TORNEO APERTURA
Todo hace indicar que la dirigencia resolverá de forma rápida realizar un cambio en al conducción técnica del equipo.
River, como si tratase de hacer honor a la frase de su himno en la que se habla de su potencia futbolística, porque reza “qué bomba que es River Plate”, metió un bombazo letal en el Parque Saroldi. Es una bomba tan o más fuerte que aquella que a los 45 minutos largó Matías Arezo para abrir el partido ante Nacional.
Es que la victoria por 2-0, salvo un milagro,detonó el camino del entrenador tricolor Alejandro Cappuccio. Hasta la frase que Alejandro Orellano, directivo de Nacional, lanzó cuando se retiraba del escenario tras la derrota de su equipo, puede ser interpretada como el fin de un ciclo.
Al dirigirse a los socios, Orellano dijo: “pueden quedarse tranquilos que vamos a tomar las medidas que sean necesarias para ir por el tricampeonato”.
Orellano, que no había querido ser muy explícito ante el requerimiento de que ofreciera su opinión sobre la posible resolución que tomará la directiva, no hizo otra cosa que revelar que la posibilidad del cese de funciones está arriba de la mesa de la dirigencia. La que incluso podría tener una decisión más rápida de la que se prevé que podría darse recién el próximo lunes.
Lo que ocurre es que los goles de Arezo y Luciano Boggio demolieron el espíritu de los futbolistas, les agotaron las baterías físicas y hasta paralizaron al DT, que no fue capaz de encontrar alternativas para procurar variar lo que drásticamente se había modificado en la cancha después que Nacional quedara en desventaja en el cotejo por dos goles.
La falta de reacción para realizar cambios y hasta el decaimiento que se observó en el equipo alimentó las críticas que se venían haciendo en la dirigencia tricolor para la conducción de Cappuccio.
Nacional, que había impuesto las condiciones del cotejo en la primera parte, en la que ni siquiera pudo abrir el marcador mediante la ejecución de un penal, porque Salvador Ichazo se lo atajó a Gonzalo Bergessio, terminó siendo un equipo débil defensivamente (River lo perdonó en tres ocasiones más) e impreciso, lento y anunciado en el ataque. No pudo ni mandar bien los centros al área, porque todos quedaron cortos.
Además, con un marcador de 2-0 abajo a los 50 minutos de juego, Cappuccio simplemente mandó a la cancha dos variantes: una a los 63 y otra a los 76. Y no es que su equipo estuviese inclinando la cancha y atropellando hacia el área rival. No, todo lo contrario, el arco de Ichazo le fue quedando cada vez más lejos.
El mal juego, las malas decisiones, no hicieron otra cosa que alargar un periplo negativo. Así que la River colaboró tirando una bomba. La que terminó derrumbando al Nacional de Cappuccio.