Héctor “Pichón” Núñez era un puntero muy hábil que apareció en una delantera juvenil de Nacional que le hizo seis goles a Independiente a fines de 1956. Con él estaban Raúl Núñez, Héctor “Ciengramos” Rodríguez, Julio Acosta y el paraguayo Juan Ángel Romero. El “Pichón”, nacido en Belvedere en 1936, jugó un año más en la primera tricolor, ganó el título uruguayo de 1957 y emigró enseguida al fútbol español.
Empezó en Valencia, luego fue al Mallorca y cerró su carrera en el Levante. Ya había hecho su vida en España, donde más tarde se dedicó a la dirección técnica en importantes clubes —Rayo Vallecano, Atlético de Madrid y Valencia, entre otros—, fue profesor de la escuela española de técnicos e instaló varios negocios, además de ver nacer allá a sus hijos.
Alguna vez la AUF pensó que su experiencia europea iba a ser un importante aporte para la selección uruguaya, pero esa posibilidad nunca terminaba de concretarse.
Al cerrarse la temporada 1988, Nacional era campeón de América y del mundo, pero se había quedado sin su técnico, Roberto Fleitas, y algunos de los integrantes del equipo también se habían marchado. La situación económica del club era muy delicada y se adeudaba una importante suma al plantel.
Los riesgos
La directiva pensó entonces en Núñez para dirigir al equipo. Le ofrecieron una moneda con dos caras: por un lado aparecían los grandes títulos de 1988, por otro un plantel con menos figuras y escasos fondos para reforzarlo, y con eso intentar seguir en la cumbre, acaso una tarea más difícil que llegar.
“¿Sabe por qué volví? Porque este equipo es campeón del mundo. ¿Le parece poco?”, le dijo a la revista argentina El Gráfico, con el característico acento madrileño que nunca lo abandonó.
Y en el verano de 1989, aquel Nacional se mostró “recopado” con sus victorias, como tituló la prensa entonces. Ocurrió que en enero de aquel año la Conmebol creó un nuevo trofeo, la Recopa, a jugarse entre el campeón de la Libertadores y el campeón de la Supercopa, el otro certamen continental de la época, que era Racing de Avellaneda.
El primer encuentro se jugó en el Estadio Centenario el 31 de enero y los tricolores ganaron 1-0, con gol de un delantero que asomaba y prometía, Daniel Fonseca, luego de gran jugada de William Castro.
La revancha se disputó el lunes 6 de febrero en el estadio Amalfitani de Buenos Aires. El tricolor aguantó el empate a cero y logró el título. Fue clave una nueva hazaña de Jorge Seré, al atajarle un penal a Walter Fernández. Luego de la Intercontinental en Tokio, Seré se había convertido en un especialista en atajar penales.
Así formó aquella noche: Seré; Tony Gómez, Daniel Revelez, Hugo de León, Carlos Soca; Santiago Ostolaza, Jorge Cardaccio, Javier Cabrera; Julio Zoppi (luego Fonseca), Sergio Olivera (Enrique Saravia) y William Castro.
Aquel tricolor ya no contaba con hombres clave de la campaña 88, como Yubert Lemos, Ernesto Vargas o Juan Carlos De Lima. Pero se mantenía la seguridad defensiva, con Seré, Revelez y el caudillo De León en alto nivel; la combatividad que llegaba seguido al gol de Ostolaza en el mediocampo y la calidad del “Pato” Castro, entre volante y extremo izquierdo. Y la ya anotada aparición de Fonseca.
Con menos piezas que el que el año anterior, con poco tiempo previo para trabajar, pero con retoques y su sagacidad para manejar planteles, Núñez mantuvo a Nacional como fuerza altamente competitiva.
“Conociéndolos a los jugadores y conociendo al fútbol de mi país estoy tranquilo: Uruguay seguirá dando títulos”, comentó a la prensa argentina.
Dicho y hecho: los éxitos siguieron con la conquista en febrero del trofeo “70 Aniversario de El Gráfico” en Mar del Plata, ganándole a Independiente 2-1 y empatando 3-3 con River. Para variar, Seré le atajó un penal al riverplatense Serrizuela.
Interamericana
En marzo, Nacional viajó a Tegucicalpa para jugar con el Olimpia de Honduras el partido de ida por la Copa Interamericana, el mismo trofeo que el tricolor había obtenido en 1972.
El encuentro del 5 de marzo, ante 40.000 espectadores en el estadio Metropolitano “Tiburcio Carías Andino”, terminó 1-1 (volvió a anotar Fonseca) y con la convicción de todos que el título quedaba en Montevideo visto el nivel del adversario.
Y así fue, con un rotundo 4-0 (uno de Ostolaza y otro de Fonseca en el primer tiempo, dos de Luis Noé en el segundo) el tricolor sumó una nueva copa el 29 de marzo.
Fin de ciclo
Sin embargo, el impulso inicial se frenó en abril, cuando Danubio sorprendió a todos eliminándolo de la Copa Libertadores con un empate y un triunfo por 3-1. Era el gran Danubio de fines de la década de 1980, campeón uruguayo en el 88 y semifinalista de la Libertadores el año siguiente.
Nacional ganó después el Torneo Competencia, que antecedía al Uruguayo. Pero perdió el título mayor local ante otro protagonista inesperado, Progreso, en un certamen a una sola rueda. Y quedó fuera de la Libertadores 1990 tras una Liguilla donde mandaron los clubes chicos. Los representantes uruguayo en la Copa fueron Progreso y Defensor Sporting.
Con ese torneo, en enero de 1990, Núñez se despidió de Nacional.
Al “Pichón” la oportunidad con la selección uruguaya le llegó por fin en 1994. Transcurría otro momento complicado, cuando la Celeste representaba un hervidero de intereses y conflictos. Con su vasta experiencia, pero también su personalidad componedora, logró que todos tiraran para el mismo lado. Y así se ganó la Copa América 1995, derrotando por penales a Brasil en el Estadio Centenario. Después, las impiadosas eliminatorias se devoraron su trabajo y fue cesado.
Se volvió a España, pero su despedida como entrenador la tuvo en Tacuarembó en 2007, más por dar una mano que por un dinero que no había. Falleció en Madrid en 2011.
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