Pedro Pedrucci: todo un número 10 en la ferretería

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Francisco Flores

HISTORIAS

Jugó en los dos grandes, fue Campeón Uruguayo y Tabaré Vázquéz lo mandó a Japón, un país que lo atrapó. Hoy está alejado del fútbol por amor a su hijo Matías.

Pedro Catalino Pedrucci se destacó en la década del 80. Jugaba de número 10 en los tiempos en que la pelota había que dársela siempre al 10. También supo jugar de 9, pero su gran habilidad fue dar pases de gol, más que hacerlos. Fue campeón uruguayo con Progreso, salió varias veces al exterior, jugó en los dos grandes y fue el primer uruguayo en ir al fútbol japonés junto a Mario López. Fue el expresidente Tabaré Vázquez, recientemente fallecido y entonces titular de Progreso, quien lo convenció para que pasara al Toshiba nipón.

Su última experiencia en el fútbol fue como coordinador de las formativas de Liverpool. Pero dejó porque lo necesitaban en su casa. Hoy trabaja en la ferretería de un amigo, donde los que lo vieron jugar lo reconocen y el fútbol se vuelve el tema de conversación, superando a los tornillos, las macetas o la pintura.

NIPÓN

En su foto de Whatsapp se lo ve con un enorme lenguado que sacó en el Balneario Argentino. La pesca es una gran pasión para él. “Me encanta, es mi hobbie, lo que más me gusta después del fútbol. Un poco se agrandan los peces cuando contás, pero ese lo pesqué yo en el Solís grande”, contó. Y también se encarga de prepararlo. “En casa cocino yo, soy titular indiscutido, y cuando hacemos comidas al mediodía en la ferretería, también titular siempre. Me gusta preparar pescado. Como tuve la suerte de viajar, aprendí. Sobre todo en Japón. A veces hago sopa japonesa, sushi, o sukiyaki”, agregó sobre un país que lo marcó.

“Fui a una buena edad, nació un hijo mío allá, y el otro empezó la escuela. Ya tenía 29 años y fue muy distinto a cuando fui a Francia, que era muy jovencito, sin conocer nada. No es como ahora que te actualizás y te enterás de todo por Internet. Cuando estábamos en Francia para llamar a mi madre o a mi suegra había que pedirle a un vecino que la fuera a buscar. Era otra época. En cambio, en Japón ya tenía mucha más experiencia, éramos más grandes, ya con un hijo y disfrutamos mucho más. Además, una cultura tan diferente te atrapa. Quedaron muy buenos recuerdos”, relató el exvolante.

Fuimos los primeros en ir a Japón con Marito López en 1990. Había salido campeón uruguayo con Progreso y estábamos jugando la primera fase de la Libertadores cuando me llamó Tabaré (Vázquez) para decirme de la oportunidad de ir al Toshiba. Él hizo el contacto porque había estado en Japón cuando era presidente del fútbol universitario. Me sorprendió porque acá el fútbol japonés no se conocía. No sabía lo que me iba a encontrar. Me dijo que era un país muy lindo, con otra cultura, que me iba a gustar y al club le servía lo económico. Me vendieron y arranqué”.

Cuando viajaron los dirigentes japoneses a firmas su contrato le trajeron revistas y se tranquilizó al ver que había muchos jugadores de nivel. “Cuando llegué allá me encontré con una liga muy competitiva, con jugadores conocidos como Littbarski y varios yugoslavos. Después llegaron Dunga, Careca, Jorginho y varios más de selección de Brasil. Invertían para hacer crecer el fútbol porque el fútbol no era ni por asomo el primer deporte de Japón. El primero es el béisbol y ya más tradicional el sumo. El fútbol no va a ser nunca el primer deporte, pero hoy está impuesto. Todos los equipos tenían extranjeros de nivel y nosotros nos entreveramos”, dijo quien fue el campeón de las asistencias e hizo muchos goles ya en su primer año en Japón.

Defendió al Toshiba en dos diferentes etapas. En el medio de las dos vino por unos meses a Peñarol. “Tuve dos años muy buenos, pero el empresario no llegó a un acuerdo en lo económico para seguir. Surgió el interés de Peñarol y cuando ya había firmado me enteré que también me quería San Pablo. Llegué a Peñarol a mitad de temporada. Fue un año muy difícil, hubo dos meses de huelga y después hicimos un mes y medio de gira por Europa. Jugué poco y me vio a buscar otra vez el Toshiba”.

Pedrucci sigue vinculado a Japón. Él y su familia. Su hijo mayor, Nicolás, que hizo varios años de escuela en el país nipón quiso estudiar japonés y se terminó enamorando de la profesora. “Lo que es la vida. Mi hijo fue con cinco años y estuvo hasta los nueve. A veces mira los videos y hace unos años le dio por ir a estudiar japonés. Seguimos vinculados, mantengo contacto con la gente de Japón”.

El ADIÓS

Jugó 25 años en Primera División, hasta los 43. Su último equipo fue Rentistas. “Cuando volví de Japón, con 36 años, pensé que iba a jugar un año o dos más, pero estuve en Rentistas, Villa Española que estaba en Primera, River Plate, Liverpool y Rentistas otra vez. Los últimos años fueron especiales. Cuando me vino a buscar Ariel Krasouski para Liverpool tenía 41 años y lo que más quería era no fallarle al equipo. Pero me arroparon y pude cumplir. Y así se fue alargando la carrera sin darme cuenta. Me llamaban y me decían: ‘Vení a jugar que te vamos a cuidar’. Julio Ribas y Krasouski me cuidaron mucho. Y en Rentistas también. Creo que por todo eso dejar de jugar no fue traumático. La pasé bien”.

LOS 80

 “Estoy muy contento con lo que logré, con lo que fue mi carrera. De haber competido en los 80, que fueron años muy buenos. Una época dorada del fútbol. Enfrenté a grandes jugadores y grandes equipos. Basta repasar los equipos de esa época para ver lo que eran. Por algo Peñarol y Nacional fueron campeones de América dos veces cada uno. Y la selección uruguaya también. La liga nuestra era de las mejores de América. Para Nacional era más difícil ganarle a Progreso, a Bella Vista o a Cerro, que a cualquier equipo de Colombia o de Bolivia. Hoy pasa lo contrario, sin desmerecer. Hoy no hay competencia interna fuerte, porque los jugadores se van jóvenes, por eso es tan difícil para los equipos uruguayos lograr algo en la Libertadores”.

Pedrucci
Pedrucci en Progreso, el equipo con el que fue Campeón Uruguayo en 1989. Foto: archivo: El País. 

En 1983, tras su primer pasaje por Progreso, fue a Nacional, donde según aseguró aprendió muchísimo. “Venía de tres o cuatro años en Progreso, un equipo humilde con muchas carencias y pasé a un equipo campeón de América. El plantel de Nacional que yo integré tenía 9 o 10 campeones de América y del mundo. Hoy sería imposible eso. Yo era joven y adquirí una experiencia bárbara al lado de esos jugadores. Jugando a nivel local o internacional aprendí muchísimo. Hoy los jóvenes no tienen esa oportunidad de crecer y jugar junto a campeones de América y del mundo. La experiencia de Nacional fue un aprendizaje bárbaro para mí”.

Cuando colgó los botines trabajó en divisiones formativas. Su primera experiencia fue en Rentistas, el club donde se había retirado. “Me llamó Valdez para iniciar un proyecto y reestructurar las juveniles. Pasé dos años muy lindos. Luego estuve seis meses en Danubio con Machaín hasta que me llamó Palma y pase a coordinar las juveniles de Liverpool donde estuve ocho años y medio”, explicó. Siempre se sintió apoyado en el club de la Cuchilla. “Creamos la escuelita y hay una cantidad de jugadores, como De La Cruz, Cáceres, Ramírez, que llevamos al club con 9 o 10 años. Hicimos un trabajo muy bueno que continúa hasta hoy, con el apoyo de la dirigencia porque jugar en canchas buenas y viajar al interior cuesta dinero. Con psicólogos y asistentes sociales. Liverpool trabaja muy bien en formativas y uno fue parte de todo eso”, dijo con orgullo.

Tomó la decisión de dejar Liverpool para colaborar con su esposa en el cuidado de Matías, el hijo menor que es autista. “Los años pasan, Matías crece y requiere cada vez más cuidados. El fútbol me quitaba muchísimo tiempo y mi señora también necesitaba sus espacios”.

Los primeros tiempos lejos del fútbol, no fueron fáciles. Hoy ya no extraña. “Estuve 35 o 36 años en el fútbol, lo que más se extraña es el vestuario, no el deporte en sí porque llegás a una edad en que ya sabés no podés jugar más. Lo que se extraña es estar ahí en el vestuario, con la gente del fútbol de toda la vida”, admitió.

Hoy trabaja medio tiempo en la ferretería Hachalay, de Pocitos. “Fue un poco de casualidad. Me pidió un amigo que fue profe mío en Liverpool que fuera a ayudarlo. Y como hay un grupo hermoso y el ambiente es muy lindo, me quedé. No sabía nada de ferretería pero aprendí rápido. Estoy de mañana, se me pasa volando el tiempo y me hizo muy bien. Los que me reconocen son los que me vieron jugar, los jóvenes ni ahí. Pero salen charlas y nos desviamos un poco del trabajo. je. Lo mejor es la convivencia con los compañeros. Además, el dinero nunca esta de más. Tuve la suerte de emigrar varias veces y jugar en equipos importantes y de haber guardado algo. Aunque en nuestra época no era como ahora que de repente un chico juega seis meses en Primera, le sale un pase y ya resuelve su vida. Lo nuestro era gota a gota. Invertí en apartamentos y casas y vivo tranquilo. Dentro de un país muy caro y teniendo muchos gastos con Matías. Pero la llevamos bien”.

Pedrucci

EL BARRIO

Se crió en Punta de Rieles, donde hizo el baby en el Málaga. Su historia no es común, porque nunca hizo formativas. Pasó de jugar en campeonatos barriales a debutar en la Primera División de Progreso. “Danubio me quedaba cerca y me fue a buscar varias veces pero en inferiores no pagaban y yo estaba solo con mamá y a los 15 años ya trabajaba. Fui mandadero en el Chivito de Oro y trabajé en una empresa de pintura en el Puerto. A los 17 años jugaba en los cuadros de barrio de la zona hasta que me llevaron a Progreso que recién subía de la C”. Ahí empezó todo y fue muy rápido.

“Era hábil y muy rápido para el dribbling. Y tenía un muy buen pase. Veía cosas que los demás no veían. Si bien tuve las dos etapas porque también jugué de 9 en Nacional y en Francia, me gustaba más de volante y mi mayor virtud era el pase gol. Era un clásico número 10 y en mi época había que dársela al 10 para que resolviera. Crear el juego y habilitar a los delanteros era mi mayor virtud”, finalizó.

clásico

"Va a ser parejo y muy trabado"

Esta tarde se juega en el Campeón del Siglo el clásico correspondiente al torneo Intermedio. Pedrucci, que supo vestir ambas camisetas, opinó sobre el juego. “Es difícil de pronosticar porque se está jugando muy espaciado con todo esto de la pandemia. Creo que va a ser un clásico parejo y con poco ritmo. Muy trabado, aunque ojalá me equivoque”, afirmó.
“Es cierto que Nacional viene con más continuidad de partidos jugando la Copa, pero después está eso de que se empareja. Porque Peñarol se juega prácticamente el año porque al haber quedado afuera de todo, de las copas, los jugadores deben estar esperando este partido para revertir la situación. Por eso es que los clásicos son tan lindos”.

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