El “Tony” se prepara para su partido despedida, que tendrá lugar en el Campeón del Siglo el sábado 30 de este mes. Y reconoce que está muy ilusionado y nervioso por ese partido. Pero su ansiedad es diferente a la que se siente, por ejemplo, antes de jugar una final.
“Es raro y distinto a cualquier otra cosa que haya vivido”, dijo y reconoció que muchas de las cosas que sucederán esa noche serán una sorpresa para él. De las pocas que conoce es que su amigo “Lolo” Estoyanoff no sólo jugará, también va a cantar. El excapitán aurinegro no ha sufrido por dejar de jugar ni el asunto ha resentido su pareja con Valentina. “No he sido ese jugador que deja y es una carga en su casa. Al menos, eso pienso yo. Je”.
—¿Cómo ha sido este año sin fútbol?
—Muy familiar y muy bueno. La he llevado bien; dejar era una decisión que yo tenía muy pensada y cuando las cosas las hacés pensadas y no por otras razones, se hace más fácil el después. Aunque nunca es fácil porque fueron muchos los años, pero no me puedo quejar, la estoy pasando muy bien. Son etapas que se cierran y hay que entender que después del fútbol hay más vida.
—Al principio, ¿te costó?
—No, porque después de la fractura ya no la pasaba bien entrenando. Sobre todo en invierno. Pero como no me gustaba faltar a un entrenamiento ni hacer diferenciado... Mientras jugué nunca quise decirlo. No me parecía bien. Ahora lo puedo contar. Je. Al principio, por momentos hasta estaba rengo.
—Pero lo disimulabas bien.
—El primer año fue el más complejo porque me tuve que acostumbrar a que el cuerpo lo disimulara. Después lo fui llevando. No era siempre. Además, los futbolistas juegan con dolor desde que arrancan. Tienen que convivir con el dolor.
—La decisión de dejar, ¿la tomaste porque ya te costaba ir a entrenar?
—No, no me costaba, pero fueron muchos años. Y muchas cosas vividas. Cuando no disfrutás el entrenamiento, no es lo mismo, y yo después de la fractura no lo disfrutaba. Además, sentía una saturación mental, un cansancio psicológico. Y consideraba que a Peñarol ya no le iba a ser tan útil.
—¿No pensaste irte después de aquellos tres goles a Defensor y el título del 2012-2013?
—La carrera no se decide por un partido. No podía ni retirarme porque hice tres goles ni seguir porque perdí. Eso no empañaba los años que había jugado, ni los logros obtenidos, ni mis vivencias. No me parecía que era el momento. Sentí que podía seguir dándole cosas a Peñarol.
—¿Cómo es un día en tu vida hoy?
—Me levanto y hago lo mismo que cualquier persona normal. Voy al club Náutico, dependiendo de la hora de dejar a los niños en la escuela. La vida gira en torno a mis hijos. Y ayudo a Valentina, que tiene un salón de fiestas. Me consulta muchas cosas, pero la que se encarga es ella. Y estoy haciendo un proyecto deportivo para el Náutico, que me pidieron; dando una mano. Trato de estar atento a todo lo que antes no podía.
—¿Cómo le explicaste a Benjamín que su papá no iba a jugar más? Pregunto por él porque su hermanitas eran más chicas.
—Cuando terminó el partido, que lamentablemente no terminó por incidentes y nos quitaron la posibilidad de jugar los últimos siete minutos. Y vaya a saber lo que podía haber sucedido. Fue un día duro y difícil para los que estaban en la tribuna y para mi familia también. Benjamín se asustó mucho, entonces ese día le dije que no iba a jugar más.
—Entonces ya tenía la decisión tomada...
—Sí, lo que pasa es que no quería decir que me iba a retirar. Luego se dieron una cantidad de situaciones que me hicieron reafirmar la decisión.
—¿Cómo fue para la pareja que pasaras de no estar nunca a estar siempre en casa?
—Tampoco es que esté todo el día en casa, estoy más que antes, pero ella tiene sus cosas y yo las mías. La llevamos bastante bien. No he sido ese jugador que deja de jugar y es una carga. Al menos eso pienso yo. Je.
—¿Qué fue lo mejor de la carrera?
—Haber jugado en Peñarol.
—¿Y lo peor?
—El día que me tuve que ir y no por voluntad propia. Cuando tomé la decisión de seguir jugando en Wanderers. Ese fue el momento más difícil de mi carrera. Aunque le guardo un cariño y un gran respeto a Wanderers. En el Viera me trataron como si me hubiera criado ahí.
—Sos técnico y gerente deportivo. Cuando se fue Lima de la Tercera de Peñarol se mencionó tu nombre, ¿te hubiera gustado?
—Me dijeron sí, pero no me llamó nadie y no estaba en el país. Nadie me propuso nada hasta el momento. Es difícil saber lo que me gustaría hacer, primero tendría que tener una propuesta para analizarla y a partir de ahí tomar decisiones. De todas maneras, tener esos cursos hechos me abre un abanico de posibilidades.
—¿Sos de los que siguen entrenando o de los que ya corrieron demasiado?
—Siempre me gustó entrenar, pero hoy hay cosas que puedo hacer y otras que no. Trato de ir todos los días al club porque me divierto. Y es una vida nueva para mí, mucho más social. Cuando jugaba vivía por y para el fútbol. Yo le entregué mi vida al fútbol. Y traté siempre de hacer bien los deberes para jugar, como jugué, hasta los 39 años.
—¿Y el fútbol que te devolvió por esa vida que le entregaste?
—El cariño y el respeto de la gente, el que me sigue demostrando día a día. Yo jugué al fútbol porque era mi pasión de niño y jugué en Peñarol porque me vinieron a buscar de otros equipos y con 12 años me escondía. Hasta que "Cacho" Caetano, con mi padre, me llevaron a Peñarol. Pero nunca pensé, a un año de haberme retirado, vivir lo que vivo diariamente con la gente.
—¿Te sorprendió la forma en que se tuvo que ir Bengoechea de Peñarol?
—Me dolió. Hablé enseguida con él y charlamos de todo. Pero cuando uno está en el fútbol debe ser consciente que pueden pasar cosas que escapan a uno. En el fútbol estás expuesto a eso.
—¿Y que se fuera Zalayeta con él?
—No me sorprendió, porque soy su amigo. Sabía que era algo que podía suceder.
—¿Y que Darío comenzara a trabajar con Da Silva?
—No, no. Lo hablamos con él. Hablamos muchísimo. El Polilla se lo había propuesto antes. Uno ve las ventajas y las desventajas de todas las decisiones.
—¿Te hace ilusión el partido despedida?
—Mucha. Y me produce cierta incertidumbre.
—¿Estás nervioso?
—Bastante. No es parecido a nada de lo que viví antes. Es raro. No sé cómo explicarlo, es distinto a todo. Pasó un año y yo me aparté del fútbol y de todo lo que lo rodea. Lo hice porque no juego más y porque los protagonistas son otros. Hoy no puedo comparar la despedida con ninguna de las cosas que viví antes. Quizás después pueda hacerlo.
—¿Hay alguien que no podía faltar?
—De los que van a estar nadie podía faltar. Después hay muchísimos que no pueden estar. Como el Chino (Recoba). No es que no pueda estar, pero yo tampoco fui a su despedida. De todas formas, eso no cambia en nada nuestra amistad.
Los perros: la herencia del amor.
Pacheco reconoce que heredó el amor por los animales de su esposa Valentina. Y ambos se lo han transmitido a sus tres hijos: Benjamín, Florencia y Catalina. En su casa de Punta Gorda tienen cuatro perras, una que vino desde España con ellos. Pero suele haber otros canes transitorios. Mañana llegarán varios que Valentina vio abandonados en la rambla. Es que cuando "Tony" o su esposa ven algún animal en dificultades, lo llevan a su casa, lo curan, lo cuidan, lo recuperan, lo llevan al veterinario a castrarlo y le consiguen un hogar. "Eso no ha cambiado, seguimos colaborando. La postura y al amor por los animales no se borra. Sigo colaborando con las cosas que he colaborado siempre. Y ayudando cuando tengo posibilidades, aunque a veces es difícil cumplir con todo el mundo", dijo Pacheco, a quien dentro de poco podremos ver en televisión haciendo un comercial para Animales sin Hogar junto a una de sus perras.
ENTREVISTASILVIA PÉREZ