Nacional es su propio enemigo: no pudo contra el último de la tabla y convirtió en figura al arquero peluquero

El equipo de Martín Lasarte tropezó en el Gran Parque Central y le empató milagrosamente a Rampla Juniors. No pudo aprovechar el traspié de Peñarol, que había empatado el sábado.

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El desconcierto de los jugadores de Nacional en el partido frente a Rampla Juniors.
El desconcierto de los jugadores de Nacional en el partido frente a Rampla Juniors.
Foto: Estefanía Leal.

Fue un partido de fútbol, sí, pero también un choque de dos realidades. La de Nacional, un club con una concentración modelo, que está al día con todos sus jugadores. Y la de Rampla Juniors, que rasca de la lata para poder llegar a fin de mes y entre su plantel tiene a un arquero peluquero, a un jugador que vende viandas y otro ropa.

Tal vez por eso había poco para reclamarle a los 11 futbolistas que ayer plantaron cara en el Gran Parque Central. Y que, pese al problema de los adeudos, tuvieron al hambre de gloria como su principal bandera para desconcertar a un Nacional que nunca tuvo rumbo y de la desesperación pasó al grito de desahogo.

En un lapso de menos de tres minutos, la cara de Jeremía Recoba lo decía todo. Lo que había sido una fuerte protesta suya por un manotazo que acusó en el área -al grito de “es imposible que no sea penal”- se transformó en un festejo breve, en el final del partido, que apenas le valió de un empate pasada la hora.

Y es que sí. Muy poco para festejar tenían los miles de hinchas tricolores que se enfrentaron a la lluvia y asistieron al estadio. Apenas un pobre 1-1 contra Rampla, que hasta hace dos semanas no sabía si Edgar Martínez, su entrenador, iba a seguir.

El clima se emparentó con la falta de lucidez que hubo en el juego. Un equipo intentó proponer, pero vivió de un rejunte de centros al área; el otro esperó en bloque bajo y apostó por hacer circular la pelota en busca de espacios para salir de contragolpe.

Hasta ahí, nada que no fuera previsible. Pero eso sí: nadie esperaba que después de dos semanas sin fútbol uruguayo Nacional mostrara una versión emparentada a la etapa más nublada del ciclo de Álvaro Recoba, cuya salida tuvo como principal objeto la falta de evolución de una performance a la otra.

Martín Lasarte, entrenador de Nacional.
Martín Lasarte, entrenador de Nacional.
Foto: Estefanía Leal.

A juzgar por la posesión, es claro que Martín Lasarte, puertas adentro, insistió en tomar el protagonismo. Sin embargo, Rampla logró quebrarlo sin tantos rodeos y obligó a que Ignacio Suárez interviniera con al menos dos atajadas fundamentales (una a Gustavo Machado y otra a Andrés Madruga.

En una de esas acciones, justo cuando asomaba el final y las luces del estadio ya estaban prendidas, se encendieron las alarmas porque Maximiliano Burruzo picó entre Juan Izquierdo y Christian Oliva y aprovechó un pase perfecto de Tomás Adoryan para abrir el pie y vencer a Suárez.

Unos minutos antes, Lasarte había previsto reactivar al equipo metiendo mano en el banco de suplentes y, fiel a su palabra, cuando metió a Diego Zabala y a Recoba automáticamente sacó a Mauricio Pereyra porque entiende que los tres “no pueden jugar juntos”.

El empate, que cayó de rebote tras una falta innecesaria de Germán Gabriel al borde del área, no empañó el día gris de Nacional, que por segunda vez en el Intermedio perdió la chance de acercarse a Peñarol.

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