A más de 4.000 kilómetros de Uruguay, abrazado al calor seco de Ecuador y lejos de su familia, Diego López corta los planes de su tarde en Guayaquil y presta su tiempo para dejar la oreja pegada al teléfono por varios minutos.
Dice que después de tantos años en el extranjero sigue sin acostumbrarse a vivir sin sus hijos, está convencido de que Peñarol"repercute" más que Nacional —aunque le guarda mucho respeto— y resume sus dotes vieja escuela en una simple frase: "Yo tenía 17 años cuando subí, levantaba la mano para hablar y me trataban como un hombre".
Feliz, inmerso en el mundo de Barcelona, relojea todo lo que pasa en Uruguay y asegura que si los ecuatorianos se convencieran de su potencial, muchos ya estarían en Europa.
— ¿Qué es lo más difícil de estar donde estás hoy, en Barcelona de Guayaquil?
— A lo largo de los años, me acostumbré bastante a irme solo. Siendo entrenador, me fui a Brescia; la segunda vez que entré al Cagliari mi familia estaba viviendo en Madrid; después me vine a Peñarol a entrenar y ellos se quedaron el primer año allá. Siempre estoy lejos, pero nunca me acostumbro a vivir el día a día sin mis hijos (Inti, Ian y Thiago). El sábado jugaron un partido en Tercera los dos juntos y todas esas cosas me hubiese gustado verlas. Eso lo perdés, pero uno también sabe que le gusta esto y el trabajo muchas veces requiere de estar lejos de la familia. Hacemos algo que nos gusta.
— ¿Cómo llevás esto de que dos de ellos (Inti e Ian) sean futbolistas? Y, encima, juegan en Nacional...
— Son emociones lindas, que las vivís a la distancia. Por ejemplo, cuando fui a ver las finales clásicas de Tercera, en la cancha de Central Español, tenía muchos nervios y, después, fue una emoción muy grande porque los vi felices. A veces me mandan un partido y lo miro acá, solo, a la distancia. Tengo todos los canales de Uruguay y también miro fútbol uruguayo.
— ¿Qué particularidades tiene Ecuador que lo diferencian del fútbol uruguayo?
— Yo no conocía el fútbol interno. Es una liga competitiva, con una capacidad física superior. La mayoría de los jugadores son potentes y físicamente tienen otro nivel. Creo que a ellos les falta el convencimiento de que son buenos de verdad. En el momento en que se den cuenta de que son muy buenos, va a ser difícil competirles. En la liga interna, encontrás extremos que son rápidos y hábiles en el uno contra uno, que son dos características difíciles de encontrar en el mundo. Yo les digo muchas veces: “Con estas características, hay muchos jugadores de Europa que juegan en el mismo puesto y no las tienen”. Es para que se den cuenta del potencial.
— Es una descripción que podría encajar con Byron Castillo, que llegó a Peñarol.
— Sí y creo que apenas se adapte va a andar muy bien. Si lo mirás, físicamente vuela, es potente, rápido, y técnicamente es muy bueno. Aparte, tiene personalidad: sabe lo que es jugar en un equipo grande.
— A Uruguay, por falta de recursos, muchas veces llegan jugadores que eran el plan C o D de un entrenador. ¿En Ecuador también pasa?
— Eso pasa en todos lados. En Sudamérica hay una realidad que está muy marcada por el predominio de los equipos brasileños. Por debajo, vienen los argentinos y después está el resto. Nosotros estamos conformes con el mercado porque han venido buenos jugadores. Pero sí. Muchas veces pretendés a un jugador clase A, pero tiene que ser relativamente accesible para lo que es tu equipo. Si yo quiero a un 9 y digo “Benzema”, es normal que no llegue la opción A.
— Jesús Trindade, uno de los uruguayos que tenés en el plantel, tuvo una llegada muy particular a Peñarol durante tu ciclo como DT. ¿Qué pasó?
— El Tío (Carlos) Sánchez me llamó y me dijo: “Está la opción de Trindade”, que quedaba libre de Racing. Le dije: “Mirá, la verdad que no me acuerdo de él, le voy a preguntar a Michele (Fini)”. Lo llamé y me dijo que había jugado el primer partido nuestro en el Campeón del Siglo, que empatamos 1-1, como lateral derecho en el primer tiempo y de lateral izquierdo el segundo. Cuando hizo la primera pretemporada fue zaguero. Y el otro día se nos lesionó un zaguero y lo mandé para atrás. Lo hice recordar viejos tiempos.
— ¿Y Mathías Suárez?
— Lo habíamos enfrentado cuando ganamos la Tabla Anual contra Defensor en el Franzini, en 2018. Me acuerdo de que (Joaquín) Piquerez y Mathías nos metieron adentro del arco en el primer tiempo. Le vi mucha dinámica y me quedó grabado. Después, se dio la chance, hablando con el Petete (Fernando) Correa, que es el representante, y me dijo que estaba libre. Sabía que venía con un tiempito sin jugar, pero cuando le tenés confianza a un jugador y lo conocés como profesional, confiás en que te puede dar una mano.
— Como exjugador, ¿te ves reflejado en algún defensa de la actualidad?
— No, la verdad que no. Muchas veces le cuento a mis hijos que cuando fui a Italia, llegué pensando que tenía que ir al Milan. Pero no me dio. Es verdad que estaban Maldini, Nesta, Costacurta... Pero yo apunté a tratar de llegar a lo más alto. No llegué, pero jugué 12 años en una liga importante y ya venía de dos años en la española. Les doy el ejemplo de que aposté a llegar al máximo y, si bien no llegué, tuve la suerte de jugar en un equipo bueno de Italia, la gran mayoría de los años en Serie A. Cuando uno mira para atrás en la carrera, eso es gratificante.
— Lo particular de tu caso como DT es que hiciste el camino inverso: primero Europa y después Sudamérica.
— Cuando me llamó el Tío Sánchez, muchos allegados de confianza que hablaba me decían: “¿Para qué te vas a venir, si todos quieren ir para ahí?”. Tuve la suerte de darme el gusto de vivir a Peñarol desde adentro, que fue lo que siempre quise. Lo pude lograr, ser campeón y agarrar un plantel con jugadores importantes.
— ¿Cuál fue el jugador que más te sorprendió?
— Tuvimos a Brian (Rodríguez), que, para mí, era el mejor de todos; a (Facundo) Pellistri, que debutó con nosotros; y a Darwin (Núñez), que explotó. No voy a discutir lo que es Darwin, porque el potencial ya se le veía, pero la calidad de Brian era otra cosa. Un día viene Michele y me dice: “El mejor extremo que tenemos es aquel. Fijate que hace las dos fases. Cuando tenemos la pelota y cuando no la tenemos. Hace los contramovimientos”. Yo ahí lo empecé a mirar bien y tenía razón. Lo subimos, empezó a jugar de titular y a los cuatro meses lo vendieron a Los Ángeles. No duró nada, ja.
— ¿Es muy diferente el diálogo con el jugador de hoy en comparación a tu época?
— Es un tema muy generacional. Yo cuando subí, con (Edgardo) Adinolfi y el Petete Correa, que estaba del año anterior, éramos cuatro juveniles en un plantel de 25. Hoy el gobierno de un vestuario es de los jóvenes. La forma en la que te hablaban los entrenadores era distinta. Yo tenía 17 años cuando subí, levantaba la mano para hablar y me trataban como un hombre. Ya en ese entonces estaba con Paco Casal y tenía que jugar contra Defensor, pero no podía porque tenía que firmar contrato. Paco estaba en Europa y me terminó haciendo mi primer contrato Julio Ribas, que era mi compañero y se retiraba ese año. Mirá las cosas que te pasaban con los jugadores grandes... Había mucho respeto hacia ellos.
— ¿Qué tan cerca estuviste cerca de ser el técnico de la Sub 20 antes de Marcelo Broli?
— Estuve hablando con (Jorge) Giordano y tuve una reunión con gente del Ejecutivo. Me acuerdo que salí, entraba Marcelo y nos reímos. Fue algo lindo que se presentó, aunque a los dos días me fui a la U de Chile. Viendo a mis hijos, tengo un conocimiento importante de la categoría y me daba la chance de estar en Uruguay. Me hubiese gustado.
— ¿Volverías a Peñarol?
— Sí. Hubiese vuelto cuando arregló (Alfredo) Arias. Estaba sin equipo, me llamó Nacho (Ruglio) y estuve reunido con Pablo (Bengoechea). Al final, ellos decidieron que fuera Arias.
— Dirigentes como Fernando Errico o el presidente de Nacional, Alejandro Balbi, se han referido a la tranquilidad que vive Nacional en comparación al caos que merodea siempre cerca de Peñarol. ¿Compartís?
— Creo que lo de Peñarol repercute mucho más que lo de Nacional. Ya sea lo bueno o lo malo, para mí, Peñarol tiene una repercusión mucho más grande. No lo viví del otro lado y siempre que hablo de Nacional es con mucho respeto, más allá de que hoy estén mis hijos. Tanto es así que a las finales fui del lado de Nacional y me trataron 10 puntos.
— ¿Cómo era Ruglio cuando estaba en la oposición?
— Nacho, siendo oposición, no iba mucho a Los Aromos. Lo vi un par de veces al principio, pero en un año y medio que estuve no tuve contacto. Hoy, si nos vemos, nos saludamos, pero él en ese entonces iba muy poco. El año de elecciones fue difícil, pero no nos afectó tanto. Lo que hay que entender es que un equipo no se hace de un día para el otro. Ahora a Diego (Aguirre) le están llegando todos jugadores nuevos y es difícil que tenga un funcionamiento en 10 días.
— ¿Tenés buena relación con Aguirre?
— Sí, tenemos gente en común y sé lo que es Peñarol para él. Lo sigo siempre al club, pero más que nada le deseo lo mejor este año.