No hay una escuela. No hay un manual. La libertad de pensamiento predomina y las ideas confluyen dentro de un campo magnético al que todos llamamos fútbol. Así como los periodistas parecen estar hechos para preguntar, gran parte de los futbolistas se (mal) acostumbraron a vivir bajo una burbuja en la que corren, entrenan, vuelven a entrenar, y muestran solo la cara que juega el fin de semana. A lo sumo, alguna vez, responden a una consulta de la prensa, pero de nuevo: siempre está relacionada a su rama.
Pocas veces vemos que las conversaciones transcurran por fuera del libreto. Tal vez por eso nos haya llamado tanto la atención la entrevista del humorista Miguel Granados a Lionel Messi. Quizás por su estilo canchero, que por momentos se podría tildar de irrespetuoso, pero efectivo al fin. Sorprendente, también, porque atenta contra los modismos clásicos del periodismo deportivo, que no está acostumbrado a poner en práctica todo eso.
En este caso, como cada futbolista tiene la posibilidad de elegir qué hace -y no hace- por fuera del deporte, Ovación decidió centrarse en esa mirada desconocida. En ese lado B que eligieron compartir aquellos jugadores del medio que han dedicado parte de su tiempo (y dinero) a un emprendimiento, a una proyección, a cumplir con un anhelo o a simplemente rebuscarse la vida.
Algunos, como Sebastián Rodríguez, logran salir del molde y muestran su otro yo al entrar en ese terreno.
Cada vez que la rutina se lo permite, el jugador de Peñarol se distiende y libera tensiones concentrando su energía en el polideportivo que montó hace más de un año en Atlántida y que hoy crece y crece.
Antes de poner en marcha la obra, no tuvo más remedio que unificar los cinco terrenos que había comprado en el lugar, pero de esa forma se evitó problemas con la intendencia. “Lo tengo hace un año y la obra la empecé estando afuera. Fue más complicado aún por cómo soy de detallista y exigente. Ahora, voy varias veces a la semana porque tenemos una liga de fútbol 5 en la que juegan varios equipos y también para acompañar a los niños de la escuelita”.
Pese a vivir un verano agitado por las repercusiones de su pase, luego de haber tenido un pasado en Nacional, el número 8 aurinegro recién en los últimos meses pudo ver cómo aquel viejo rezago que tenía con los amigos de su cuadra, poco a poco, le ha ido dejando los frutos que pretendía.
“Hay canchas de fútbol 5, pádel, barbacoa, salón de cumpleaños y ahí mismo tengo una escuelita de fútbol. Está por Atlántida, pasando el Country, y está funcionando precioso: la gente va, está copada, hace deporte y hay muchos festejos de cumpleaños ahí”, cuenta. “Por cómo viene funcionando, tengo estimado un plazo de seis, siete años, en los que tendría que estar volviendo el retorno y ya pasaría a ser ganancia. Pero, sinceramente, desde el principio esto fue porque salí de la zona y nunca hubo nada así. Siempre pienso en lo que hubiera estado bueno que tengamos mis amigos del barrio y yo”.
Al tocar el plano del orgullo personal, otro de los que presta su tiempo es el ex Nacional Mario Risso (hoy en Wanderers). Mentalizado con Lucas Velazco, un amigo suyo que es profesor de educación física, fue por todo con un gimnasio en Belvedere y hace cuestión de semanas que lo puso en marcha. “El paro (del fútbol) me vino bien para laburar en el gimnasio. Con mi amigo, que es el profe, hicimos el proyecto juntos. Yo veía que él tenía un feeling especial con la gente y un día nos sentamos a hablar en mi casa y manejamos un proyecto de gimnasio funcional, de alto rendimiento, con máquinas. Este de Belvedere nos encantó porque es grande y ahí surgió el proyecto FitLab”.
La propuesta ofrece un “servicio completo” de entrenamiento, que va desde una sala de musculación hasta trabajos con un kinesiólogo y un nutricionista. A Risso le cae en una edad (35) en la que el horizonte le marca que está más cerca del retiro que de seguir jugando, señala. “Me apoyo mucho en mi tío, que tiene una empresa llamada Electricidad Daniel. Tiene mucha visión y me dijo que lo veía bien. Fue una inversión importante porque siempre que uno pone un proyecto se la juega. Yo puse plata y quiero recuperarla, pero estoy tranquilo. Hasta el momento todo va bien y estoy seguro de que vamos a seguir creciendo”.
El riesgo financiero, aunque silencioso, es otro de los actores, que marcó un antes y un después en la vida de Santiago Correa, dueño de la distribuidora FloSan (la abreviación de su nombre y el de su hermana Florencia) y que trabaja a la par del Frigorífico Modelo. “Le compramos al frigorífico y ahí salimos a revender en los camiones por la zona de Pando, Toledo, San Jacinto, Sauce y algunas partes de Montevideo. Le vendo hielo a varios equipos de fútbol, restaurantes, bailes. En 2015, jugaba en Central Español, que se atrasaba con los pagos, y me di cuenta que necesitaba de algo extra para el fútbol porque no podía pasar meses sin cobrar. Tenía plata ahorrada y lo primero que hice fue comprar una máquina chica de hielo. Hablé con comercios de Pando que conocía, me empezaron a comprar y así, de a poco, fui creciendo. Llegó un momento en el que me contacté con el Frigorífico porque en verano tenía demasiada demanda y mi producción era poca”.
Dentro de la faceta de emprendedores no es el único en Albion, porque Federico Platero, un estudiante de agronomía avanzado, también rompió la chanchita para abrir en Punta Carretas la frutería Olimar, que fue bautizada en honor a su tierra. Cumplió el sueño en mayo de 2022 y hasta el día de hoy la iniciativa sigue encaminada. “Junto a un amigo de Treinta y Tres, que somos compañeros de facultad, siempre quisimos hacer un emprendimiento. Empezamos a trabajar y estamos contentos con el progreso porque es autosostenible. Yo me encargo de la parte administrativa y del contacto con clientes y tenemos tres empleados de buen perfil que nos ayudan”.
Platero pausó sus estudios el año pasado por el nacimiento del segundo hijo. Pero tiene claro que más temprano que tarde volverá a las aulas: “Al jugador no lo preparan para el día después, pero yo tuve la suerte de contar con asesoramiento y prepararme para ese momento. Tengo el plan de terminar la carrera de ingeniero agrónomo y ser entrenador, que ya tengo la licencia”.
Los rubros por los que apuestan sus colegas son tan variados como exóticos. Jonathan Urretaviscaya, que a mitad de año pasó a vestir los colores de Racing, incursionó en el mundo de las aplicaciones con la idea de tomar perspectiva a futuro. También hizo inversiones relacionadas al mundo del streaming.
Por su lado, Diego Hernández se mudó a Brasil y, ya convertido en jugador de Botafogo, puso sus primeras fichas en la industria de las barberías. Con un mercado en auge y un producto que especialmente capta la atención de futbolistas, el exnúmero 7 de Wanderers se la jugó sin miedo a fracasar, pese a que internamente, sabrá, tiene una gran competencia.