EL FÚTBOL Y YO
El humorista y conductor cumple 30 años de socio, tiene su butaca en el Gran Parque Central y admite que hay una cuenta pendiente: ir con Nacional al exterior.
El humorista y conductor Pablo Fabregat cumple este año 30 de socio de Nacional, tiene su butaca en el Gran Parque Central y la única cuenta pendiente es la de ir con el tricolor al exterior. Su hija más grande, de cinco años, ya empieza a acompañarlo a ver los partidos por televisión y a rechazar los colores del eterno rival. Una batalla que le gana a su pareja.
-¿Cuál es tu once ideal de Nacional?
-Es difícil, pah. Arrancaría desde 1988 en adelante. Entonces, por un valor sentimental infantil (Jorge) Seré al arco; la defensa podría ser el “Chango” (José Luis Pintos Saldaña), el Hugo (De León), (Felipe) Revelez y el “Laca” (Federico) Bergara; (Santiago) Ostolaza, (Carlos) Camejo; arriba metemos a “Matute” Morales, (Nicolás) Lodeiro y los dos puntas, con la cantidad de gente que hubo arriba, me quedo con el (Sebastián) Abreu y el “Chengue” (Richard Morales). Armé como sociedades, ¿viste?
-¿Cuál es la canción que entona la barra de Nacional que te gusta más?
-Hay una que me gusta mucho, que se canta cada vez menos porque es de las más sanas a esta altura. Es la marcha peronista y que termina diciendo “en el fútbol uruguayo lo más grande Nacional”. Ahí dice “Dale campeón, dale campeón” y entonces se canta solamente cuando sale campeón. Esa como melodía y letra está muy buena. Algunas otras también me gustan, pero no soy de cantar, nunca tuve manija…
"Había un veterano que después fue dirigente de Nacional que el apodo que tenía en mi familia era el de “Hacé un cambio, anormal”, porque creo que era a (Miguel) Piazza que le gritaba eso con voz ronca y desencajado"
-¿No fuiste hincha tribunero?
-De cabecera o de barra, no. Iba por un tema económico, para abaratar. He cantado, pero nunca tuve esa vocación de aprender todo, de ir manija para estar parado y saltar todo el partido. Siempre fui eso de ser joven-viejo y estar a un costado.
-¿Un lugar del Centenario?
-Desde niño siempre fui a la América contra la Ámsterdam. Mi imagen es la de ir junto con mi padre ahí y aunque él dejó de ir, cuando comencé a ir solo por tradición seguí yendo a ese lugar. Recuerdo que me sentaba con el grupo de veteranos en el que estaba Dante Iocco y todo ese grupo de amigos de tribuna. Como te dijo Gustaf, conocés a gente del fútbol, no sé nada de esa persona, pero sé perfecto qué le gusta, cómo grita, qué grita. Es más, había un veterano que después fue dirigente de Nacional que el apodo que tenía en mi familia era el de “Hacé un cambio, anormal”, porque creo que era a (Miguel) Piazza que le gritaba eso con voz ronca y desencajado. Más adelante, si Nacional era local iba a la América y si era visitante a la cabecera.
-¿Hincha de Nacional por el impulso de tu padre?
-Sí. Mi padre y mis hermanos. Mi padre y mis dos abuelos eran enfermos de Nacional, mi abuelo materno increíblemente después tuvo un hijo enfermo de Peñarol, así por el lado materno tengo primos bolsos y manyas, pero por el lado de mi padre soy el cuarto hermano varón y los otros tres me llevan de diez años para arriba, así que no había chance de elegir. Y a mí hasta hoy me gusta eso. Así como yo hago el chiste, tengo problemas familiares con mi pareja al respecto, porque le digo que mis hijas elijan todo lo que quieran ser, excepto eso. Después, inconscientemente uno marca la vida a los hijos porque hacen lo mismo que el padre o la madre, los mismos gustos, costumbres, balnearios, etc. Pero políticamente, por ejemplo, por mí que voten lo que quieran, que vivan donde quiera, pero voy a pudrirles el cerebro con eso. Quizás les chupe un huevo y seguramente no les guste ir al fútbol.
"En un cumpleaños de una de mis hijas fui enfrente de la Plaza Seregni y compré la indumentaria deportiva y la disfracé de jugadora de fútbol"
-¿No presionás mucho?
-Bueno... Tengo dos nenas y quizás si fueran varones, por el machismo inherente hubiese sido peor. Al principio intenté no mandarlas al mismo lugar al que yo fui a estudiar e intentar cortar los lazos, pero es imposible. Banqué dos o tres años hasta que en el cumpleaños de una fui enfrente de la Plaza Seregni y compré la indumentaria deportiva y la disfracé de jugadora de fútbol. Me decía a mí mismo ‘esto es aberrante, acabo de hacer lo que dije que no iba a hacer’. La pandemia ayudó, por ejemplo, a que la más grande me diga ‘me gustaría ir ahí’. Y todavía no la pude llevar, después veré si lo hago.
-¿Por qué la duda?
-Porque está eso del picnic de quiero pop, quiero maní, quiero ir al baño y ves a los padres puteando… ‘por qué me estoy sometiendo a este calvario’. Creo que es la inversión a largo plazo, es el servicio de acompañante al futuro.
-¿Te acordás de tu primer día viendo a Nacional en la cancha?
-Tengo una imagen. Estaba con mi padre, no sé si con mis hermanos, en un clásico y en la América contra Colombes. Tengo la idea de que fue figura o hizo un gol el ‘Pato’ Aguilera en Nacional. Rastrillé y no sé si fue entre 1984, 85 o 86, porque del 87 para atrás me cuesta recordar. Creo que la Copa Libertadores de 1988 ayuda a que yo arranque a recordar de ese año para adelante. Ese es el mojón claro.
-¿Fuiste a todos los partidos?
-Sí, excepto los dos partidos con Wanderers, el 0-0 y el 1-0 con gol del ‘Indio’ Morán no los vi. Después todo el resto de la Copa lo vi y en la final en el 3-0 fui a la América contra la Ámsterdam y me acuerdo que al día siguiente mi padre escribió un artículo en el diario El País que lo tengo encuadrado y cada vez que lo leo me emociona. Mi padre, arquitecto, ese artículo lo escribió muy bien. Era una carta de los lectores, muy poética, que terminó diciendo lo que yo le había dicho con siete años yendo hacia el auto sin tener mucha idea de lo que era la Libertadores. Le digo ‘papá estoy llorando y no sé por qué”. Eso le impacto tanto a él que escribió ese artículo. Fue como una descripción de la emoción infantil.
"Después de la final de 1988 mi padre escribió una carta de lector en el diario El País que la tengo encuadrada y cada vez que la leo me emociona"
-El gol que gritaste más, ¿fue de esa Libertadores?
-No. Ahí era muy niño. Recuerdo que para esa Copa un amigo de mi padre, Héctor, un valor de ese sector, había conseguido en Auge Deportes una remera de mi ídolo, que era Jorge Seré. Y consiguió que me hagan el buzo azul con colchón rojo de Seré. Hoy ves que todo el mundo va al estadio disfrazado de utilero o jugador. En esa época era un huevo conseguir una camiseta. Imposible. No había venta. Y este enroscado lo mandó a hacer y yo iba todos los partidos con el buzo de Seré. No sé cuál puede haber sido el gol que más grité, me quedo con dos goles clásicos: uno en la época negra y en un partido que Nacional lo da vuelta con goles de (Nelson) Abeijón y (Gustavo) Badell y el último e infernal fue el del ‘Chino’ Recoba en 2014. Eso fue impresionante por el contexto que veníamos del 0-5. Fue de las pocas veces que me pasó estar en un lugar y que todo el mundo estuviera parado diciendo ‘la va a pudrir’. Era como que no podía ser cierto y la pudrió. Me acuerdo que hasta la salida del estadio fue salvaje.
-Y el ‘Chino’ no entró en tu once ideal, ¿por qué?
-El ‘Chino’ jugó muy bien poco tiempo en Nacional, creo que en el Apertura de 1996, cuando lo venden. Y después en la vuelta explota con esos golpes en los clásicos que define. Pero tampoco puse a Fabián O’Neill, no puse a un montón de gente.
"Por técnica creo que el 'Chino' y O'Neill están despegados. Y para mí Porras era el cinco perfecto. Hacía todo bien".
-Si te pido el mejor de todos, ¿te quedás con Seré por haber sido el ídolo de la infancia?
-No, porque en realidad seguro que hubo mejores goleros que Seré, lo que pasa que en la infancia precisás de un ídolo que te sostenga la pasión. Mejores jugadores que vi por técnica creo que el ‘Chino’ y O’Neill están despegados. Después tengo como momentos de enamoramiento con jugadores no tan brillantes. Los dos últimos en los diez o quince años está Matute, porque al verlo decís ‘vo, todo lo que hace está bien’ y creo que el último fue, incluso se lo dije al ‘Guti’ (Álvaro Gutiérrez), Gonzalo Porras. Para mí Porras era el 5 perfecto, hacía todo bien: releva, corta, juega.
-¿Cuántos años de socio?
-Este año cumplo 30 años. La pandemia seguramente me pinche la ceremonia. Treinta años esperando la medalla y ya veo que… (risas).
-¿Butaquista?
-Sí, desde el arranque. Siempre sector dos de la tribuna Delgado, arriba y contra el tenis.
-¿Con quién vas?
-Solo. Sí, porque cuando arrancó el plan de las butacas ya iba solo y no me iba a poner a buscar gente ni nada. Una vez me tantearon para entrar a un palco, medio que entré por mi hermano, pero después se cayó porque mucho palquista pensaba que los hijos que hoy entran gratis con 8 años a los 25 iban a seguir entrando gratis… Pero como les avisaron que eso no iba a suceder y era un delirio lo que salía, no entramos, nos bajamos.
-¿Se formó una barra en tu sector?
-Son siempre, más o menos, lo mismos.
"Mucho oyente me ve en la tribuna y no puede creerlo porque casi en todos los partidos permanezco sentado. Quedo en mute".
-¿Sale tu humor en la tribuna?
-No, recontra muerto en vida. Mucho oyente me ve y no puede creerlo porque casi en todos los partidos permanezco sentado, ni siquiera saco las manos de los bolsillos o me paro para gritar un gol. Quedo en mute, como si fuera un espectador neutro.
-¿No gritás los goles?
-No, en casa tampoco. Tengo una teoría de un trastorno psicológico de la infancia porque me pasaba lo mismo cuando salvaba un examen en el liceo, me decía ‘no puedo festejar esto, porque es lo que corresponde’. Que Nacional le gane a un cuadro chico es lo que corresponde, entonces no amerita celebrar. Es un análisis berreta.
-¿Y en los clásicos?
-Sí, en los clásicos sí. En los partidos de Copa, también. O si un partido con un chico se pone lindo y me envalentono puedo gritar. En los clásicos me saco y un partido de Copa quedo enfermo. Me acuerdo en los penales con Boca y con Munúa técnico y estábamos para entrar en semifinales, yo estaba en lo de mi suegra y mi mujer, por entonces mi novia, me miraban como diciendo ‘este tipo no es el de siempre’. Yo caminaba de un lado al otro y diciendo ‘puta madre, no podemos quedar afuera’. Y quedamos afuera.
-¿Metés algún insulto?
-No, muy poco. Siempre algún divague y contra alguien que me ensañe, casi siempre de Peñarol. Ojo, no soy de esos vende humo que dicen que no putean a los jugadores propios, porque eso es falso. A un tipo que está en racha negativa y un día tiene una jornada negra lo cagás a puteadas, pero si lo hago es en la corta, diciendo ‘mirá lo que hace este hijo de p…’. A mí me pone loco que los cuadros grandes jueguen como chicos, en mi caso por hincha de Nacional me enferma cuando van ganando 1-0 y empiezan a hacer tiempo o no le dan ritmo.
-¿Qué fútbol te gusta para Nacional o qué estilo de técnico te gusta?
-Yo me quedé en el romanticismo. Era “Hugomaníaco” y a pleno. Me hubiera encantado, por ejemplo, que el anormal del ‘Hugo’ fuera el técnico de la Selección. Y ahora el ‘Guti’ es como el ‘Hugo’ de hace 20 años. Es como el Diego Aguirre de Peñarol, siempre que pase una crisis va a estar el ‘Guti’ ahí. El ‘Guti’ te gana por números, vos decís ‘vo, esto no puede ser verdad’, que dirija dos años y salga campeón los dos años. Pero en realidad me gusta mucho más el estilo que, como hincha de Nacional, uno creía que tenía. Peñarol mucho más vertical, más del centro, el pelotazo y ganar a la olla, y Nacional esa cosa de salir jugando, de ser mucho más técnico. Y esa cosa capaz que se maximizó. Hoy capaz que Peñarol juega mucho más como lo hacía Nacional y Nacional a como lo hacía Peñarol. Para mí Nacional tendría que jugar diferente, un fútbol más técnico.
-De los últimos años, ¿el mejor Nacional que viste?
-Ni siquiera salió campeón uruguayo, pero el Apertura de Eduardo Acevedo con ‘Matute’ y Lodeiro encendidos y un clásico 3-0 que fue un paseo impresionante, ese Nacional jugaba espectacular. Después también alguno del Hugo, de Daniel Carreño. Lo que pasa que ahora son más cortos los tiempos de dominio, como que enseguida le sacan la ficha de cómo juega y te lo anulan. Con Munúa pasó. En la primera etapa vos decías ‘por fin un juego lindo, al toque’. Le agarraron el jeito y te mataron.
-¿Qué fue lo más loco que hiciste por Nacional?
-Dormir en la calle. El día que dormí en la calle fue en el gol clásico del (Jorge) ‘Gallegol’ Ramírez. También después de un partido contra Huracán Buceo 7-2. El clásico del Apertura, el primero que dirige el Hugo y que perdemos 2-1 con el ‘Varilla’ González figura en Peñarol dormí en La Liga de Fomento a la intemperie y con un par de amigos más porque no conseguimos ni vuelta ni alojamiento. No había dinero y pernoctamos ahí, en la Parada 1 de la Mansa. Bueno… eventos solidarios, que prácticamente no hago ninguno, si me llama Nacional para presentar al plantel como un cornudo voy gratis (risas).
-¿Vestirte de Nacional?
-Tengo más de 20 camisetas. Antes tenía como tradición que el día que jugaba Nacional me ponía las medias del club. Eso no sé cuando lo corté. Hoy casi siempre voy al fútbol sin camiseta, sin nada que identifique. Si juego al fútbol 5 usaba camisetas de Nacional como otras que tengo que a veces te regalan. En realidad usar ropa de fútbol es como de mal gusto, lo hacemos los tarados mentales por fanatismo.
-¿Viajaste al exterior con Nacional?
-Esa es de las cosas pendientes. Nunca vi un partido de Nacional en el exterior, pude haber metido algún viaje de esos pero casi siempre por trabajo me resultaba complicado. Además, esos viajes, por los cuentos, es como los que van lo hacen muy enamorados de la vida, muy en tono barra, cantando y a mí eso se me cae un huevo. Después me arrepentí no estar en la Bombonera o en la cancha de Banfield, esos partidos en Buenos Aires.
-¿En algún momento lo vas a hacer?
-Sí, me gustaría en una instancia pesada. Escucho a mi padre haber ido al éxodo en Porto Alegre y eso es… único. Pido licencia sin goce de sueldo, igual. Pero un partido de grupo de Libertadores contra Godoy Cruz, por ejemplo, es como que no me calza, no me genera el deseo para cumplirlo.
-En tu casa, ¿los partidos los ves con tus hijas?
-No, me acostumbre a verlos solo. A veces una viene se me sienta arriba y me empieza a preguntar ‘¿cuánto va?’. Le digo ‘lee el cartel’. Intentar que empiecen a entender: ‘¿quién es el de rosado?’. ¡El juez! ‘¿Qué es el juez?’. Y ahí te preguntás, cómo explicás esto. O el banderín, el cartel, los cambios… La más grande se sienta y mira bastante.
-¿Y el problema de pareja cómo va?
-Se recalienta, porque ella es maestra de preescolar y tiene todo ese discurso de que tiene que elegir lo que ellos quieran, Peñarol es bueno. Me pone loco. Igual creo que esa batalla con la grande ya la tengo ganada, porque la otra vuelta me dice ‘cuanto tiene de amarillo, tiene los colores de Peñarol, qué asco’. Pensé: ‘si la escucha la madre me mata’. Ya le quedó el chip. Porque a veces con los juegos de caja me pregunta ‘¿qué color querés, papá? ¿Verde o amarillo?’. Y le digo: ‘amarillo no, cualquier otro’. Viene la nueva pregunta, ‘¿por qué?’ y la respuesta rápida: ‘porque son los colores de Peñarol’. Es una estupidez tan meridiana, es insólito.
Poder ver en acción a Artime y Cubilla
-¿En qué momento de la historia de Nacional te hubiese gustado estar?
-Pahh, creo que me hubiera gustado agarrar la época del tetra del 68 al 71 para ver a Luis Artime, a Luis Cubilla, que dicen que era una ficha insólita, Manga. Esas leyendas. A mí me gusta mucho esa cosa del fútbol viejo, porque yo estaba muy enroscado, era suscriptor de la revista Decano que sacaban hinchas de Nacional, tenía vínculo con el cobrador de esa revista que era Jesús Arrieta Fontana, el salvaje historiador de Nacional. Me parece que en Uruguay todos los clubes tienen como poco agradecimiento a esa gente. En su momento le propuse al gerente de marketing de Nacional y se hizo alguna vez, juega Nacional-Plaza Colonia en el Parque Central, ponele, y se cumple un aniversario del ‘Pepe’ Urrusmendi que hizo tres goles en un partido. Buscás una excusa para llevar a un tipo que esté vivo para agradecerle y reconocerle lo que hicieron. Esos tipos son los responsables que los cuadros de hoy sean lo que son.