Por más trágica que resulte la situación hoy, nada podrá borrar la sonrisa amistosa y brillante que tenía Juan Izquierdo la última vez que lo vi, saliendo del Parque Saroldi, después de que Nacional empatara 3-3 con River Plate y algunos de sus hinchas ardieran en llamas.

Estaba saliendo del vestuario e iba camino a subirse al ómnibus. Tenía la sonrisa de un botija que un día antes había metido uno de los mejores goles de su vida: ser papá por segunda vez. Y que no puso ni un pero para estar a la orden de sus compañeros 24 horas más tarde.

“¿Todo bien, hermano?”, me dijo al pasar y complementó el saludo con un beso en el cachete.

El destino quiso que, solo cuatro días después de ese episodio, su familia viviera la peor noche de su vida y todo el mundo del fútbol entrara en un calvario que se ha vuelto interminable desde el pasado jueves. Mientras tanto, desgraciadamente, las buenas señales -aunque sea con forma de luz tenue- siguen sin aparecer.

Es entonces cuando algunos se preguntan qué hubiese pasado si... Y entran en el mundo de los supuestos.

Qué hubiese pasado si la atención de la ambulancia en la cancha no era la oportuna. Qué hubiese pasado si el resultado de su electrocardiograma anual le hubiese dado alguna advertencia a Nacional. O qué hubiese pasado si esa primera arritmia que le detectaron en Cerro, en 2014, servía para encender las alarmas antes.

Estefania Leal/Archivo El Pais

Las interrogantes se pueden multiplicar casi que a la par del grado de preocupación que muestran algunos actores, que se entrometen lo justo y necesario para seguir de cerca el caso.

El “shock” es lo primero que comparten todos aquellos que vivieron algún momento íntimo con Izquierdo antes de que sufriera el incidente -catalogado como arritmia cardíaca- en el partido entre São Paulo y Nacional por los octavos de final de la Copa Libertadores.

Fernando “Petete” Correa es uno de ellos: “Lo hice debutar en Sudamericana, en la altura, contra Sport Rosario. No salió más. Recuerdo que ya era un jugador rápido en la defensa, agresivo, y ni hablar como gente. En ese vestuario lo querían todos los chicos”.

Foto: Juan Pablo Romero

El gesto solidario de Jonathan Calleri al poner a disposición su tarjeta de crédito para cualquier gasto. El llanto desconsolado de Michel Araujo tras el triunfo de São Paulo el fin de semana. La oración de Deportivo Maldonado en plena práctica. El silencio respetuoso de los jugadores de Nacional en Los Céspedes. Y la aparición de Diego Lugano en el Hospital Israelita Albert Einstein son solo algunas de las aristas que se desprenden de este caso.

Y por más trágica que resulte la situación hoy, ningún informe médico podrá empañar esa y otras tantas consideraciones amenas que se transmiten desde adentro de Nacional: “No hay dudas de que todos estamos pasando un muy mal momento, pero ahora lo importante es Juan y su familia”.

Estefania Leal/Archivo El Pais

Al salir de la óptica sentimental, analizando la situación en frío, es posible trazar algunas conclusiones sobre el protocolo que tiene activado la Asociación Uruguaya de Fútbol para actuar ante este tipo de casos. Y para comenzar a navegar en ese ámbito, primero es necesario señalar que no todos los estadios de la Primera División del fútbol uruguayo cumplen con la condición de estar equipados para que una ambulancia ingrese directamente al campo de juego, como pasó en el Estadio Morumbí.

“Acá tenemos dificultad en los ingresos a las canchas”, reconoció una alta fuente de la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales a Ovación.

En consecuencia, se dispone de un vehículo -en general camionetas pequeñas- para llevar adelante la tarea de primeros auxilios in situ. Inmediatamente después se conecta con la ambulancia más cercana, no sin escuchar el testimonio del médico en cancha, que es el encargado de diagnosticar la gravedad del asunto y puede calificarlo como de “emergencia” o simplemente señalar que es una “urgencia”.

Los funcionarios de las ambulancias, pese a que no tienen más remedio que lidiar con los problemas de infraestructura que presentan algunos escenarios deportivos, siempre están ubicados en un “punto estratégico”, lo más cerca posible de los estadios. Por ejemplo, si a primera hora hay un partido fijado en el Tróccoli y en el segundo turno se juega en Belvedere, se establece un punto medio en Ruta 1.

NELSON ALMEIDA/AFP fotos

A diferencia de lo que pasaba antes de la pandemia, donde varios partidos se jugaban en simultáneo y solo unos pocos se televisaban, hoy no se juegan a la misma hora -salvo momentos excepcionales- y eso fortaleció el procedimiento, sostienen desde la AUF, que es junto a Tenfield la encargada de organizar los eventos.

El protocolo del fútbol local coincide con el resto de los espectáculos deportivos y establece, entre sus puntos primordiales, que la misma normativa se aplicará así sean deportistas o hinchas los afectados.

Por normativa de AUF, los equipos están ahora obligados a contar con un desfibrilador externo automático (DEA) y al menos un profesional de la medicina entre sus filas. Es un paso similar al que dieron las autoridades del gobierno hace una década, cuando establecieron, a través de un decreto, que a partir de mayo de 2019 las compañías que contaran con más de cuatro trabajadores debían empezar a incorporar un servicio de prevención y salud en el trabajo.

“Todos los espectáculos públicos y privados tienen que tener sí o sí un desfibrilador bien ubicado”, precisaron desde la Mutual, aunque dijeron desconocer si existe una fiscalización “real” sobre su cumplimiento.

El programa Gol al Futuro —encargado de dar atención a chicos de formativas desde la Sub 14 a Sub 19— realizó desde 2020 a la fecha unos 5.233 análisis cardiológicos a juveniles y derivó 143 casos a especialistas por patologías coronarias más graves, precisó el Secretario Nacional del Deporte, Sebastián Bauzá, a Ovación.

Un 0.3% de cada 100.000 futbolistas en el mundo tiene factores de riesgo que pueden derivar en una muerte súbita.