El plantel se fue sin hablar bajo un mar de gritos de sus propios hinchas. Martín Lasarte tampoco dialogó con los medios. Antes, un final caliente, con Leandro Lozano entrando a la cancha e increpando al árbitro Leodán González por no haber pitado un córner claro tras fenomenal atajada de Mauro Goicoechea ante un tiro de Ruben Bentancourt en la última del partido. Forcejeos, Policías que se pusieron por delante de los jueces y empujones luego con integrantes del cuerpo técnico de Danubio, e inclusive jugadores. Mucho enojo de algunos jugadores como Luis Mejía, Mateo Antoni o Sebastián Coates. Así terminó una noche donde le ganó la impotencia a los tricolores. La impotencia por no haber podido romper la paridad contra los franjeados y saber que se le fue el Uruguayo (0-0).
Ahora espera realmente por un milagro el domingo (que Fénix le saque puntos a Peñarol en el CDS, algo que parece improbable teniendo en cuenta cómo se llega el Mirasol y que el albivioleta descendió este miércoles; además de tener que vencer a Boston River). Pero la imagen que dejó ayer Nacional en el Prado fue de un equipo conocedor de la realidad, y siendo realista respecto al final de temporada, donde apenas pudo ganar un deslucido Torneo Intermedio.
Nacional no mostró en la cancha lo que se esperaba, lo que el hincha quería: un equipo con ambición por ganar. Desperdició el primer tiempo -no generó situaciones claras de gol- y en gran parte tuvo que ver su entrenador Martín Lasarte, que optó por colocar a Nicolás López de “9” dejando a tres centrodelanteros entre los suplentes, y apostando una vez más por Antonio Galeano, que pasó totalmente desapercibido.
Lo mejor del tricolor, frente a un ordenado Danubio, se vio en el primer tramo del complemento cuando mejoró algo con el ingreso de Bentancourt y las ganas de Jeremía Recoba, que se quedó sin piernas y debió dejar el campo de juego. El Diente López -querendón como siempre- dio una pelota en el vertical, Goicoechea se quedó con un remate débil de Recoba y poca cosa más, hasta el final, donde Nacional ya era un saco de nervios y bien pudo pasar a perder si no fuera por la mala definición del franjeado en los contragolpes que tuvo.
La impotencia le ganó a Nacional, que una vez más está cerca de evidenciar cómo le cuesta ganar en años electorales. La impotencia lo llevó a perderse en el enredo que le propuso Danubio y le dejó el Uruguayo servido a un Peñarol que va por cerrar todo el domingo.
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