Por Juan Pablo Romero.
"Aunque es la intención, no siempre se puede respetar la idea. Los rivales juegan y a veces los partidos te llevan a que tengas que sacar otros recursos. La idea es ser protagonista con pelota. Nos gusta la posesión, hacer transiciones rápidas. También hay que saber sufrir, más cuando el otro equipo te presiona alto”. Las palabras son de Nicolás Fonseca, y la idea de juego a la que se refiere es la de Sergio Blanco que, aunque de manera irregular, ha logrado plasmar en Wanderers sus intenciones.
El volante de 24 años se ha transformado en titular indiscutido en un Wanderers que luego de ganar el clásico del Prado contra River se coló en el grupo de los escoltas de Peñarol. Él es uno de los principales protagonistas de la película del Chapa, y encontró en Francisco Cerro un aliado ideal. “Se está demostrando esa conexión que hay entre los dos adentro y afuera de la cancha. Era lo que yo necesitaba para dar un pasito más... Un jugador de experiencia, que sabe decir las cosas correctas en el momento exacto”, dice con un acento particular. Es que durante 22 años habló el italiano pese a saber el castellano y recién ahora le está agarrando la mano al idioma.
Fonseca hizo las formativas en Milan, pasó al Novara -donde fue campeón de la reserva y debutó en Primera en la Serie C- para luego viajar a una prueba en Santos de Brasil y recalar, finalmente, en River Plate.
En los Darseneros apenas jugó 109’. Casi que no fue tenido en cuenta y su carrera empezaba a tambalear. Hasta que apareció Wanderers.
“Yo no era del gusto del entrenador y es respetable. El jugador necesita confianza, de minutos los fines de semana, porque donde más se mejora es en los partidos por más que entrenes muy bien. Aprendés a manejar las emociones, los momentos, la gente, todo. Eso lo hace real”, afirma convencido.
“Llegué a Wanderers tranquilo, callado, pensando solo en jugar. No me importaba nada lo de afuera, lo que se podía decir. Daniel Carreño me dio continuidad, fui de menos a más. Ahora estoy feliz por el momento personal y grupal”, cuenta motivado.
Cuando llegó al Bohemio, lo hizo junto a Facundo Milan, el “9” que también es representado por su padre, Daniel. Muchos pensaron que Nicolás venía simplemente por ese acuerdo, y no tanto por sus condiciones. El volante, con madurez, se sincera: “Desde que somos chicos mi padre siempre se crió de una forma que él es Daniel y nosotros somos Nicolás y Matías (su hermano, que también juega en Wanderers). Nosotros tenemos nuestra trayectoria, él la suya, que fue hermosa. Yo estoy orgulloso, la gente piensa que yo tengo rivalidad con mi padre o con mi hermano, pero es al revés”.
Y agrega: “Agradezco a Dios tener una persona como papá que me pueda ayudar y aconsejar, que mira todos los partidos, que está pendiente, que es mi representante. Esa unión es muy especial. Con lo que dicen los demás... Es parte del fútbol. Sí, a veces duele, no te voy a mentir. Se escuchan algunas cosas, te llegan comentarios. Capaz que pasás por algunos momentos que no querés pasar, pero no todos son así. Yo llegué, venía sin minutos de River, con Facundo y la gente ¿qué iba a pensar? Que yo era un paquete. Y no pasa nada. Quedó demostrado que así no fue. Prefiero quedarme con lo lindo y no con lo malo. Muchas veces nosotros nos quedamos en los que nos insultan o nos critican en vez de pensar en los que nos dan para adelante. Es por ahí”.
Con pasado de enganche, Fonseca se retrasó en la cancha en Italia por un comentario de su padre, para que jugara con todo el panorama de frente. Hoy Nicolás quiere ganarle a Nacional y así mantener las esperanzas en el Apertura. “Quiero disfrutar en Wanderers. Me costó mucho llegar a esta posición, pensar en otra cosa no me parece correcto y no es lo que me hace feliz. Me hace feliz disfrutar el ahora, el presente. Se está dando como siempre quise y como lo soñé”, concluye.