ENTREVISTA
El hijo mayor del excapitán Celeste volvió de México para ponerse la camiseta de Sud América: “Tenía que hacerme un nombre en mi propio país”.
Nicolás Lugano (21 años) es hijo de Diego Lugano, el histórico capitán Celeste. No le gusta que le digan Tota, como a su padre y su abuelo, y volvió ahora al fútbol uruguayo porque quiere dejar grabado su nombre y tomar vuelo propio en esta profesión.
Nació en Canelones, pero su infancia fue toda entre Brasil y Turquía, cuando acompañó a su padre en su época de jugador. También vivió en Francia, donde jugó en las inferiores del PSG, y en Inglaterra, donde defendió al West Bromwich en las divisiones menores. Habla cinco idiomas (español, inglés, portugués, francés y turco). Desde 2014 se radicó en Uruguay con su familia y cargó todas las baterías en el fútbol. Hizo de Sexta División a segundo año de Cuarta en Defensor Sporting, donde incluso llegó a entrenar en Primera, y luego tras un breve pasaje por Plaza Colonia, armó las valijas y se fue al Cancún de la Segunda División de México. Allá vivió solo con su novia, hizo su estreno profesional, pero para este año regresó a Uruguay. Quería sacarse la espina de demostrar sus condiciones en nuestro país y Sud América, que este año peleará por volver a Primera, le abrió las puertas.
“Si bien se me dio la oportunidad de irme a México, donde crecí como jugador y algún día me gustaría volver, sentí que tenía que hacerme un nombre en mi país y Sud América fue el equipo que me dio esa oportunidad. Estoy muy agradecido”, dijo a Ovación con un tono de voz y la forma de hablar, principalmente por las pausas, idéntico al de su padre.
Lugano ya comenzó a entrenar ayer en el Buzón: “El año pasado lo vi en el campeonato. Van a apostar a subir este año, así que eso me motivó. La B es profesional, se televisa, se juega bien al fútbol, pero lo que más me motivó es la oportunidad de poder hacerme un nombre por mí mismo”.
De su experiencia en México, relató: “Fue la primera vez que me fui al exterior por mí y no por mi viejo. Lo tomé con tranquilidad. Por cómo se dio mi vida aprendí a adaptarme a nuevas culturas y lugares. El mexicano es muy amigable, me adapté bien. En el equipo estaba un brasilero y tres argentinos, uno de ellos Cristian Campestrini. Fue un padre para mí allá. Me guió y me hizo profesionalizarme. Fue un año muy lindo donde crecí mucho como jugador y persona”.
Nicolás juega como lateral derecho, pero también se puede desempeñar como defensa. “Mi posición preferida es de lateral derecho. Tengo buena marca y también subida. Intento ser lo más completo posible, porque si no en el fútbol de hoy en día no podés jugar. En México, en línea de cinco, jugué tanto de stopper como de carrilero. Me siento cómodo tanto en la marca como pasando al ataque”, indicó.
Aunque Nicolás quiere hacer su propio camino, hablar con él y no referirse a su padre, es imposible. “Lo único que tenemos igual es el apellido, no me gusta que me comparen”, aseguró. Además, aclaró: “Corté con el apodo de Tota. Eso es algo más de Canelones. Yo fui a Defensor y me decían Luga, Nico, Nilu, pero nunca Tota”. “También me sentiría raro si me dicen así, no estoy acostumbrado”, señaló entre risas.
De todos modos, el vínculo con su padre es super estrecho. Aunque sea a la distancia, la Tota siempre es su consejero diario. “Con mi padre hablamos todo el día de fútbol, parece que es de lo único que hablamos. Solo de eso”.
“En la marca, en eso de ser aguerrido, muchos me joden. Mis amigos y mi familia, me dicen que soy mi padre con unos centímetros menos (1,88 metros contra 1,76)”, explicó.
Respecto a si hay similitudes con la personalidad de Diego, indicó: “Me gusta más que nada hablar en la cancha, es algo que me sale de adentro. Siento que es importante que un equipo en la cancha esté en la misma sintonía. Yo sé que si un compañero hace una buena acción y lo aliento, eso lo va a ayudar psicológicamente y emocionalmente. Lo mismo si se equivocan. Todos podemos fallar un pase, un centro, un gol. No soy de hablar por hablar, eso es vender humo, hablo cuando creo que tengo que hacerlo y más que nada para apoyar a un compañero. Todavía soy joven y obvio que no voy a agarrar el liderazgo de un vestuario, pero ojalá en un futuro con la experiencia pueda hacerlo”, añadió.
Nicolás se crió en el fútbol. La carrera de su padre le permitió descubrir desde adentro las concentraciones, los códigos de vestuario y también le dio la posibilidad de conocer a muchas figuras. Algunas, incluso, que hoy son colegas de aquel niño que corría por los hoteles en el Mundial de Sudáfrica 2010.
“Ahora por ejemplo estuve entrenando con Diego Godín, antes de que se fuera al Atlético Mineiro. Íbamos al mismo gimnasio. Estuvimos charlando. A veces me cruzo con Mauricio Victorino ahí también. Toda esa banda de mi viejo me vio crecer y siempre están ahí”, manifestó.
“En Plaza me pasó por ejemplo que estuve con el Flaco Fernández y en Defensor Sporting cuando subí a entrenar a Primera compartí con el Tata González. Cuando llegué a Plaza el Flaco no lo podía creer... ¡Se quería morir! Decía que lo hacía sentir viejo”, contó a carcajadas. “Es una gran persona y fue muy importante en esa etapa”, acotó.
Justamente de esa generación Celeste, Nicolás tomó a un jugador como referente en su puesto. “Siempre me gustó el Mono Pereira. A veces le daban pases complicados y él igual sabía salir de situaciones difíciles. Siempre tiró buenos centros”. Del exterior, sumó: “Otro que me gusta es Fágner de Corinthians, es un lateral muy completo. Siempre miro videos para aprender de los mejores”.
Nicolás está feliz. Está cerca de su familia y ante la posibilidad de mostrarse, al igual que lo hizo su padre en 2003 cuando dejó la comodidad de Nacional en busca de continuidad: “Mi padre es un eterno agradecido a Plaza. Él es un jugador, yo soy otro, pero la situación es similar. Para jugar hay que mostrarse”.
Otro Lugano ya está pronto en las gateras. Otro defensor, como su abuelo y su padre. El que rompe con el molde es su hermano Thiago, que está en la sub 16 de Montevideo City Torque. “Es zurdo y volante interior. Muy técnico. Es el Lugano que se avivó”, bromeó.