SELECCIÓN
Gallardo no para de ganar, pero la Celeste le puede entregar un lugar en el planeta fútbol al que todavía no consiguió llegar.
Sevilla no podía pagar lo que ganaba en River. Olympique de Lyon, que lo tuvo como candidato, no se presentaba como una alternativa estimulante. Barcelona, desde donde habría partido una fórmula poco comprensible, tenía que irse a Europa en 24 horas, parece que supo considerarlo. Sin importar el inconveniente que apareció en el camino, lo verdaderamente auténtico es que Marcelo Gallardo todavía no consiguió meterse en el fútbol de Europa.
Aparentemente, aunque desde este lado del mundo se analice que el “Muñeco” es un entrenador ganador, líder nato de sus futbolistas, en Europa los grandes clubes del mundo entienden que todavía no cuenta con los créditos suficientes. O con el pergamino que les conceda una mayor tranquilidad a la hora de tomar la decisión de nominar a un conductor para sus filas.
Y eso valor, es absolutamente claro, se lo puede entregar una actuación importante al frente de la Selección uruguaya de fútbol, porque ser entrenador de un combinado en una Copa del Mundo eleva la consideración y puntúa como ninguna otra campaña por cualquier certamen.
Para poder comprender este aspecto hay que repasar el tipo de decisiones que se vienen tomando en el Viejo Continente por los grandes protagonistas de sus torneos. No hay que ir demasiado atrás en el tiempo. Barcelona encadenó dos determinaciones tomando como base fundamental las raíces de los entrenadores. En primer lugar fue por Ronald Koeman, legendario jugador de sus filas y plenamente identificado con las grandes alegrías, y como la rueda no giró de la forma esperada lo sustituyó por otro hombre con ADN catalán: Xavi Hernández.
Esto refleja una cuestión clara: los directivos pretenden cubrirse lo máximo que puedan con sus hinchas y llevar a un exprotagonista de batallas ganadas al menos entrega un tanque de oxígeno grande.
Como queda claro, que recorran ese camino no siempre termina siendo tan beneficioso como le fue al Real Madrid con Zinedine Zidane, quien terminó llevando al equipo a la obtención de tres Champions League, pero sí que deja con menores posibilidades a nombres que no cargan sobre sus hombros el peso de un pasado glorioso.
Es simple, la idea inicial es ir a lo seguro. Cubrirse la espalda. Qué significa esto, que Gallardo, múltiple ganador con River, precisa empujar su carrera un paso hacia adelante. Ese ascenso, que definitivamente lo llevará a otro estado de consideración, es un elemento que puede jugar un papel gravitante en la oferta que realice Uruguay. Porque queda claro que a un cuerpo técnico que anualmente percibe unos 6 millones de dólares, se está muy lejos de atraerlo con un monto cercano a la cuarta parte de aquella cifra.
En este caso, más que nunca como supo definirlo Óscar Tabárez, el camino es la recompensa más grande para Gallardo. Porque pasar de River a Uruguay puede exponerlo como serio aspirante a orientar un grande de Europa.
Porque es notorio que las Libertadores, la Sudamericana o la Recopa ganadas allá todavía no cuentan para sentenciar que está verdaderamente preparado para liderar un proyecto o para entregar la espalda protectora que buscan los dueños de los clubes.