Por Miguel Méndez — Especial para Ovación
La historia de los clásicos entre se puede contar desde innumerables perspectivas: goles agónicos, figuras descollantes, partidos increíbles y remontadas épicas pero, también, a través de las tarjetas.
Un juez que rompió la amarilla, un delantero que fue expulsado menos de un minuto después de haber ingresado al campo de juego o un defensor que, en un año, recibió ante su clásico rival sanciones de tres colores distintos.
En las siguientes líneas, Ovación te muestra un repaso de la historia clásica en tres tarjetas: una amarilla rota, una roja precoz y una azul inédita.
El que pega, pega
Ramón Barreto fue uno de los jueces más influyentes de Sudamérica en la segunda mitad del siglo XX. Dueño de una impronta única, posee récords aún vigentes, como ser el único árbitro asistente en dirigir dos finales consecutivas de la Copa del Mundo (Alemania 1974 y Argentina 1978) o haber dirigido los principales clásicos del continente, como el argentino, el paraguayo, el colombiano y, por supuesto, el uruguayo.
Acá impartió justicia en más de 25 enfrentamientos entre los dos grandes de nuestro fútbol en un lapso de casi 20 años. Era el favorito de todos: dirigentes, jugadores e hinchas. Era polémico, sí: la prensa de la época varias veces lo acusaba de querer robarse el espectáculo, de tener ínfulas de protagonismo. Lo tildaban de “showman”.
Julio Matto, uno de los exárbitros más reconocidos de Uruguay, lo recuerda así: “Tenía mucha personalidad, mucho carácter. Era el mejor del país”, le dijo a Ovación.
Para 1975, Barreto ya estaba etiquetado como el mejor. Fue así que lo seleccionaron para “jugar” el clásico de la Liga Mayor, fijado para los primeros días de diciembre. El torneo tuvo su primera edición en ese año y otorgaba puntos que luego se arrastrarían en la Liguilla Pre-Libertadores de América, que se había estrenado en la temporada anterior.
El juez llegó al país solo para ese partido: estaba en Colombia, dirigiendo la recta final del torneo. Vino, trabajó y se fue. Pero, en el medio, dejó una perlita inoxidable. El partido arrancó picado y Barreto supuso que la cosa se le podía ir de las manos.
Fue entonces que, promediando el primer tiempo, llamó a los capitanes, les dijo unas palabras y, ante la mirada de todo el público presente en el Estadio Centenario, levantó la tarjeta amarilla y la rompió. Nilson Bertinat, el arquero de Nacional de esa noche, le dijo a Ovación: “Fue una señal, fue como decirnos que se habían terminado las amarillas, que el que hiciera algún foul ahora se iba para afuera”, recuerda con una risa nostálgica.
Bertinat, que vive en Fray Bentos desde hace varios años, había llegado a Nacional para suplantar ni más ni menos que al brasileño Manga, el legendario arquero tricolor. “Barreto era un excelente árbitro, de mucho diálogo con él jugador”, contó.
Matto, por su parte, opinó que ese fue un “recurso psicológico” para calmar los ánimos. La cosa es que tan bien no le salió al pobre Ramón: en el segundo tiempo mostró cinco rojas (tres para Nacional y dos para Peñarol) pero, para el final, dejó una nueva curiosidad.
Resulta que el bolso anotó el 2-1 en la hora y Bertinat, que disponía de un saque de arco a pocos minutos del final el encuentro, se puso a hacer tiempo. Fue entonces que Barreto se acercó, metió la mano en el bolsillo y le sacó… amarilla. “Había dejado una guardada para que no lo sancionen”, dice el por entonces arquero. “Romper una tarjeta es antirreglamentario, entonces sacó esa para demostrar que tenía una de repuesto”, aportó Matto.
El País, en su edición del 4 de diciembre de 1975, tituló en la tapa que Barreto mostró “su habitual show”.
Un semáforo
En 1996 el defensor Robert Lima ya estaba muy afianzado como titular en el primer equipo de Peñarol. El Bola, que tenía cierta fama de jugador rudo, ese año alcanzó una marca insólita al recibir tarjetas de tres colores: amarilla, roja y azul. Y todas frente a Nacional.
La más llamativa fue, por supuesto, la azul. Carboneros y bolsos jugaron un amistoso en Paysandú y otro en Rivera con un reglamento extraño: ante una infracción que ameritara más que una amarilla pero menos que una roja se mostraría la tarjeta azul, que dejaría al sancionado 10 minutos fuera del campo de juego, sin posibilidad de ser cambiado, claro. Es decir, el equipo cuyo futbolista recibía esa sanción, quedaba en inferioridad numérica.
En caso de empate, además, la cosa se definiría por shot-gol: los jugadores arrancarían desde la mitad de la cancha, mano a mano ante el arquero, y dispondrían de ocho segundos para finalizar la jugada.
Lima fue el único en recibir la tarjeta azul, a los 111 minutos; a los efectos fue como una roja ya que, como quedaban menos de diez para terminar, no volvió a ingresar y el equipo de Peñarol cerró el encuentro con 10 hombres.
En tanto, en el primer clásico del año (partido amistoso que tuvo lugar en el Campus Municipal de Maldonado) el Bola fue expulsado al igual que en el último, por la Liguilla, torneo donde también alcanzó una especie de récord.
Es que el zaguero aurinegro vio la roja en los tres partidos que jugó, primero ante Rampla, luego contra Liverpool y finalmente frente Nacional. Una efectividad envidiable.
Vio la luz y salió
No menos particular fue lo que le sucedió a Richard Morales en su primer clásico -como jugador de Nacional-, disputado en 1999 por la ya desaparecida Copa Mercosur (la antecesora de la Copa Sudamericana).
Era 5 de octubre y en juego estaba la clasificación a la segunda ronda del torneo continental. No había mañana para ninguno de los dos.
Nacional perdía 2-1 ante Peñarol y Hugo De León mandó a la cancha al Chengue. Había córner a favor del bolso. Iban 84 minutos y el delantero soñaba con comenzar a meterse a su hinchada en el bolsillo.
El tema es que el futuro, absolutamente inmediato, tenía otros planes. Se ejecuta el tiro de esquina, Peñarol despeja, Nacional vuelve a mandar la pelota al área y fue ahí que se enredó la cosa: Javier Delgado cae, Cafú lo increpa y Morales salta a favor de su compañero. Sucede un encontronazo.
El juez Jorge Larrionda no quiso problemas: expulsó al lateral de Peñarol y al atacante de Nacional, que estuvo apenas 40 segundos en cancha en su primer clásico. Absolutamente insólito.
Finalmente Peñarol ganó, fue el clasificado a los cuartos de final del certamen continental -llegó hasta las semifinales que perdió con Flamengo- y el Chengue Morales fue uno de los apuntados pero, por suerte para él, el tiempo le daría un lugar privilegiado en la reciente historia tricolor con muchos goles, alegrías y festejos.
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