RECUERDO

Lo sabíamos todos. Se lo había preguntado a Jorge Fucile durante la definición y lo había ensayado tres veces en la práctica del día anterior, sin suerte. No hacía falta conocer a fondo la interna de la selección uruguaya para desentrañar que aquel 2 de julio de 2010, cuando Sebastián Abreu enfiló hacia el golero de Ghana, solo tenía en mente una posibilidad: picarla.

Era su sello, su marca más reconocida, y terminó siendo el pase a la red que dio pie al legado de Óscar Tabárez. Pero lo que nadie imaginó es que, 12 años después, se lo sigue recordando como lo que fue: una verdadera hazaña.

“Quedó marcado como un hito de lo que fue la típica pregunta de qué estabas haciendo el día de la caída de las Torres Gemelas. Cada uno recuerda qué estaba haciendo en el momento del penal. En las facultades pasó a ser un tema ese día”, dijo Abreu a Ovación.

“En cada invitación a una comida o evento en el interior, en Paysandú, es la frase de cabecera”, recordó.

Ese gol a Ghana en los cuartos de final del Mundial de Sudáfrica 2010 no solo dejó a Uruguay entre los cuatro mejores del mundo, sino que también marcó la infancia de algunos niños que hoy son adultos y forman parte de la selección mayor. Es el caso de Facundo Pellistri, Ronald Araujo, Federico Valverde, entre otros.

De los jugadores que presenciaron la heroica uruguaya en Johannesburgo hoy solo quedan cinco en el plantel principal –Luis Suárez, Edinson Cavani, Martín Cáceres, Fernando Muslera y Diego Godín– mientras que nueve dejaron el fútbol y otros nueve dejaron de ser convocados.

“Se dio una particularidad de que ellos iniciaron jóvenes dentro del proceso de selecciones que el Maestro había tenido. Fueron el recambio que se fue suscitando en diferentes posiciones. Por jerarquía, rendimiento y vigencia han podido continuar. Y continuaron con esa hambre de gloria que los caracteriza. Tener una columna vertebral que pueda también ir trasladando todas las vivencias, experiencias y la importancia de estar en la selección es un respaldo. En un grupo es importantísimo mantener jugadores de la vieja guardia para las generaciones que vienen”, analizó el técnico de Paysandú.

¿En qué estaban el resto de los que hoy son titulares en Uruguay hace 12 años?

Un joven e inexperimentado Sergio Rochet de 17 años daba sus primeros pasos en la Tercera División de Danubio camino al profesionalismo.
Había llegado dos años atrás luego de una experiencia en la sub 15 de Nacional de Nueva Palmira.

Desembarcó en Montevideo con el sueño de debutar en la Primera del fútbol uruguayo, pero no lo consiguió hasta después de volver de Europa.

La especialidad del zaguero de Barcelona Ronald Araujo no era defender, sino hacer goles. Jugaba de 9 en Rivera y era dirigido por Danilo Poschi, hoy técnico de Huracán, un equipo del departamento. Entre su madre, abuela y padre lo llevaban a practicar.

Cuando Abreu la picó en el penal, Araujo, que seguía viviendo en su ciudad natal, era un niño de 11 años.

A los 15 años, José María Giménez había comenzado a despuntar en Danubio. Lo consideraban una de las figuras del equipo y casi no se perdía minutos. Su personalidad, sin embargo, era muy diferente a la del chico maduro que debutó en la selección tres años más tarde.

Giménez hacía todos los días en ómnibus el trayecto Toledo-Montevideo, pero en el fondo no estaba contento: quería jugar en un club más cerca de su casa.

Las frustraciones lo llevaron a pelearse más de una vez con el preparador físico Horacio Brito y el técnico Gustavo Machaín. Jugaba como lateral de la tercera y ganaba un salario de $ 6.000 que le alcanzaba para viáticos, según contó en una entrevista con ESPN.

Un joven Mathías Olivera de 12 años ya tenía en la mira a Martín Cáceres como uno de sus jugadores referentes. Por su estilo de juego, por la similitud de la posición, pero también por su fidelidad a la selección uruguaya, el lateral seguía de cerca los pasos de aquel equipo dirigido por Tabárez en 2010.

Jugaba en Nacional, en Preséptima, y todavía le faltaba definir su puesto en la cancha: por momentos jugaba de cinco, de a ratos era lateral.

En 2010, Rodrigo Bentancur se vistió de celeste y viajó a Sudáfrica para representar a Uruguay en el Mundialito Danone. Aún le tocaba ver a la mnayor por la tele.

Jugaba en Lucerna, en Nueva Helvecia, su ciudad, y tuvo un crecimiento futbolístico sin escalas: pasó del baby fútbol a practicar con juveniles y al año siguiente le llegó el llamado de Boca.

A sus 13 años vivía entre el dilema de mudarse a Argentina o vivir en Uruguay. Ni tan siquiera imaginaba todo lo que lograría después.

Corría julio de 2010. Hacía poco más de un año que Federico Valverde había pisado por primera vez el césped de Las Acacias. Fue a probarse por el pique de un fotógrafo de baby fútbol que lo vio jugar y avivó a Néstor Goncálvez, el captador de jugadores del club.

Valverde cursaba su último año de escuela. Los ojeadores lo seguían de cerca y ya le veían “pinta de crack”.

Jugaba en el baby de Carabelas, luego de abandonar el club Siete Estrellas.

A los 9 años, Facundo Pellistri era jugador de La Picada FC –una institución de 65 años– en el baby de Montevideo.

Por entonces, ya era fanático de Peñarol, club al que llegaría dos años más tarde.

El año 2010 tenía a Giorgian De Arrascaeta viviendo a pleno su adolescencia, con 16 años.

Entremezclaba el fútbol con los estudios, luego de haberse mudado a la pensión de Defensor Sporting un año antes.