Un día como hoy, pero hace exactamente tres meses, Ricardo Vairo y Flavio Perchman se fundían en un abrazo enfrente a la puerta principal del Gran Parque Central y celebraban rodeados de cámaras, amigos y contrincantes políticos, que, de la noche a la mañana, se convertirían en sus nuevos compañeros de directiva.
El ahora presidente confiaba en su momento en la palabra del Nono Giuria, un “patriarca” y viejo soldado de elecciones que se transformó en un hombre de su riñón y que aquella noche era el principal cómplice del pronóstico que los daba como ganadores por anticipado: “Si el patriarca lo dice, que me disculpe la ciencia”.
Perchman, por su lado, ya estaba seguro de que serían los triunfadores, y así lo repitió convencido en un mensaje que envió a Ovación el pasado 26 de noviembre: “La semana que viene liquido la elección”.
Pasados seis partidos del Torneo Apertura, la dupla transita por estos días un período que Vairo calificó como “luna de miel”, que incluye, entre otras cosas, el invicto de tres clásicos frente a Peñarol, el título de la Supercopa, la llegada de fichas internacionales y la reciente renovación del contrato de Nicolás López.

“Uno tiende a pensar que las redes es la foto de todo el público y no es tan así; es un público menor. He aprendido que 10 te escriben para criticar y uno solo te tira buena onda. Aunque nosotros todavía estamos en una luna de miel”, analizó en el programa de streaming Una Cuestión Nacional el presidente, que, pese a su investidura, adoptó un perfil bajo y reconoció que “lo único” que le cuesta es la exposición.
Así y todo, está muy bien conceptuado en la interna por otros dirigentes que en su momento compitieron con él, como el veterano Eduardo Ache: “Nacional fue afortunado con Vairo de presidente. Es el perfil que precisás para este momento y esta fragmentación política”.
Pero, como dice el dicho: no todo lo que brilla es oro. Y Vairo es uno de los que ya parece tenerlo claro: “Esto es mientras la pelotita entre”.
El camino, aunque es corto para trazar conclusiones profundas (van apenas 90 días), parece largo por la sucesión de hechos. Y uno de los primeros temas a resolver fue la designación del entrenador, horas después de que estuviera cocinado el resultado y Perchman anunciara: “Jorge Bava está cerrado”.
La postura radical que adoptó y transmitió en la interna Nicolás López, un jugador al que en campaña habían prometido renovarle, echó por tierra esa posibilidad y llevó a que, reconciliación mediante, Martín Lasarte volviera a estar al frente.
Con ese tema laudado, apareció un segundo revés, que fue la búsqueda interminable de un número 9 y una figura del extranjero. Fue tan dilatada la espera que en el camino el vicepresidente se cruzó al aire con un periodista por una información inexacta y siguió mostrándose confiado de que podría cerrar a Lucas Alario, algo que finalmente no ocurrió.
El cortocircuito, sin embargo, devino en la posterior llegada de Eduardo Vargas, calificada como un “bombazo” por medios periodísticos, pero cuestionada en una directiva que se hizo en enero junto a la de Rómulo Otero.

Hubo otros debates internos por el cobro de entradas en el clásico del GPC, la inclusión de juveniles y temas económicos, además de consenso entre hinchas por el informe que presentó todas las altas y bajas. También se superó el número de butacas vendidas del año previo, se hicieron cambios estructurales en la comunicación y Perchman se convirtió en un personaje particular que está en todos lados.
El hincha se acostumbró a un estilo dirigencial diferente, pero también de trabajo. Según Vairo, esto solo el comienzo: “¡Te seguirás sorprendiendo!”, bromeó.
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