Nueve triunfos en los primeros once partidos le aseguraron el título a los Gauchos en un torneo a una sola rueda: eran los tiempos en que el Parque Paladino parecía un baluarte donde caían incluso los grandes.
Un día de 1989, Progreso comenzó a ganar. Y ya casi no paró hasta ser campeón uruguayo. Hoy, cuando los Gauchos de La Teja están festejando el centenario del club, el repaso de tan prolongada trayectoria registra el 14 de diciembre como la fecha de mayor gloria.
Ahora todo es como lo fue desde 1917, una historia de sacrificios y luchas cotidianas. Por consiguiente, el título del 89 puede parecer una curiosidad para quienes no lo vivieron. Pero la década de 1980, además de propiciar varios títulos de clubes chicos, también representó un gran momento de Progreso, que participó dos veces en la Copa Libertadores, obtuvo el Torneo Competencia 1985, peleó la punta de varios torneos y llegó a convertirle seis goles a Nacional en su Parque Abraham Paladino, por esos días parada obligatoria y difícil para los grandes.
"Lo que más recuerdo de aquella campaña eran las reuniones que hacíamos con todo el plantel de primera e incluso la tercera después de los entrenamientos. Eso creó un grupo muy unido", señala Luis Berger, mediocampista de aquella formación dirigida por Saúl Rivero y preparada físicamente por Gonzalo Barreiro. Detrás de un corner del Paladino estaban los restos de una cantera y una pequeña construcción, que se convirtió en punto de encuentro para compartir una chorizada o unas hamburguesas.
El Uruguayo de 1989 se jugó a solo una rueda. La disputa ese mismo año de la Copa América y las eliminatorias para Italia 90 obligó a comprimir la actividad local. Incluso varias fechas se disputaron entre semana para completar el calendario antes de Navidad (en enero de 1990, además, esperaba la Liguilla). Por eso, quien arrancara mejor ya se perfilaba rumbo al título.
Progreso debutó venciendo 2 a 1 a River y después sumó otros tres triunfos: 1-0 a Danubio, 3-1 a Nacional y 1-0 a Defensor. A continuación se produjo la única derrota, ante Wanderers, tras lo cual llegaron otras cinco victorias: 1-0 a Huracán, 3-2 a Cerro, 1-0 a Liverpool, 1-0 a Peñarol y 3-0 a Rentistas. Al llegar la décimoprimera fecha (de un total de trece), un empate ante Central Español como visitantes le daba el título.
"Como en todo comienzo, no se pensaba en llegar al campeonato. Pero le ganamos a los dos grandes y vimos que podía ser. Cuando quedaban cuatro o cinco fechas nos dijimos que no nos caíamos más", cuenta Pedro Pedrucci, quizás la figura del equipo.
"A Nacional y Peñarol les ganamos en el Paladino. Fueron fiestas inolvidables. En ese momento se dio que los grandes comenzaron a salir del Estadio Centenario, por eso también hubo títulos de otros equipos", agrega.
"Hicimos un gran campeonato. Tomamos cada partido como una final. Todos tenían grandes equipos. Los grandes venían de ganar la Libertadores los años anteriores. Hubo varios clubes chicos campeones. Y nosotros estábamos siempre firmes, como la llama de Ancap en La Teja. Todo el barrio nos apoyaba, empezando por el Pistola Marsicano", dice Berger.
La consagración.
"El día que me quedó grabado fue el de la vuelta en el estadio Palermo contra Central —cuenta Pedrucci— . Me tocó tirar el penal que nos dio el título. Ibamos perdiendo, ya era el segundo tiempo y había que meterlo. Pero yo estaba con mucha confianza. Después, de noche, cuando llegué a mi casa, me pasaron mil cosas por la cabeza y recién ahí empecé a pensar qué hubiera pasado si lo erraba".
El Palermo estaba repleto, con 7.500 espectadores (se vendieron 5.413 entradas). Esa calurosa tarde, en pleno diciembre, Progreso jugó con Leonel Rocco; Fernando Silva, Julio Maidana, Gustavo Machaín, Leo Ramos; Luis Berger, Víctor Silva, Pedro Pedrucci; Johnny Miqueiro, William Gutiérrez y Próspero Silva. Alexis Noble convirtió el gol palermitano; el empate llegó a los 28 del segundo tiempo.
"Aquella tarde salimos de la concentración en el Paso de la Arena y ya se formó una caravana rumbo a la cancha de Central, que estaba llena. A la vuelta fue increíble. Todo el barrio nos esperaba. Por Carlos María Ramírez no podía pasar nadie. Solo los jugadores llegamos a la sede. Ni nuestros familiares pudieron pasar", relata Berger.
El último partido fue un empate ante Bella Vista, tras lo cual los Gauchos tuvieron fecha libre. Al final sumaron 20 puntos y le sacaron cinco de ventaja a los grandes. Fueron nueve triunfos, dos empates y una derrota, con 18 goles a favor y ocho en contra.
Rivero armó un equipo equilibrado, con jóvenes y veteranos, así como jugadores de temperamento y otros de técnica. El fútbol de Pedrucci era clave en el mediocampo, tanto como los goles de Miqueiro, un delantero rubio y bajito que con siete conquistas fue el goleador del Uruguayo junto a Diego Aguirre y Oscar Quagliata.
La campaña de aquel Progreso también está ligada a Tabaré Vázquez, el actual presidente de la República y en esos días presidente del club. La campaña política lo obligó a pedir licencia a su cargo y le impidió asistir a los primeros partidos del torneo. Como los resultados empezaron a darse, por cábala decidió no concurrir más.
El 14 de diciembre, ya intendente electo, estaba preparando su gabinete en las oficinas del hotel Klee. Cuando puso la radio (el torneo local no se televisaba en vivo), Huracán hizo el gol. Entonces apagó el aparato. Al rato, durante una reunión con el ministro de Educación de Angola, sus allegados comenzaron a hacerle señas marcando el 1 a 1 final. Cerró entonces la agenda del día y se fue para el Palermo a sumarse a los festejos.
HACIENDO HISTORIALUIS PRATS