Sonrisa de un lado. Complicidad del otro. Abrazo extendido y camiseta en mano para rematar el saludo, pese a los colores cruzados de uno y otro.
—Mi negro, estás en mi tierra.
—Muchas gracias, hermano. Te escribo.
Así fue el -corto, pero muy ameno- encuentro entre Rino Lucas, exjugador histórico de Cerro Largo, y Rómulo Otero, la figura de la noche en Nacional, que liquidó el partido y le dejó su casaca de regalo.
El venezolano fue quien desenfundó un zapatazo que tomó efecto y se clavó al ángulo para, después de 11 partidos (oficiales), marcar su primer gol con la camiseta de su nuevo club. Sí, ese que tanto deseaba y sobre el que había hablado semanas atrás en una charla personal que tuvo con el vicepresidente Flavio Perchman.

Serían dos finalmente en la visita a Melo porque al rato llegó otro que tuvo el sello de calidad de su pegada, de tiro libre, una vía por la que Nacional no convertía desde junio de 2024, en el primer partido de Martín Lasarte como director técnico, cuando, también en el Ubilla, Mauricio Pereyra rompió con una larga sequía sin goles de ese tipo.
Esta vez, el protagonista fue el venezolano, que así como recibió el reconocimiento de la tribuna por un pase de rabona contra la raya, también fue felicitado por Rino Lucas, un viejo amigo que le contó a Ovación los orígenes de su relación. “Fuimos compañeros en Caracas. Es un crack”.

En cancha también tuvo el reconocimiento de sus compañeros porque, en determinado momento, un primer intento de tiro libre se le fue cerca y dejó a más de uno agarrándose la cabeza: “Dale que sale”, entre aplausos, lo animó Jeremía Recoba.
A falta de uno, Otero hizo dos y de a poco su pegada empezará a ser vox populi para los arqueros.