Por Juan Pablo Romero.
Desde que tiene recuerdos, Agustín Albarracín (17) vive en el Parque Viera. De niño era como el patio de su casa. Acompañaba a su hermano a todos lados, siempre fueron inseparables. Hoy siguen con la misma rutina, aunque por primera vez ambos jugando en la Primera División de Wanderers. Van y vienen juntos a entrenar al Complejo Devoto y, más allá de que no viven juntos, casi, ya que la novia del más pequeño es hermana de la pareja del más grande, Nicolás.
Nicolás Albarracín (29) pudo volver a su casa para disfrutar de jugar con su hermano menor. El club no dudó en abrirle las puertas en un momento delicado: el fallecimiento de su madre. Este hecho cambió lo que tenía planificado, pues le estaba yendo muy bien en Bolivia. Fue goleador en Real Tomayapo (Primera División) y ya tenía todo acordado con Universidad de Vinto para seguir en ese mercado. Pero cuando se enteró que lo de su madre no pintaba bien, se tomó el primer vuelo disponible para acompañarla. Se quiso quedar para acompañar a su familia, pero principalmente a su hermano, ese que es inseparable.
“Es algo increíble y hasta impensado, no sabía que se iba a dar tan rápido, pero por distintos motivos se dio el hecho de jugar juntos. Estoy feliz de estar en casa y compartiendo con mi hermano. Yo pensaba seguir en el exterior, ya me había ido, después que pasó lo de mamá hablé con Wanderers, con Sergio (Blanco), a ver si me podía quedar. Me dieron una mano bárbara”, le dice Nicolás a Ovación, y recuerda: “Él se pasaba acá metido, con los utileros, con el Cani, con la Flaca. Eso le hizo más fácil la adaptación también. Yo hice todas las formativas en Wanderers y él se pasaba entre el Viera y el Devoto”.
Agustín señala que “pasó todo demasiado rápido. No me esperaba vivir esto a mis 17 años, sí obviamente aspiraba a debutar temprano, pero no así. Tenerlo a él acá -que lo admiro, yo quiero ser como él- para mí es un orgullo”. Con una voz muy similar a la de su hermano, flaquito y con cara de adolescente, el más pequeño de los Albarracín ya forma parte del plantel principal, aunque para no perder ritmo baja a competir con la Cuarta División. En formativas lleva muchos goles jugando en una posición similar a la de su hermano, con capacidad para moverse en todo el frente del ataque, sea como enganche o extremo. En la pretemporada tuvo mucha participación en el equipo.
“Estamos todo el día juntos. La idea de quedarme en Uruguay era un poco esa, de ayudar después del mal rato familiar por el que estamos atravesando. Eso es lo mejor, estamos todos juntos, con la familia y eso nos hace más llevadero todo. Estando en casa es todo más fácil”, reflexiona Nicolás, que vive en Empalme Olmos junto a su pareja, la familia de ella y su pequeña hija.
“Se presentaron ellos, viste cómo son ahora, je. Pero tiene el permiso, la verdad es que nos llevamos todos muy bien y eso facilita”, dice entre risas el mayor cuando se refiere a que Agustín está en pareja con su cuñada.
“Yo había arreglado en Universitario. A los tres días me llamó la doctora para contarme cómo estaba la situación, sabía que no era optimista, la teníamos clara. Me tomé el primer avión que había y lo primero que hice fue comunicarme con Sergio y los dirigentes para transmitirles que me quería quedar acá. Me abrieron las puertas a pesar de que tenían el equipo armado, me valoraron mucho. Quiero ayudarlo a él (señala a Agustín), a estar cerca de mi padre, de mi hermana. Tengo a mi nena, que es chiquita, y la han visto poco porque me fui enseguida al exterior; quiero que la disfruten, eso es lo más lindo que tiene la vida”, comenta emocionado Nicolás, quien siente que las cosas se van poniendo en su lugar después de haberse ido de Wanderers de una manera que nadie hubiese deseado. “No me detengo en el pasado, en lo único que pienso es de ahora en adelante. Con la gente siempre me llevé de la mejor manera, no tuvimos nunca un problema. Soy un agradecido, esta es mi casa, donde me crie, donde me formé como jugador. Siempre que vuelva al Uruguay lo primero que voy a hacer es llamar y decir que me quiero quedar acá. A veces se puede, a veces no. Ahora es un sueño por poder compartirlo con Agustín”, remarca.
El más experimentado de los Albarracín, que jugó también en Peñarol, Querétaro de México, Spezia de Italia y Deportivo Cali, entre otros clubes, afirma que quieren intentar luchar por el título: “Ya hace un tiempo se viene hablando de eso en Wanderers, lo hablábamos cuando éramos compañeros (con Blanco) y ahora lo mismo, queremos ir a pelear el campeonato. Después se va viendo cómo se maneja porque hay equipos fuertes y equipos que vienen juntos hace tiempo. La clave es intentarlo, pero lo que sí hay que asegurar es clasificar a la copa. Wanderers se merece jugar una copa internacional por todo lo que significa”.
Profundizando sobre el Chapita, Nicolás dice que “siempre fue un enfermo por ganar y lo transmite. Hay un grupo de hombres y de juveniles que está muy bueno. Eso es lo que nos está dando esa seguridad y confianza”.
Agustín señala que no está ansioso por el debut, pero que lo espera: “Todavía no cumplí el sueño de debutar con él (por Nico), pero cada vez que bajo a juveniles a hacer fútbol intento sumar la mayor cantidad de minutos para estar lo mejor posible para cuando me toque”.
Consultados sobre si prefieren compartir unos minutos juntos en la cancha o entrar uno por otro y darse un abrazo (algo que perfectamente podría suceder, ya que juegan en el mismo puesto y ambos pueden jugar tanto por derecha como por izquierda), ambos coinciden que les gustaría estar al mismo tiempo dentro del campo de juego.
“No hay que apurarlo, pero tiene condiciones. Es un chiquilín humilde, que siempre está escuchando a los más grandes. En cualquier momento le va a tocar la chance”, se ilusiona Nicolás.
“Mi madre nos llevaba siempre a entrenar. Nosotros no podemos bajar los brazos. Si bajamos los brazos le estaríamos fallando. Fue ella la que nos guió y la que hizo todo por nosotros. Ahora tenemos que pelear por eso. Yo también tengo a mi señora y mi nena chica que me acompañan a todos lados. Es levantarse, mirarle la cara a ellas y ya saber que hay que lucharla. Sí hay días de altibajos, que estás mal, pero los superás. Hay que buscarle la vuelta, no nos podemos rendir”, remarca convencido.
A dos toques
*En el Clausura 2014, cuando Wanderers fue campeón, Agustín tenía apenas nueve años: “Lo acompañaba siempre a los partidos, me metía al vestuario. Íbamos a todos lados juntos, más que él era figura, hacía goles. Lástima lo que pasó a lo último en la final”.
*“Se arrancó bien y estamos afianzados, aunque hay que seguir mejorando. Sergio te transmite Wanderers, es ídolo, sabe cómo tratar a todos para que sepan lo que es el club, sabe que tenemos que pelear el campeonato y clasificar a una copa”, dice Nicolás.