HISTORIAS
En 2004 conoció a Diego Forlán y ahí comenzó una relación que se mantiene hasta hoy con muchas metas por cumplir en el carbonero.
El deporte siempre fue su pasión y se transformó en un estilo de vida, pero desde muy chico supo que su profesión iba a estar vinculada a la docencia. Nunca lo dudó y partir de esas dos premisas se hizo camino al andar.
Santiago Alfaro (39) empezó a jugar al rugby a los 7 años y Champagnat el lugar elegido. En el club de Punta Carretas creció, formó un grupo de amigos que hasta el día de hoy mantiene la llama encendida y a los 27 le puso punto final a su carrera como jugador.
No fue una decisión fácil, pero todo lo que estaba pasando a su alrededor, hacía que el rumbo de su vida tomara otros caminos para crecer profesionalmente. Se recibió de profesor de educación física en el ISEF y en el tercer año de su carrera, Alberto Espasandín lo invitó a formar parte del cuerpo técnico en el equipo de básquetbol de Aguada. No lo dudó. Ahí empezó todo a nivel profesional y tras ese comienzo, Santiago fue sumando objetivos en su vida, metas y por supuesto, sueños.
“Yo me siento un profesor, un educador. La docencia es lo que más me gusta y con lo que me siento identificado. El medio por el cuál ejerzo la docencia es la preparación física, que es la forma en la que me desenvuelvo y canalizo un estilo de vida. Es lo que me representa como persona. Conceptualmente trabajo así y trato de ayudar a mis deportistas para que puedan ser independientes y no dependan de nadie, que logren aprender cosas para su carrera y sus vidas. Nunca tuve dudas que iba a embarcarme en una carrera docente. Lo supe desde siempre. Y como el deporte es mi vida, lo canalizo a través de la educación física”, le contó Alfaro a Ovación.
Pocas veces la gente trabaja de lo que realmente le apasiona y Alfaro no deja de repetir que se siente un agradecido por eso, pero también por el camino que viene recorriendo.
Es que luego de la primera experiencia como preparador físico de Aguada en 2003, llegó un gran desafío: la selección uruguaya. “Alberto fue designado entrenador de Uruguay y junto a su hijo Santiago nos embarcamos en ese proyecto. Jorge Botejara era el preparador físico en jefe y nos sumamos. Era algo impensado para mí pero sumamente disfrutable”.
De cara a la temporada 2007-2008 llegó un llamado directo al corazón: Biguá lo contrató para integrar el cuerpo técnico. Santiago es hincha y socio del club desde chico. Las pasiones se volvían a juntar, pero sobre todo, a generar un clima de armonía que lo llevó al éxito.
“Es muy difícil de describir, no solo por los logros deportivos -Biguá ganó la Liga Uruguaya de Básquetbol 2007-2008 y 2008-2009, y fue campeón de la Liga Sudamericana 2008- sino por cómo se dieron las cosas con un plantel de jugadores del club liderados por Martín Osimani y Leandro García Morales, quienes llevaron la bandera, con la veteranía del ‘Sapo’ Rovira y pibes que recién aparecían como Vidal, Calfani y Cambón. Dejaron todo en la cancha y eso fue espectacular”, recordó.
Pero hubo un hecho que marcó a toda esa generación de jugadores y profesionales porque la llegada del argentino Néstor “Che” García fue un antes y un después en Villa Biarritz. “El desembarco de ese fenómeno fue algo fantástico, un cambio radical. Por primera vez en mi vida conocía a alguien con un espíritu y mentalidad ganadora excepcional, con unas habilidades comunicacionales de otro planeta y un tipo que te ponía objetivos que vos pensabas que eran inalcanzables, pero te los decodificaba de tal manera que terminabas diciendo ‘pucha, sí, se puede’. Eso era Néstor y nosotros pudimos disfrutar de todo eso”.
En 2009, García se fue a México para dirigir Halcones de Xalapa y se llevó a Santiago Alfaro. En 2011, el “Che” viajó a Brasil pero el preparador físico recibió una tentadora oferta del club de sus amores para ser el Director Deportivo de Biguá. Ese cargo lo hizo reinventarse, pero sin dejar de lado otras obligaciones y proyectos. “Tuve que salir mucho de mi zona común. Me formé en gestión, hice un master, estudié recursos humanos, aprendí sobre trabajo en equipo con muchas personas y me relacionaba con áreas que eran impensadas para mí. Fue otro cambio radical, pero representaba un desafío enorme. Tenía que trabajar con gente más chica que yo y también mucho más grande. Eso me llevó a respetar las canas y no porque antes les faltara el respeto, sino que todo lo contrario ya que no estaba acostumbrado. Yo era muy impulsivo. Pensaba una cosa y la hacía. Chau. En esa etapa en el club todo cambió y para bien, porque tenía que conversar más las cosas, discutir e intercambiar. Fue algo muy lindo porque Biguá es mi segunda casa, hay un proyecto social que sigue creciendo en infraestructura y en valores porque como institución educativa logramos que muchos chicos sientan y vivan el club como nosotros, que hagan deporte, compitan y compartan muchísimas cosas del día a día. Fue una gran etapa en mi vida que también agradezco porque significó algo increíble en mi carrera”, contó.
Y en medio de todo lo anterior, mientras Santiago Alfaro era preparador físico de Aguada, luego de la selección, después de Biguá con el posterior trabajo en México y el retorno a Villa Biarritz, Diego Forlán se cruzó en su camino. Corría el año 2004. Santiago le arrendaba a Champagnat las instalaciones del club La Estacada y junto al también preparador físico Federico Izeta, amigo y compañero de ruta de “Santi”, se encargaban de entrenar a diferentes deportistas uruguayos.
“A Diego lo conocí porque un día Guillermo González, el profe que hoy trabaja con Daniel Carreño, lo llevó al club. Me dijo que quería hacer unos trabajos de fuerza con pesas y ese día como que empezamos a forjar esta historia que fue estuvo llena de cosas divertidas y otras no tanto, de tragos amargos, pero siempre acompañando ese proceso que fue de crecimiento para los dos”, dijo Alfaro.
Pero hubo un momento clave para los dos y que influyó mucho en la carrera de Forlán: la preparación para el Mundial de Sudáfrica 2010. “Yo de un día para el otro me encontré en Europa entrenando a Diego mientras él tenía su equipo. Él rompió un paradigma con eso. No por lo que hizo sino por la forma de entender la vida. Armó su equipo de trabajo, invirtió en él y eso hoy es normal, pero hace 15 años no. Por más que no fue un pionero, rompió un paradigma porque de ahí en más muchos jugadores empezaron a cuidarse, no solamente en lo físico sino desde lo técnico y todo también acompañado de lo que significó la llegada del maestro Tabárez a la selección uruguaya. Fue como una ola que nos pasó a todos por arriba y Diego era una pieza de todo eso. Pero sí debo confesar que lo que hicimos para Sudáfrica 2010 fue una locura si hoy miro para atrás. Éramos jóvenes y nos arriesgamos a buscar algo más grande. Pero pequé de dos cosas: anormal y no medir las consecuencias. Salió bien y eso transforma todo esto en una anécdota, pero los dos éramos conscientes de que podía salir mal. Hoy conociendo el final, puedo decir que la juventud me jugó a favor porque hubo cosas que hicimos que no las repetiría si se presenta una instancia así en la actualidad. De todas maneras fue algo increíble y si bien después trabajé con muchos deportistas, con ninguno jamás logré la continuidad que tuve con Diego de estar 15 años juntos. Es algo totalmente atípico, pero de mucho disfrute y sobre todo, aprendizaje”, recordó.
En 2019 sonó otra vez el teléfono de Alfaro y del otro lado la voz era la del “Che” García. La invitación fue para que formara parte del cuerpo técnico de República Dominicana: “No lo dudé. Hablé en Biguá y yo ya estaba meditando la idea de cerrar mi etapa en el club para buscar cosas nuevas y fue la excusa perfecta. Se cumplió otro sueño. Primero haber podido ir al Mundial de rugby de Inglaterra 2015 fue algo único porque era el deporte que amo, que me crió y me enseñó valores, y después al de básquetbol, que fue la primera disciplina que me abrió las puertas para trabajar de manera profesional. Hace un tiempo me había preguntado internamente, ‘¿che me quedaré sin poder ir a un Panamericano o Mundial de básquetbol?’. Y se dio. Fue increíble”.
Tras regresar del Mundial de China, Santiago Alfaro cerró su etapa como Director Deportivo de Biguá y pensaba tomarse unos meses de descanso para ver qué vendría. En enero imaginaba estar de vacaciones con su esposa e hijos, pero otra vez sonó el teléfono. Y esta vez fue un llamado especial. Se confirmó la llegada de Diego Forlán a Peñarol y con eso, la primera experiencia laboral junto a su amigo: “Desde hace mucho tiempo hablábamos de dirigir juntos pero nunca pensamos que se diera tan rápido. Hoy es una realidad y estamos muy contentos en Peñarol. En esta etapa nueva para mí en el fútbol trato de no generar situaciones a futuro e ir viendo y trabajando sobre el día a día porque estar en un club grande es un desafío enorme para todos nosotros”.
La experiencia del rugby y lo que significa Biguá
Un sueño hecho realidad
Santiago Alfaro y Federico Izeta encabezaron la preparación física de Los Teros en el camino al Mundial de Inglaterra 2015: “Cuando llegamos al Charrúa por primera vez no había nada, era tierra de nadie. Ahí Pablo Lemoine (entrenador de Uruguay) nos dijo acá va el gimnasio, allá los dormitorios y decíamos para adentro, este tipo está loco. A los pocos años le ganamos a Rusia y meses después estábamos jugando el Mundial. Fue algo increíble. Un sueño que se hizo realidad en el deporte que más amo”.
Biguá, su segunda casa
?Socio e hincha desde chico, Santiago Alfaro vivió en Biguá cosas imborrables. Primero como preparador físico y después como Director Deportivo del club: “Es mi segunda casa y de eso no quedan dudas. Pasé y viví momentos inolvidables, pero también supe que en determinado momento tenía que cerrar esa etapa y pude hacerlo. En el club me entendieron y estoy tremendamente agradecido por todo. Yo necesitaba moverme, romper cierta tranquilidad y buscar un sacudón para seguir mi carrera”.