HENRY COHEN
El profesor y doctor Cohen, que se ubica entre los mejores gastroenterólogos del mundo y que participó en la formación y labor del GACH, habló de su pasión por los tricolores.
La puerta del living de su apartamento, que se recuesta sobre la rambla montevideana, la abre él mismo. De inmediato impide que haya un tratamiento protocolar, ese que nace naturalmente por el respeto que impone su enorme labor profesional como distinguido grastroenterólogo mundial. Además, su gran participación en la formación y labor del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) en la lucha contra la pandemia de coronavirus, parece empujar a entregar un diálogo de mayor cuidado en cada palabra. Henry Cohen, descontracturado y sonriente, regala un: "decime Henry". Y, a partir de ahí, la charla fue bien futbolera. La típica de cualquier oficina.
-¿Cuál es el primer recuerdo como hincha de fútbol?
-Desde muy chiquito me gustó el fútbol, porque yo nací en una familia en la cual mi viejo y mi tío, el hermano mayor de mi padre, que eran muy deportistas porque se pasaban la mitad del día en el club Atenas. Mi tío jugaba al básquetbol y el deporte en casa era algo fundamental. Recuerdo bien que de chiquito estaba desesperado porque mi papá llegara a casa para leer las noticias del fútbol. En esos tiempos el tema de cada día era Nacional y Atenas. De chiquito me acuerdo de escuchar en la radio a los principales relatores: a (Carlos) Solé, a Heber Pintos. Ir cambiando de estación, que no era tan fácil en esa época como ahora.
-¿Cambiaba de relator por cábala?
-No, porque escuchaba y quería saber qué opinaba uno y el otro, me gustaba después discutirlo con mi viejo. Y cuando ya era un poquito más grande el viejo me empezó a llevar a los partidos, pero la verdad es que no podía ir a todos los que yo quería porque allá por la década del 60 mis padres se instalan con tiendas en Punta del Este y empiezan a ir al balneario los fines de semana y yo no tenía la suficiente independencia como para decir me quiero quedar. Entonces, había que viajar con aquella radio grande.
-¿Y de aquella radio que recuerda?
-Recuerdo un clásico, yo tirado en mi cama y escuchar un gol de Nacional. Lo grité tan fuerte que mi hermana, que es dos años mayor que yo, se pegó un susto de novela, todavía se lo debe acordar.
-¿Y de las idas al fútbol?
-Recuerdo bien que fuimos una vez con mi papá y un amigo suyo, que se llamaba Pedro Robatto, que jugó en Atenas y fue director técnico de Atenas, yendo a ver un Nacional-Independiente por la Copa Libertadores. Fue un partido nocturno y tengo fresco, increíblemente, que mi padre dijo mientras cruzábamos los canteros “es el primer partido nocturno de Henry”. Yo me sentí muy importante por eso.
-¿Se acuerda de equipos de aquella época?
-Del primero que me acuerdo fue el de Roberto Sosa, (Jorge) Manicera y ‘Cococho’ (Emilio Álvarez). Ese es el primero que me acuerdo por la elegancia de los dos backs. Aquella famosa chilena de Manicera, Roberto Sosa y su prestancia y educación. Me acuerdo hasta que Solé le decía Manichera en lugar de Manicera. Me daba risa y luego comentábamos en la escuela. Yo fui al Liceo Francés de chiquito y teníamos una barra que todavía se mantiene vigente. Vivíamos por Avenida Brasil, 26 de Marzo, Chucarro, otro como Leo Masliah que vivía en Francisco Vidal y Julio Mentech en 21 de Septiembre. Íbamos los fines de semana al Centenario porque se entraba gratis, lo hacíamos caminando. Leo, que ya tenía sus salidas humorísticas, cuando llegábamos a la mitad del camino, en Avenida Brasil y Soca, nos sentábamos y empezaba a contar los mismos chistes.
Viendo a Hugo De León en Tokio
“Estaba en primera beca en Tokio en el año 1983, yo tenía 28 años. Una beca larga de 4 meses y mi amigo, que era el secretario de la embajada uruguaya en Tokio, Gustavo Pulleiro, me invita a ver la final de Gremio de la Intercontinental. Fue la primera vez que vio un tablero electrónico y que pasaban las jugadas. Jugaba el Hugo (De León) y ganó. Sin conocerlo a Hugo, porque no lo conozco personalmente, pero disfruté mucho que un uruguayo e ídolo de Nacional lograra el título. Hugo en Nacional es un ganador y admiro a esa gente así”.
-¿Las caminatas al Centenario eran picantes?
-Éramos de Nacional y de Peñarol pero no nos peleábamos. Pierre Arrighi, Julio y yo de Nacional, Arturo Lezama y Leo de Peñarol, pero a ninguno le importaba nada. Yo era el más hincha y lo sigo siendo. Nos divertíamos. Hasta tenemos una anécdota de un amigo que vivía en 18 de Julio y una vez fuimos a la Platea América. Se llama Claude Cibils, hoy vive en Francia. La cancha tenía como una curvatura de América a Olímpica y por esa curva él dijo: “che, que bueno, de acá se nota que la tierra es redonda”. Le tomamos el pelo durante años con eso.
-¿Ser el más hincha que originó?
-Y que de chiquito sufrí con el fútbol, disfruté con el fútbol. De grande ya empecé a aplaudir al trío final de Manga, (Atilio) Ancheta y (Juan) Masnik, después a Rodolfo Rodríguez y ese equipo lindo.
"Nunca más me voy a olvidar del penal de Tony Gómez, de madrugada, gritando como un anormal. Estábamos viéndolo por televisión y hubo apagón. Me fui al auto a escuchar el final”.
-¿Partidos especiales?
-Y sí, me acuerdo un golazo de Ruben Sosa en un clásico, fue una cosa brutal. El gol de Dely Valdés, en el clásico. Nunca más me voy a olvidar del penal de Tony Gómez, de madrugada, gritando como un anormal. Estábamos viéndolo por televisión y hubo apagón. Me fui al auto a escuchar el final, fue una cosa majestuosa. Me acuerdo el gol de Waldemar Victorino. Lo vi en la Parada 4 de la Mansa, en el Centro del Espectáculo que habían puesto una pantalla gigante y todo el mundo gritando el gol de la final de la Intercontinental.
-¿Por qué ingresó a la dirigencia de Nacional?
-Por casualidad. En mi edificio se mudó Eduardo Ache con su señora y sus dos hijas chicas. Mi hija se hizo amiga de las dos nenas, mi señora se hizo amiga de la señora de Eduardo y yo empecé a conocer a Eduardo. En ese momento era candidato a vicepresidente de la República, hablamos de esa elección, si lo iba a votar o no, le dije que lo iba a votar cuando fuera candidato a presidente de Nacional. Pasó el tiempo, se mudan de acá, quedó una amistad entre las dos familias, y Eduardo me llamó para decirme que se presentaba y me preguntó si lo acompañaba. Le dije que sí, pero de último vocal. Me dijo: ‘Quiero que seas suplente mío’. Le dije que estaba loco, que estaba en plena carrera de profesor y como secretario general de la Organización Mundial de Gastroenterología y que no tenía tiempo. Me dijo que era una cuestión formal. Ganó, quedé de suplente, cumplió con su palabra porque no me llamó para nada. En el segundo período en algún momento faltó gente en la directiva y estuve presente algunos meses. Recuerdo que un año Peñarol salió último en el torneo y quedó una plaqueta en la sede con quienes integrábamos la comisión directiva. Siempre digo que cuando mis nietos estén más grandes los voy a llevar ahí para que la vean.
-¿Volver no está previsto?
-No. De todas maneras, cuando Eduardo termina y viene Ricardo (Alarcón), tiene la gentileza de invitarme a seguir con él, acepté y en el primer período lo acompañé. Se portó como un caballero. También mantenemos una amistad con Ricardo. Después volví a ser suplente de Eduardo.
-¿Nacional qué es en su vida?
-Para mí Nacional es mi viejo. A quien perdimos hace ocho años. Un vínculo casi de nacimiento con mi viejo. Nacional es algo increíble, volverse pasional por un partido de fútbol, disfrutarlo, embrocarse. A veces quedarse hasta entrada la noche renegando por haber perdido un clásico o un campeonato. Me miro y digo que no soy yo, que es otro Henry, al cual la pasión le gana al razonamiento y al cerebro. He aprendido a modularlo, porque aunque sigo tratando de estar en mi casa para poder ver los partidos, hoy puedo también prestarle atención a otra cosa. Hoy no tengo esa concentración en la que antes pedía que nadie me molestara en dos horas. Igual tengo las reacciones fuertes.
“Hay muchos jugadores que admiré en Nacional. Por encima de todos pongo a uno que quizás no era el mejor jugador, seguro no era el más virtuoso, pero sí fue el que me dejó una enseñanza muy grande de cómo se puede progresar en la vida. Y ese fue Víctor Espárrago, quien me honra con su amistad. Fue una de las pocas personas que invité al homenaje que me hizo el club. Lo increíble es que todavía me dice de usted y no lo puedo creer Yo le pido por favor que me diga de tú, pero es un hombre a la antigua. Desde que empezó siempre manteniendo su conducta y enfrentando las situaciones con respeto. Cuando era más chico, admiraba a (Jorge) Manicera y ‘Cococho’ (Emilio Álvarez). Un poco más de grande a (José) Sanfilippo, lástima que duró tan poco porque me parece que estaba destinado a cambiar la historia de Nacional. Ni hablar de esos cuadros que salieron campeones de América y del Mundo. Pero si tengo que destacar a otro jugador más ahí coloco a Luis Artime. Otro ejemplo de saber esperar, de estar ubicado en la vida y en la cancha. Todo el mundo decía... ‘pero si es un patadura’, pero él metía todos los goles que había que meter. Siempre me gustó ese tipo de gente porque un poco es lo que tuve que vivir yo en mi vida. Yo no estaba predestinado a que me fuera bien como me fue, porque siempre era un estudiante del medio. Era un estudiante correcto y después la vida me fue dando la posibilidad de ir avanzando, trabajando, estudiando y de tener la suerte de estar en el lugar apropiado. Ese tipo de ejemplo me gusta mucho”.