fagúndez.Pasó de ser el número nueve de la Tercera División de Nacional y estar cuarto en el orden de prioridades del entonces entrenador de Primera, Pablo Repetto, para, más temprano que tarde, ganarse un lugar en el equipo titular trabajando de manera silenciosa.
De pronto era el 10 del cuadro, el jugador revelación, el activo de mayor importancia en el club y el hombre premios. Todo eso con apenas 22 años.
A comienzos de año, se produjo un cambio de entrenador en Nacional y su rol se mantuvo. Su valor en el mercado subió e incluso estuvo cerca de marcharse al fútbol de Brasil en el final de la temporada, pero en el club optaron por bajar la persiana y retenerlo durante seis meses.
Todo era color de rosas hasta entonces en la carrera de este joven futbolista. Pero, con el paso de las primeras fechas del Torneo Apertura 2023, bajó su nivel, los goles tomaron forma de sequía y los resultados del equipo empezaron a condicionarlo.
De todas maneras, Fagúndez siguió siendo un jugador intocable en el esquema de Ricardo Zielinski hasta que Álvaro Gutiérrez asumió la conducción del barco.
Si bien con el Guti tuvo oportunidades como titular en los primeros cuatro partidos, al quinto, al no percibir una mejora, el entrenador decidió sacarlo. La noticia, como era de esperar, le cayó como un baldazo de agua fría dado que no era algo habitual desde 2022 y a eso se le sumaron una serie de inconvenientes personales.
En el afán de aclarar el tema, luego de tenerlo dos partidos (ante Fénix e Independiente Medellín) sentado en el banco de suplentes, Gutiérrez decidió acercársele junto a sus colaboradores la semana pasada y le terminó dando una lección.
De acuerdo a la charla que pudo reconstruir Ovación, le dio indicios de que tendría una nueva oportunidad frente a Wanderers y le mostró videos de goles suyos con la intención de tocarle su “fibra más íntima”. Lo consiguió. No solo porque Fagúndez le aportó claridad al juego ayer en la victoria por 1-0, con una asistencia a Diego Polenta en el gol agónico, sino porque también se desplomó tras el pitazo final y quebró en llanto.
El cariño recíproco se vio sobre el cierre del partido, cuando el futbolista y el entrenador se fundieron en un abrazo.