Pelé, el primer supercrack que tuvo el fútbol mundial, falleció este jueves a los 82 años producto de un cáncer generalizado, poco más de un año después que lo hiciera el otro gran 10 que tuvo el deporte: Diego Armando Maradona.
Nacido el 23 de octubre de 1940 en Tres Coraçoes (Minas Gerais) en el hogar de João Ramos do Nascimento (Dondinho, futbolista del Atlético Mineiro que en su primer partido se rompió los ligamentos cruzados, lo que truncó su carrera ascendente) y María Celeste Arantes, la historia de Edson Arantes do Nascimento está muy ligada a Uruguay y al Maracanazo de 1950, porque esa tarde en Baurú (a donde se había mudado su familia y pasó apremios económicos) vio llorar a su padre por la derrota y le prometió que él sería futbolista y ganaría la Copa del Mundo para Brasil. Y vaya si cumplió: lo hizo en 1958, 1962 y 1970.
Desde su sorprendente irrupción internacional con 17 años en el Mundial de Suecia 58, siempre estuvo en el centro de la escena: multicampeón con Santos y la selección brasileña, retiro y regreso en el Cosmos de Nueva York, actor, ministro de Deportes en Brasil, comentarista y permanente figura comercial. Lo único a lo que siempre le escapó fue a ser director técnico.
En su momento, Edson Arantes do Nascimento fue considerado el mayor futbolista de la historia. El título permanece intacto para los brasileños, aunque en Argentina votan por Diego Maradona y en España por Lionel Messi. El argumento más sólido para dar razón a los brasileños es que se trata del único jugador tricampeón del mundo, aunque en el 62 se lesionó al comienzo del torneo y no volvió a jugar.
Con Santos se consagró bicampeón de América y del mundo, además de numerosos títulos locales, entre ellos cinco Taças Brasil y 10 Paulistas. En cambio, nunca conquistó la Copa América, algo que tampoco hizo Maradona pero sí Messi.
Sus más de 1.200 goles
Uno de los motivos que forjaron su leyenda fue su enorme producción goleadora, que llegó a 1.281, 1.282 o 1.284 conquistas, según diversas estadísticas. El asunto es que intervino en todo tipo de partidos; oficiales, amistosos, benéficos, militares y casi siempre por supuesto convirtió.
El día que llegó a su gol mil fue noticia internacional, ante decenas de periodistas llegados de todas partes: lo hizo de penal contra Vasco da Gama en el estadio Maracaná, el 19 de noviembre de 1969.
La cuenta de sus goles fue hecha y ajustada varias veces. En 1995, el diario Folha de São Pablo publicó una estadística según la cual el verdadero gol mil había ocurrido en el partido anterior. Cuatro años después, la revista Placar volvió a contar y encontró siete partidos y un gol que habían quedado sin registrar, con lo cual el milésimo volvía a ser el del penal contra Vasco.
En total Placar le atribuye 1.281 goles, logrados en 1.375 partidos. El primer tanto fue en su debut con el Santos, el 7 de septiembre de 1956 ante Corinthians de Santo André. El último, un amistoso benéfico “Selección del Sudeste contra Selección del Sur” el 21 de julio de 1983, seis años después de su retiro oficial. Su último encuentro fue por la selección brasileña en un homenaje ante “Amigos de Pelé” en Italia: el 31 de octubre de 1990, cuando ya tenía 50 años de edad.
Sin embargo, hace unos años, el periodista de El Gráfico Martín Estévez lanzó una afirmación impactante: O Rei en realidad “solo” convirtió 757 goles oficiales, distribuidos de la siguiente forma: 643 en el Santos, 37 en el Cosmos de Estados Unidos y 77 en la selección de Brasil.
Estévez señaló que el resto de los tantos se produjo así: 446 en amistosos con el Santos, 26 en amistosos con el Cosmos, nueve en el seleccionado estadual de San Pablo, seis en un combinado de Santos y Vasco da Gama; 18 en exhibiciones de la selección de Brasil; tres para el sindicato de atletas paulistas, cinco en partidos a beneficio y 14 para una selección de las Fuerzas Armadas brasileñas. Total: 1.284.
Placar dio en 1995 la lista completa de los partidos jugados por Pelé y los goles convertidos, aunque sin discriminar entre los oficiales y los amistosos. Pero está clara una constante de su carrera: jugó mucho y por todos lados. Cuando su mejor jugador se hizo famoso, Santos se convirtió en un espectáculo itinerante que realizaba giras por el mundo. Se presentó en naciones africanas y asiáticas que recién asomaban al fútbol, pero también hizo amistosos ante los principales equipos europeos. Y competía en el siempre sobrecargado calendario brasileño y por la Libertadores.
La intensidad de las actuaciones de Pelé es impresionante. En 1959, por ejemplo, jugó 103 partidos (es decir, dos por semana durante todo el año) y marcó 127 veces. En esa trayectoria tan desmesurada, es lógico que también sus goles muestren números muy grandes, sea cual sea la suma.
Las muchas facetas de una leyenda
La trayectoria de Pelé, que abarca entre sus diversas actividades más de 60 años, fue muy vasta y potente. En sus tiempos de futbolista representaba la mayor celebridad del planeta. Después de su retiro por supuesto no fue lo mismo, pero mantuvo importante visibilidad.
Cuando Brasil ganó el Mundial de Suecia 1958, Pelé tenía apenas 18 años. Al celebrar el título, lloró como un niño sobre el hombro del arquero Gilmar, una imagen muy conocida. Pero la profesión lo convirtió muy pronto en adulto. La actuación de su club, Santos, o de la selección brasileña, comenzó a ser reclamada en todas partes, lo cual originó giras interminables, con su presencia obligatoria.
Sin ser alto, tenía un físico privilegiado, capaz de realizar saltos inverosímiles para cabecear o piques imparables. Era hábil, veloz, perfecto en su técnica y con una gran sagacidad para improvisar la jugada inesperada. También era fuerte para aguantar las marcas, aunque no fueran tan pegajosas como las actuales, y hasta mostraba malicia para responder si lo buscaban.
En 1971 se retiró de la selección y en 1974 del Santos, pero un año después anunció su regreso, para jugar por el Cosmos de Nueva York en la incipiente liga estadounidense. En 1977 puso fin a esta segunda etapa de su carrera, aunque más tarde participó en ocho partidos benéficos o conmemorativos.
Durante su carrera se mostró como una celebridad accesible y simpática, aunque el furor del público por conocerlo siempre resultó casi agobiante. Ya lejos de las canchas, por lo común actuó con una extrema diplomacia, lo que le valió críticas: rara vez formulaba una censura, sobre todo al establishment deportivo o político.
Esa actitud en buena medida se explica por su celo por cuidar su imagen. Cuando ya se puso veterano renunció a la selección, pese a los pedidos de los hinchas, para dejar intacto el recuerdo de su actuación en México 70. Por esa misma razón nunca aspiró a ser entrenador, un oficio demasiado expuesto para su gusto.
Su fama también lo convirtió en un vehículo ideal para promover cualquier producto. Eso lo llevó a veces a una extrema comercialización. En un capítulo de Los Simpson le hicieron una breve pero punzante parodia: Pelé realiza el puntapié inicial de un partido importante, aprovecha para pasar un aviso y en el acto recibe una bolsa llena de dinero.
Como ministro de Deportes dejó un importante legado: la llamada Ley Pelé, que buscó mejorar la situación de los futbolistas y de los clubes, los que deben ser Sociedades Deportivas.