“Lukaku” tricolor: la historia de Herazo, el que no tenía para los pasajes y seguía a Nacional por Luis Suárez

El centrodelantero colombiano se reconcilió con el gol y fue una de las figuras del equipo en la goleada frente a Fénix en el Parque Capurro. Tuvo un largo viaje.

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El colombiano Diego Herazo festeja su gol con Nacional ante Fénix en el Parque Capurro
El colombiano Diego Herazo festeja su gol con Nacional ante Fénix en el Parque Capurro.
Foto: Ignacio Sánchez

La luz perdía fuerza los días de semana en la casa de Diego Herazo cuando papá Alfredo se iba. Era una fija de lunes a viernes. La mina de oro lo esperaba y allá iba, a pico y pala, a ganarse la moneda.

Su hijo, poco consciente de la realidad económica de la familia por entonces, le suplicaba que se quedara. Pero esa rutina se repitió durante años en la vida de un joven colombiano que hoy ya tiene 28 y que así como en su momento usó a la pelota de distracción, hoy se gana el peso como jugador de fútbol.

Nacional golpeó a su puerta casi que por accidente, después de que Gonzalo Carneiro sufriera una rotura de gravedad, Federico Santander tuviera un problema familiar con su hijo en Paraguay y, en paralelo, Rubén Bentancourt se lesionara.

La llegada se dio de apuro en un viaje fugaz del presidente Alejandro Balbi a Buenos Aires mientras negociaba por teléfono con el agente Rafael Monge para que pulseara con el Grupo Pachuca por el regreso del “Diente” Nicolás López.

La gestión, si bien lo obligó a reunirse con autoridades de San Lorenzo, reflotó un interés previo que había tenido el área deportiva a principio de año, cuando su nombre entró en la bolsa de posibles centrodelanteros junto al de Wanchope Ábila.

El colombiano Diego Herazo festeja su gol con Nacional ante Fénix en el Parque Capurro
El colombiano Diego Herazo festeja su gol con Nacional ante Fénix en el Parque Capurro.
Foto: Ignacio Sánchez

Herazo, fanático del béisbol y fiel espectador durante su adolescencia, fue comprado por San Lorenzo en una cifra cercana a US$ 1 millón, por lo que su llegada a Uruguay debió esperar hasta agosto, cuando la gestión prosperó en un préstamo de US$ 80.000 por una temporada con opción de compra. El que propuso su nombre fue Alejandro Sobrino y el representante Pascual Lezcano, que en un principio se había puesto duro con las condiciones salariales, terminó aceptando.

Ayer, en el Capurro, el arco le volvió a sonreír (dos goles) en su séptimo partido. Llegó a su tercer gol como tricolor, a pesar de contar con pocos minutos.

Así como Andrea, su esposa, expresó su alegría en redes sociales, en el seno interno también la compartió él. Que de chico se levantaba a las cinco de la mañana para entrenar y tenía una hora de caminata de ida y otra de vuelta en Colombia. Que solo le alcanzaba para dos pasajes. Que no se olvida de sus amigos del Parque Central (de San Juan de Nepomuceno, en su país). Que no brilló en San Lorenzo, siguió a Nacional por Luis Suárez y sueña con algún día ser llamado por su selección.

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