Desde que dejó de jugar al fútbol, más que nunca, Gonzalo “Turbo” Vargas (41 años) se ha encargado de hacerle honor a su apodo. Todo lo que se había perdido como profesional, muchas veces por miedo y otras por contrato, lo vivió después de pasar los 30, cuando decidió que había llegado la hora de poner el punto final.
Estuvo tres años sin mirar un solo partido y se dedicó a la compra y venta de autos. También fue por un viejo anhelo que tenía de niño: una Kawasaki Ninja (moto deportiva), a la que piloteó a más de 250 kilómetros por hora en una carretera.
De ser figura en Gimnasia y Esgrima de La Plata y un nombre puesto en la selección uruguaya pasó a ser un ciudadano más, al que muchos le perdieron el rastro. Pero, en parte, fue porque así lo quiso.
Decidió dar un paso al costado, por falta de motivación, aún teniendo cuerda para seguir y un último baile pendiente con Defensor. Y reapareció ante las cámaras recién el pasado lunes, cuando, sentado al lado de Richard Porta, compartió un asado con los integrantes del stream Doping Positivo, donde la única ensalada que se vio fue la de las anécdotas.
-Desde chico siempre dije: el día que no disfrute del fútbol, no juego más. Intenté cambiar el chip, estuve como dos años de esa manera, pero dejé por un tema de cabeza, de falta de motivación. Ya no lo disfrutaba y siempre fui de jugar muy motivado; jugaba los partidos antes, en la concentración. Después de que empecé a sufrir en vez de a disfrutarlos empecé a pensar... Y cuando pasaron dos años y no cambié la cabeza no quise seguir más.
Empezando por la novedad más cercana en el tiempo, se desprende que hace menos de un año Boston River lo quiso tener entre sus filas. Vargas lo meditó, lo llegó a conversar con sus pares en medio de varias pasadas de mate, pero entendió que era una “locura”. Aunque hoy -dice- está más flaco e íntegro físicamente que cuando se retiró en Rampla a los 30.
Uno de los interesados en contar con él era Ignacio Ithurralde, el entonces director técnico que además es un viejo conocido suyo de los inicios en Defensor Sporting. No solamente son cercanos por el fútbol, sino que además sus corazones están unidos al surf, un amor común para ambos.
-Terminé diciendo que no porque reconozco que los jóvenes físicamente vuelan y uno, con 40, 41 años, no es el mismo que a los 25. Iba a ser bastante difícil adaptarme. De todas formas, capaz que si fuera solo por lo físico hasta hace dos años estaba jugando. Me siento mejor físicamente ahora que cuando terminé de jugar en Rampla. Después de retirarme, empecé a surfear más, que fue algo que siempre me gustó. Hice crossfit un año y medio, pero me lesioné el tendón de Aquiles. Juego al pádel una o dos veces por semana seguro. Y al tenis cada tanto con el Grillito (Gustavo) Bizcayzacú y Anderson Silva.
Para recordar la cresta de la ola en su carrera hay que remontarse a los últimos días del 2005 y a los primeros del 2006.
Furor en La Plata, terminó el Clausura argentino como goleador y eso le valió un pasaje directo al Mónaco para después seguir carrera en Sochaux (Francia), Atlas de Guadalajara (México), entre otros equipos. Ese trampolín sembró un cariño especial en el hincha de Gimnasia, que a los años pidió su vuelta. Vargas, pese a pasar momentos únicos allí y a que el cariño lo conmovió para regresar, prefiere sacarse la chapa de ídolo.
-Sé que me quieren muchísimo, porque, aparte, me lo siguen demostrando como si estuviera ahora. Pero no me considero ídolo. Por más que algunas personas me dicen que soy ídolo, creo que tienen algunos ídolos que sí te das cuenta que son denominados como tal y para ellos son dioses. Creo que no estoy en ese escalón, me parece que no. Por más de que la gente me haga sentir que sí.
Por esos años, su buen rendimiento deportivo lo depositó entre los elegidos por Óscar Washington Tabárez para encarar la primera gira de un proceso que se extendió por 15 años.
El plantel de Uruguay repartió sus 21 días de amistosos entre Estados Unidos, Serbia y Túnez y al Turbo no solo le quedaron amigos de aquella selección, sino enseñanzas del maestro y una infinidad de perlitas que hasta hoy recuerda. Una de ellas expone el lado más miedoso de Sebastián Abreu -se tomaba una pastilla antes de volar- que así como se agigantaba en los penales se achicaba frente a los aviones.
-El maestro es un señor. Acomodó parte de la selección y no se casaba con nadie. Para mí, estaba basado en el respeto hacia todos. El trato que tenía que tener el jugador era en base a la convivencia. Eso me quedó marcado. No era de muchas palabras, pero sí concreto.
Su recuerdo del debut de Luis Suárez en la selección uruguaya
-Él debutó en Colombia cuando jugamos los tres juntos con Abreu, que ganamos 3 a 1. Lo expulsaron en el primer tiempo, Abreu hizo dos goles de penal y yo el otro. Unos meses después de eso fuimos a la Copa América de 2007, en Venezuela, y él no fue porque tenía el Mundial Sub 20. Era jovencito, estaba arrancando recién. Era imposible prever la cantidad de goles que iba a hacer y lo bien que le iba a ir en todos lados.
A un mes y monedas de cumplir los 42 años, instalado en Shangrilá y alejado del ruidaje mediático, el Turbo se siente feliz. Satisfecho. Conforme con la huella que que dejó y nostálgico con los que disfrutaron de su fútbol.
Es muy memorioso y hasta hoy recuerda los tiempos en que manejaba sin libreta para practicar en Defensor, pero no pierde el tiempo en ojear el pasado. Prefiere enfocarse en lo que le da de comer hoy, que son los alquileres y la compra de terrenos.
-Me encantaría jugar en esta época porque sería todo más fácil para el delantero. No te pueden tocar adentro del área. Antes miraban al árbitro y si estaba distraído te metían un codazo en las costillas o un piñazo
Del amor al odio en el fútbol: "Quedé quemado con leche"
“Quedé como quemado con leche. No sé por qué, pero estuve tres años sin mirar fútbol. Sigo sin extrañar jugar profesionalmente y eso que ya pasaron 11 años desde que me retiré. Miro mucho más que antes, especialmente el argentino, pero sigo sin extrañar jugar al fútbol”, confiesa el Turbo, que tuvo propuestas para volver a las canchas el año pasado", expresó Vargas.
Su opinión de la llegada del VAR al fútbol
“Me comía escupitajos, tiradas de pelo. Aparte, no había cámaras. Te puteaban en todos los idiomas. Venías de afuera, estabas con las típicas ganas de un jugador joven que corre hasta por las dudas y eso molestaba”. Lo personifica en Rolando Schiavi, el recio zaguero, como el que más le pegó.
Un cruce polémico con un juez en México
“Me pasó una vez que erré un gol de cabeza enfrente al arquero. Aparecí solo y se me fue dos milímetros arriba del travesaño y el árbitro me dijo: ‘Con la plata que ganan vienen a errar estos goles...’ Terminamos ganando 3-1, hice un gol en el segundo tiempo y lo festejé metiéndome la mano en el bolsillo y mirándolo.