En una noche de lluvia, llovieron silbidos en La Blanqueada y goles desde La Curva. Lo que se vio en 90 minutos se puede resumir a una sola jugada que muestra a las claras la frustración y el desorden que tuvo Nacional anoche. Fue en el momento del patadón sin anestesia que dio Gabriel Báez, que, inconsciente de que ya tenía tarjeta amarilla, se arrimó al árbitro Esteban Ostojich para preguntarle incrédulamente en qué momento le había mostrado la primera cartulina. Inmediatamente después, se ganó la roja.
Danubio, mucho más despierto, le cantó colorín colorado a la defensa tricolor y Santiago Romero, poco más que pidiendo permiso, apareció solo, aprovechando la descoordinación de Diego Polenta y Daniel Bocanegra en la marca y definió sutilmente picando la pelota por encima de Salvador Ichazo.
Fue la gota que rebalsó el vaso de paciencia para muchos hinchas, que ya palpitaban desde la tribuna un panorama oscuro en el Gran Parque Central y, ante la bronca, le reprochaban a sus jugadores.
Estar abajo en el marcador no apagó las intenciones del entrenador Álvaro Recoba, que se la pasó dándole indicaciones personalizadas a Thiago Helguera para que tomara el control del juego desde el medio. Sin embargo, el juvenil no se halló en el partido y el verdadero quiebre de líneas lo marcó Diego Zabala, que tuvo que bajar a recibir para vestirse de armador y entrar en contacto con la pelota.
Con Leandro Lozano suelto a la derecha y Federico Martínez creando peligro por izquierda, el técnico Mario Saralegui le advirtió una, dos y hasta tres veces a sus jugadores para que tomaran recaudos. Rendido ante la falta de respuestas, se quedó sentado en el banco de suplentes y, al mejor estilo de un vidente, proyectó lo que vendría después: pase cruzado de Bocanegra hacia Gabriel Báez, toque al medio para Federico Martínez y empate, justo a cinco minutos de que concluyera el primer tiempo.
Fue en lo único que estuvo rápido Nacional. Porque luego mostró un fútbol muy anunciado en el que sí, está bien, tuvo más la pelota... pero quedó expuesto y pagó caro los contragolpes.
La tónica del segundo tiempo casi no varió, salvo porque Saralegui quemó los cinco cambios a los 10 minutos del complemento. La jugada le salió de maravilla: Nacional dejó de entrar con tanta claridad y el olfato goleador de Sebastián Fernández otra vez lo puso en ventaja en el resultado.
El knock-out cayó sobre el final, cuando el equipo de Recoba estaba lanzado y entre Santiago Silva y Juan Millán liquidaron la historia.